Doris leyó la invitación, estas invitada a una fiesta de patinaje en la cancha de la calle Limonares, el viernes de noche, de 7:00 a 10:00, otra vez una fiesta en viernes de noche, pensó Doris, no podré ir, no quisiera ser tan diferente.

¿Irás a mi fiesta Doris?, preguntó Patty, no lo sé todavía, contestó Doris, quiero ir, pero tendré que pedir permiso a mi mamá, no dejes de venir le pidió Patty, se que es viernes de noche, pero podrás hacer una excepción en mi cumpleaños, trataré de ir, le contestó Doris.

Mamá no me dará permiso, pensó, entonces Patty se enojará con ella y no conmigo, pero las cosas no resultaron como Doris lo había previsto, la mamá no puso la barrera de la prohibición que ella había esperado, tienes que decidir por ti misma, le dijo la mamá, ya tienes edad suficiente para saber lo que es bueno y lo que es malo, es entre tu y Dios si decides ir, no diré nada mas, Doris muy molesta pensó toda la tarde en su problema, ya muy de noche llegó a una decisión.

Al día siguiente le dijo a Patty, no iré a tu fiesta, no quiero que te sientas mal, pero es mi día de reposo, en mi tiempo reservado para estar con Dios y mi familia, después de las clases se apresuró a volver a su casa para contar a su mamá la decisión que había tomado.

Sabes mamá, fuiste muy inteligente al dejar que yo decidiera por mi cuenta, si me hubieras sermoneado y ordenado quedarme en casa te habría obedecido, pero también me hubiera sentido mal toda una semana, me siento orgullosa de ti, dijo la mamá, sabía que te sentirías mejor si no te daba una solución completa para tu problema, tienes una buena cabeza sobre tus hombros y la usaste, y también tengo la mejor mamá del mundo, dijo Doris sinceramente, y abrazó a su mamá.

Recurrí al señor, y el me contestó y me libró de todos mis temores, los que miran al señor quedan radiantes de alegría y jamás se verán defraudados, cuando nos serenamos y aquietamos nuestros pensamientos, permitimos que todo nuestro ser sienta la presencia de Dios y el espíritu de Dios en nosotros, uniéndonos con el en todas partes, que poder se genera en ese momento tranquilo de oración, permanecemos en paz y complemente relajados para así sentir como la vida y la energía fluyen por nuestros cuerpos, disfrutando de nuestra unidad con nuestro creador, rebosante de energía, ya que Dios es la respuesta a nuestra estabilidad, porque nos bendice continuamente.

El camino a una vida más plena y abundante siempre comienza con Dios, y así comencemos cada día en oración.