El agujero
En un pueblo costero se le pidió a un experimentado pintor de barcos que pintara la embarcación de un modesto empresario. El pintor llegó al siguiente día bien temprano y se dispuso a pintar. En la mitad del trabajo, se consigue un pequeño agujero en el casco del barco, el cual reparó sin contratiempos.
Ya a media tarde el hombre termina de pintar todo el barco, el dueño lo revisa conforme y le paga al pintor. A los dos días, el dueño del barco se aparece en la casa del pintor para entregarle un cheque por una cantidad que triplicaba lo que cobró por pintarle el barco.
El pintor, sorprendido, le pregunta: ¿Qué significa esto? Ese es el pago por reparar el agujero del casco de la embarcación, dice el señor. Pero la reparación fue algo insignificante para mí, no hay motivos para pagarme por eso y más esta exorbitante cantidad de dinero, exclamo el pintor.
Déjame explicarte la situación: a mi se me había olvidado decirte del agujero en el casco y al día siguiente que se secó la pintura, mis hijos tomaron el barco sin mi consentimiento ya que no estaba en casa, y salieron a pescar. Al llegar a casa y veo que no está el barco ni mis hijos, te podrás imaginar la desesperación y angustia que tenía al saber que posiblemente mis hijos se hayan hundido en altamar.
Sorpresa para mí cuando los veo que vienen llegando felices por una exitosa faena de pesca. Al verlos me abalanzó a abrazarlos llorando de la alegría, y en ese momento que les comento el porqué de mi reacción, nos pusimos los 3 a revisar el área del casco donde estaba el agujero y nos dimos cuenta que lo reparaste sin decir nada. ¿Te das cuenta lo que hiciste? Le salvaste la vida a mis hijos y no me alcanzará la vida para agradecerte.
No importa quién, cuándo o cómo... continúa ayudando, sosteniendo, limpiando lágrimas, escuchando atentamente y reparando cuidadosamente todas las 'fugas' que encuentres.
A lo largo del camino es posible que hayas reparado muchos “agujeros de botes” para varias personas sin darte cuenta de cuántas vidas has salvado.
