Lo más tétrico del amor: Capítulo 11.

in Cervantes3 years ago (edited)

Capitulo 11

Cambié mi vestido por unos leggins y una blusa suelta color turquesa para cocinar. Alhan y Marcus estaban en la barra hablándome de sus vidas, en verdad me interesaban.

Marcus era un chico muy joven, no entendía como llegó a este lugar o a este trabajo teniendo solo quince años. Pero entre las drogas y que abandonó el colegio, Alhan que era un poco mayor lo ayudó a salir de ese mundo y ahora se cuidan mutuamente y cuidan de mí a la vez.

—Hamburguesas para los señores. —Dije sirviéndoles.

—Eres un Ángel —Exclamó Alhan y por fin el aura de "Usted" se había esfumado.

—Díganme Sofía solamente. —Pedí.

—Oiga, que envidia le tengo al jefe. Ahora entiendo por qué tanto afán en protegerla. —Murmuró Marcus con timidez.

Después de almorzar, se retiraron a seguir con su rutina y yo me instalé en la televisión de la sala. No fue hasta que me quité el vestido que noté con más detalle el vendaje alrededor de mi cintura y la aguja de una intravenosa enterrada en mi brazo.

Cerca de las cuatro de la tarde Diego llegó y vi su sorpresa al mirarme en el sofá.

—Creí que estarías dormida. —Aseguró.

—¿También me dirás cuando debo dormir? ¿La intravenosa para qué es? ¿Qué me están metiendo en el cuerpo?

Respondí con un tono seco, estaba algo cabreada de tanto pensar en el tema de estar aquí encerrada y con seguridad. Él levantó las manos en señal de defensa.

—No soy tu enemigo.

—¿Qué prueba tengo de ello? No me dices absolutamente nada, ni quién eres, ni que hago aquí, mucho menos por qué estoy amenazada o por quien. Creo que tengo derecho a saberlo...

—Te aseguro que hago todo lo posible porque esto termine rápido y darte la libertad que tanto quieres. Sé cómo te sientes cohibida en tu familia y quizás yo esté haciéndote lo mismo, pero es por tu bien y poco tiempo.

Definitivamente este hombre es increíble. Tanto que empieza a convencerme, no me dejará ir de aquí.

—La intravenosa fue para los sueros y la sangre que suplantaron, perdiste demasiada esa noche.

—¿Esa noche? ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Cerca de cuarenta horas.

Casi dos días inconsciente y sedada, perfecto. Lo miré enojada, pero no pude evitar mirar el parche en su brazo.

—¿Me donaste sangre? —Pregunté e inmediatamente asintió.

—No iba a dejarte morir.

En lugar de los estrictos trajes oscuros con que lo había visto antes, llevaba puesto un pantalón de mezclilla, una camisa a cuello abierto y una chaqueta de cuerpo. Definitivamente el estilo casual le quedaba mejor.

Cuando notó que mi enojo disminuyó lo miré sonreír y por fin soltó un pequeño "Hola" dando un paso hacia atrás y sacando una pequeña caja del bolsillo de su chaqueta.

—¿Son las llaves del apartamento? —Ignorando mi ironía lo entreabrió.

—Me tomé el atrevimiento de darte este pequeño regalo, te quedaría perfecto con lo que sea que lleves puesto... o incluso sin nada.

Una perla en forma de corazón con una fina cadena de plata a penas visible. Disimulando mi emoción acepto el estuche que coloca en mi mano. Nadie jamás me había hecho un detalle así.

—Es hermoso. ¿Pero por qué este regalo?

—Tal vez para disculparme de causarte algún tipo de incomodidad, lo cual me has dejado claro.

—Una mejor disculpa seria que me dijeras lo que está pasando. —Suspiré.

—Los planes cambiarían totalmente.

—No veo en que eso pueda influenciar, de igual manera me tienes aislada en tu torre de marfil.

Él se quedo en silencio sin mirarme, decidí retirarme a mi habitación y ponerle seguro la puerta a. Cada vez me enfurecía más, tantas vueltas al asunto me tenían verde de intriga y preocupación. Fácilmente puede darme un infarto cada vez que me exalto por esas respuestas que aún no puedo obtener.

Escucho fuertes golpes tras la puerta.

—Déjenme sola. —Pedí.

Para mi sorpresa, Diego entró a la habitación y vi las llaves colgando de su mano.

Perfecto, ni privacidad puedo tener.

—Pareces enojada...

Entonces todo el rencor y angustia que había acumulado desbordaron de golpe.

—¿Enojada? ¡Ya no puedo más! ¿Cuánto más piensas tenerme así? Ya no puedo soportar esta situación, es demasiado confuso para mí. Un bastardo me maltrata y otro ser me secuestra ¿A quién en su sano juicio le parecería que eso está bien?

Sí, había recordado algo de lo que pasó y por su expresión el esperaba que no.

Diego me observa sin abrir la boca. Siento que un combate en su interior libera su mente. Bruscamente, señala que me siente en la cama.

—Está bien Sofía, te diré quién soy.

Hice caso sentándome en la cama sin despegar la vista de sus ojos y él se arrodilló en frente de mí, sujetando mis manos y respiró profundamente.

—Soy Diego Olsen.

La enormidad de lo que Diego me acababa de decir me dejó petrificada por segundos.

¿Él era el hermano de aquel imbécil? No, eso no podía ser cierto.

—¡Eso es imposible! —Exclamé exaltada.

—¿Lo es?

—¡Nadie sabe del paradero de ese chico desde hace años, me estas mintiendo! —Mi preocupación era evidente, no porque quizás me estuviese inventando cualquier cosa, sino porque ya había conocido a su hermano y no quería descubrir que él fuese igual.

—Todo lo que te han dicho es cierto, supe esconderme bien este último tiempo, hasta que apareciste; Carlos es quien no sabe como soy, ni donde estoy, por eso no me reconoció en el club.

—¿Saben que te dedicas a secuestrar personas?

Puso los ojos en blanco silenciosamente y luego de un instante su mirada volvió a mí.

—Te debo muchas explicaciones, eso lo sé. Sé que de mí se habla muy mal por haber dejado a los Olsen a penas me adoptaron, es una relación difícil, pero tengo muy buenas razones.

—Eres un mal agradecido por quienes te quisieron regalar una vida.

Sacudió la cabeza negativamente.

—Peor es lo que ellos me hicieron. —El brillo de sus ojos desapareció por completo. —Y no pretendía dejar que te hicieran lo mismo.

No quise añadir nada, estaba perpleja respecto a todo lo que me estaba confesando y aún no podía creerle. Frente a mi mutismo, terminó por sacar un permiso de conducir y una identificación, efectivamente él era Diego Olsen.

En todo caso lo que acaba de decirme cambia la situación. Seguía sin saber cuál era el peligro del que me quiere proteger. Después de un momento, él clavó su mirada de nuevo en mí.

—Lo único demás que necesitas saber es que en verdad intento protegerte. Cuando ya no haya peligro te prometo que serás libre ¿Ahora puedes confiar un poco más en mí?

—Sí. —Logré decir, perturbada por la intensidad de su voz.

—¿Puedes decirme por qué tanto afán en protegerme? Soy una completa extraña para ti.

El pasa la mano por su cabello y se muerde el labio.

¡Dios, no es buen momento para provocarme de esa manera!

—Simplemente hay personas hacia las que uno siente aversión, como así, atracción hacia otras...

Por la manera en que pronuncia esas últimas palabras sé que van dirigidas a mí específicamente.

—Instinto.

—Algo contra lo que simplemente no puedes luchar. —Lo vi morderse el labio y mi corazón se aceleró.

Maldición, besame.

—Sí, también lo siento. —Suspiré.

Nos observamos en silencio por unos segundos, asustados por haber revelado tanto de nosotros sin quererlo. Tenía muchas ganas de algo que probablemente no sea lo correcto, debía que borrar esa sensación, entre él y yo no podía suceder absolutamente nada.

Se levantó bruscamente sin despegar su vista de mí.

—Deberías descansar.


Después de esa conversación nuestra relación mejoró muchísimo los siguientes días. En varias ocasiones intenté que me dijera algo sobre el peligro que supuestamente me asechaba, pero era en vano.

El resto de los días fueron más fáciles de llevar, me sentía a gusto a su lado. Era tan atento y cuidadoso conmigo, como si me conociera desde hace mucho.

No podía negar que me sentía atraída por él, que todo en su físico y en su personalidad me resultaba electrizante y atrayente. Sin embargo, en menos de un mes ya dos hombres habían hecho conmigo lo que se les dio la gana, y no aguantaría que él fuese igual.

A este punto, comenzaba a creer que ser secuestrada por él no era tan malo; Increíblemente, quería quedarme bajo su custodia el tiempo que fuese con tal de solo mirarlo a diario, pero fuera en el mundo habían cosas por resolver.

Esa noche decidimos hacer la cena entre los dos, pasta con una salsa verde deliciosa que jamás en mi vida había probado.

Pistou, le dicen.

Debo admitir que las destrezas y la dedicación que tenía Diego me tenían cautivada, en varios días en verdad logró demostrarme que solo quería protegerme y supe que Alhan no era un escolta, era su mejor amigo infiltrado en mi casa para cerciorarse de mi cuidado.

Suena a un chiste ¿no?

Alhan era millonario de cuna, no tenía necesidad de trabajar si así lo quería, pero se prestaba mucho para lo que Diego necesitase y eso me hizo pensar que todo el plan del secuestro estaba cuidadosamente estructurado entre ellos desde antes de que yo llegara a la ciudad.

Y si mi torpeza fuese algo más discreta, mis pensamientos no evidenciaran lo embobada que estoy por el y su entorno. Al salir de la cocina me tropecé con una de la sillas altas de la isla y para mi suerte Diego me atrapó antes de caer y por accidente lo pisé al levantarme.

—Lo sien...

Antes de si quiera mirarlo su boca ya estaba sobre la mía. Suavemente sus labios rozaban los míos y sus oscuros ojos estaban tan cerca de los míos que sentí la noche abrazándome.

No resistimos.

Su boca se apoderó más de la mía y miles de sensaciones recorrieron mi piel, cada una mejor que la anterior. Él me atrajo contra su cuerpo y me acariciaba la mejilla haciéndome desear que el beso nunca terminara.

Por fin.

Bruscamente sus labios abandonaron los míos, lo vi sacudir la cabeza negativamente y maldecir por lo bajo, como si estuviera haciendo algo malo.

—No sé a que conlleva esto, Sofía. —Dijo pegando nuestras frentes y sujetando mi nuca. —Por mucho que lo desee.

Sus ojos y los míos seguían fijamente estancados; veía todo en esa mirada, menos arrepentimiento. Sin embargo, no entendí por qué se detuvo.

Tenía tanta vergüenza que corrí a mi habitación buscando refugiarme en algún lado.

¿Qué fue eso? ¿Y yo por qué me entregué tan fácilmente?

No sé quién es, no sé que propósitos tiene conmigo o si me está engañando. Quizás esté pensando mal de mí en este momento o peor aún, se esté burlando. Me regañé una y otra vez mentalmente al haber cedido de esa manera.

En un arranque de rabia hacia mí misma, decidí que las cosas debían quedar claras entre nosotros y volví hacia la cocina donde él estaba aún apoyado en el mármol con las manos en la cabeza.

Me petrifiqué en frente de él. Pensé en enfrentarlo ¿Pero que carajos iba a decirle?

Congelados el uno frente al otro a pocos centímetros y sentí mi respiración entrecortarse. Ese hombre estaba ocasionando en mí algo que ni siquiera Andrés pudo hacer y me estaba carcomiendo la idea de tenerlo tan cerca y no poder obtener lo que quería.

Algo en él me hacía sentir tan segura, tan sensual, tan malditamente deseada que me valía un madrazo a donde llevara lo nuestro.

Un impulso irresistible nos lanzó el uno hacia el otro y me abrazó con fuerza mientras que nuestros corazones latían la mismo ritmo, lo sentí besar mi cabello una y otra vez mientras su asombro se escuchaba fuertemente.

—Esperaba que me detuvieras hace rato.

—Esperaba lo mismo en este momento. —Susurré.

—Dime, que no estoy soñando, por favor.

No sabía a que se refería, solo supe que tenía la respuesta.

—Estoy aquí. —Dije acariciándole la mejilla.

Se separó de mí unos centímetros y me miró un par de segundos. Me besó bruscamente y me subió sobre el frío mármol para quedar a su altura. Nuestras frentes se tocaron y nuestros labios se rozaban nuevamente mientras sentía su respiración acelerarse contra la mía.

—¿Tienes idea de cuantas ganas tengo de ti?

Pensar en una respuesta fue imposible, por acción y reacción solo lo callé.

Halé su camisa y lo besé vorazmente. Por ese instante el tiempo se detuvo mientras me concentré en el beso y en como empezaba a intensificarse, nuestras lenguas se unieron y no puede evitar sonreír.

Y solo en ese momento me di cuenta de las ganas que tenía de ser suya, de que me tocara, de sentirlo dentro de mí, de que alguien a fin de cuentas conociera a la verdadera Sofía, a la que consume la adrenalina. Él tomó la oportunidad para besar despacio mi quijada y bajar hacia mi cuello, mientras que una oleada de sensaciones subió y bajó dentro de mí.

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