LO MAS TÉTRICO DEL AMOR: Capítulo 3.

in Cervantes4 years ago (edited)

Por mí

Al llegar a casa la desesperación y la rabia se apoderaron totalmente de mí, la sangre me estaba hirviendo y no podía contener mis ganas de hacer algo al respecto.

Empecé a caminar a paso de soldado por el jardín, por la cocina, y mis pasos cada vez eran más fuertes y firmes, fácilmente era capaz de ahuecar la madera del suelo sin esfuerzo alguno.

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La casa estaba completamente sola, los guardaespaldas aún no habían llegado y supuse que se encargarían de buscar a mis tíos en el aeropuerto.

María había desaparecido como por arte de magia, el ambiente se sentía tan nostálgico y frío que por un momento solo sentí necesidad de hacer una cosa, así corrí a su habitación y no tuve suerte en encontrarla.

¿Se había ido por lo que le dije?

Llevé las manos a mi cabeza con desesperación, había desconfiado de ella cuando simplemente no quería herir mis sentimientos al decirme las cosas respecto a ese imbécil.

Pero eso no es lo peor, lo que me enfurecí era no entender esa conversación ¿Quien es "Él"? ¿Simón? ¿Y por qué cojones me querría?

Mierda.

Seguí buscando por toda la casa y mi suerte no mejoró, hasta que la visualicé en el jardín.

Un gran alivio me abordó y fui casi corriendo hacia donde se encontraba, no sabía que decirle, si pedir perdón o darle la razón respecto a lo que había dicho pero quería hablarle.

—Lo lamento. —Solté llena de vergüenza en un susurro por su espalda, ella giró y me sonrió amablemente.

Mis piernas se debilitaron rápidamente y caí de rodillas al suelo, mi intención no era crear o hacer un drama, realmente sentía impotencia, rabia, y frustración por darme cuenta que lo único que me daba felicidad entre tanto estrés y problemas había sido un engaño.

—Discúlpeme usted por no haberle dicho, solo tenía miedo... Miedo de que usted no quisiera creerme —Dijo avergonzada inclinándose en frente de mí.

—Tú lo dijiste, ilusa y una niña, al final esas palabras me definen perfectamente, María. —Confesé sentándome en el césped y llevándome las rodillas al pecho.

María hizo lo mismo, en señal de comprensión y su voz automáticamente se volvió tan reconfortante como el sueño.

—Estoy segura de que llegará alguien que en verdad la merezca y sobre todo que la proteja como debe. —Sonrió.

¿Y tu también sabes quien me quiere comprar?

—Supongo. —me limite a responder.

Ella asintió y me alegré de que no haya tomado la repentina decisión de irse literalmente como le pedí.

Luego de eso, me tome mi tiempo para procesar lo que había ocurrido y superarlo de cierta forma, lo cierto es que es fácil superar algo que te tenía la esperanza muerta desde un tiempo atrás.

Tenía vagas esperanzas de que mi amistad con María siguiera el mismo rumbo de antes pero, si bien habían resultado las cosas, el presentimiento de que cosas peores vendrían eran evidentes.

—¿Qué se supone que haces? —Pregunté mirándola con una libreta en las manos.

—Preparo las tareas de hoy. Sus tíos llamaron y al parecer organizaran un evento mañana por la noche para celebrar un nuevo negocio, los jardineros y el personal están por llegar.

—También me dijeron que un joven vendrá a verla y a firmar unos papeles que se encuentran en el despacho. —Exclamó con fastidio.

Puse los ojos en blanco automáticamente. —Otro de esos exagerados eventos, una buena razón para huir de casa, está bien María, yo me encargo de quien sea que venga. —Dije con intención de meterme a la casa.

—De hecho, me pidieron que le avisara que usted debía estar presente, señorita. Obligatoriamente. —Dijo dudosa. Giré con gesto confundido.

—Ellos jamás quieren que esté en esas cosas.

—Son órdenes, yo solo cumplo con hacerle saber. —Concluyó mientras se adentraba en la cocina.

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Cerca de las cuatro de la tarde, la casa estaba repleta de decoradores y jardineros. La extraña obsesión de mi tía en preparar todo con anticipación era un dolor de muela, incluso para quienes no estábamos involucrados en sus fiestas.

El mal momento por lo de Andrés seguía en carne viva y decidí que debía tomarme la noche para despegarme de cualquier tipo de estrés a punto de generarse en mí.

Alhan había desaparecido, no fue a eso de las seis de la tarde que pude dar con él; entró a la sala con un sobre manila en sus manos y una sonrisa de oreja a oreja, me lo entregó y esperó de pie junto a la puerta para que lo abriera.

Lo miré fijamente mientras que varias preguntas se hacían en mi subconsciente respecto al contenido del sobre, el pulso empezó a fallarme y un nerviosismo descomunal se hizo presente en mi mandíbula.

Lo abrí y aunque no podía verme sabía que mi semblante se había palidecido por completo. Visualicé las tres fotos una por una aterrada y a la vez con ganas de vomitar: Una fotografía de Andrés tirado en la carretera de un callejón, otra con moretones en la cara y sangre por todos lados, y una última foto de un mensaje escrito con tiza blanca en los ladrillos de la pared.

"Por ti, Sofía"

Grité de la impresión y tiré el sobre al piso, no sabía que sentir mientras miraba las fotos, en parte me alegraba la idea de que haya recibido su merecido pero me mataba la idea de que le hubieran hecho daño.

Santa mierda.

—¿Tú hiciste esto? —Pregunté atónita, mi voz estaba más temblorosa que mi pulso.

—No, señorita. Enviaron estas fotos al centro de mando, venían dirigidas a usted. —Se aclaró la garganta. —Queríamos que las corroborara personalmente, no sabíamos si eran algo personal y no estábamos al tanto, inspeccionamos el sobre y parecía inofensivo. —Hizo una pausa y recogió el sobre mirando una de las fotos. —Esto es grave, hubiera sido mejor avisarme si mandaría a alguien a hacerle algo a él señorita, esto suele ser muy reciproco y no solo en las películas.

Pues sin duda pensé en hacerlo, pero alguien se me adelantó.

—Yo no tuve que ver con esto, aunque hubiera querido... ¿Él está bien?

¿Y a mí por qué me interesa lo que le suceda a ese idiota?

—Lo sabré en un segundo, ahora regreso. —Dijo sacándose el celular del traje.

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Respiré profundamente unos minutos intentando evaluar la situación sin enloquecer, ni en un millón de años llegue a pensar que ese tipo de cosas llegasen a pasarme y mucho menos el mismo día.

Sentí como mi cuerpo empezaba a acalorarse del estrés rápidamente, me estaba abrumando el tanto pensar y si no me desmayé fue por el vago reflejo de Alhan viniendo hacia mí.

—Él está bien, al parecer una de las mujeres del edificio vio el cuerpo y llamó a una ambulancia, lo internaron en el hospital estatal y según el informe solo fueron heridas superficiales, una especie de aviso.

¿Aviso?

—Es algo muy normal Señorita, solo le pagaron a alguien para que le diera una golpiza y listo, le aseguro que el muchacho no volverá a buscarla jamás. —sonrió al terminar la oración.

Lo miré seria por un momento hasta que cayó en cuenta de lo grave que estaba siendo la situación, miré la casa y si antes me sentía extraña estando sola, era peor en ese momento con tantas cosas a la vez.

—¿Dónde están los demás de seguridad? —Mi tono era seco y firme a la vez.

—Investigando sobre el remitente, señorita.

¿Cuántos hombres se necesitan para hacer eso?

—¿Todos?

—Hay dos escoltas en la entrada de la casa y yo estaré haciendo trabajo de campo por el terreno, si le parece. —Aseguró.

—Quiero presentar cargos contra él. —Dije limpiamente y vi sus ojos abrirse de la impresión. —Necesito que arregles eso en la fiscalía hoy mismo.

—¿Qué tipo de denuncia? ¿Abusó de usted? —Preguntó con molestia.

—Hostigamiento. —Asintió. —Necesito un abogado e información sobre el remitente lo antes posible.

—Estamos en eso, señorita.

—Bien, en la noche quizás tenga pensado salir, puedes tomarte el resto de la tarde, hasta entonces te necesito alerta, literalmente no sé en que se pueda convertir todo esto. —El miedo en mi voz era evidente.

—Con su permiso. —Asintió y salió arrastrando los pies hacia el jardín.

El timbre sonó y pegué un brinco del susto, llevé la mano a mi pecho y me obligue mentalmente a calmar mis nervios pero era casi imposible, María corrió hacia la entrada de la casa y yo no podía dejar de recordar esas horribles imágenes de Andrés, magullones y morados por toda la cara y costillas, como si lo hubieran pateando con un fin razonable ¿Y el fin era yo? "Por ti, Sofía".

De ninguna manera eso podía ser una amenaza para mí, nadie a parte de María y el chofer sabían de mi relación con Andrés y yo por más que hubiera querido darle su merecido, no sería capaz de semejante cosa, creo.

—Señorita, hay un joven afuera buscándola, debe ser el muchacho que mencionaron sus tíos. —María atrajo mi atención con el anuncio.

Mis ganas de ver a cualquier persona era nulas, sin embargo, cuando eres el juguete de la familia, tu deber es actuar como tal.

Me apresuré a llegar a las grandes rejas de la entrada y visualicé un camaro negro mate aparcado al frente, no lo reconocía.

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Un chico robusto de piel dorada, con cabello rubio y largo salió del asiento de piloto cerrando la puerta de golpe.

Era como un beisbolista de las grandes ligas, en vaqueros, una camisa polo blanca y zapatos de vestir; Parecía un Trol, pero no de la comiquita, parecía específicamente el Trol de la primera película de Harry Potter.

—Así que tú eres Sofía. —Dijo con un ligero tono de burla pasando la mano entre su pelo.

Su voz era gruesa y áspera, como voz de locutor de radio, intimidante pero a la vez carismática.

—¿Quién eres tú? —Pregunté con precaución.

—¿Como no sabes quién soy?

No sé qué cara puse al escucharlo pero imagino que no fue nada amigable, porque se notó rápidamente su arrepentimiento respecto a hacer esa pregunta.

—Carlos Olsen, tus tíos me enviaron. Acabo de llegar al país con mi padre y hay unos papeles que faltan por firmar aquí.

—Explicó despreocupado.

—Mis tíos llegan en unas horas ¿Por que no regresas mañana?

Él dudó en cuanto a su respuesta.

—Mi padre necesita esos papeles para mañana poder viajar. —Explicó.

Dudé por un segundo si lo correcto era dejarlo entrar, pero de solo pensar que podían liquidarme si no lo hacía, me vi obligada a cederle el paso.

—Está bien, puedes pasar.

Las rejas se abrieron y él se acercó depositando un ruidoso beso en mi mejilla.

Quedé atónita y desconcertada. Automáticamente ese hombre para mí se volvió en un completo asqueroso y atrevido. Sé que no hay que juzgar a las personas la primera vez que los conoces, pero por favor, así no te presentas con una chica.

—Es un placer conocerte al fin, lindo lugar. —Comentó caminando por el césped hacia la casa.

Ah, perfecto, aparte es cínico.

—Igualmente. —Le señalé el camino a la sala donde María ya esperaba firme con una bandeja en las manos.

—¿Puedo ofrecerle algo? —Preguntó en su tono cantarín de cenicienta.

—Si tiene algo de Whisky sería maravilloso. —Él le guiñó un ojo mientras que ella se escabulló hacia el pasillo de la cocina.

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La tensión en el lugar aumentó, lo único que pretendía era estar sola y ahora debía lidiar con otro ser que probablemente resulte un patán.

Me adentré en el despacho de mis tíos, localicé los documentos sobre el escritorio de roble oscuro y salí a la sala para entregárselos.

—¿Vine en un mal momento? —Preguntó con el ceño fruncido y tomando la carpeta manila de mis manos.

De hecho sí ¿pero cómo te digo que estás siendo un maldito dolor de culo en mi día, aunque no te conozca?

—Estoy algo estresada, la verdad, pretendía estar sola hoy. —Confesé mirándolo de reojo.

—Lamento ser inoportuno, solo vine echarle un vistazo a mi nueva adquisición. —Me miró fijamente y noté el resplandeciente color avellana de sus ojos y levantó los papeles para dejar claro de lo que hablaba. —Ah, y a hacerte una invitación, por supuesto.

—Una invitación ¿A dónde? ¿Y a qué? —Mi tono se escuchó algo grosero luego de pronunciar eso.

Leyó los documentos por encima y frunció el ceño, me miró con el mismo gesto y volvió su mirada a los papeles.

Se mordió el labio y cerró la carpeta.

—Me llevaré estos documentos para leerlos mejor y agendaré una conferencia con tu tío luego, hay clausulas de las cuales no estaba al tanto. —Resopló mirándome fijamente de nuevo. —Tampoco mencionó que eras increíblemente hermosa y eso me desconcierta un poco.

Algo en su mirada me resultó seductora y mala a la vez, como si fuese una persona sumamente peligrosa o solo era un hombre capaz de hacer que tu ropa interior descendiera por sí sola.

—Le haré saber que debe comunicarse contigo. —Asentí con indiferencia.

—Con carácter de urgencia, por favor. —Suspiró a medias y miró mis pies descalzos.

¿Qué mira?

—¿Qué invitación? —Pregunté volviendo al tema intrigante de hace un momento.

—A nada de otro mundo, imagino que al igual que yo debes sentirte algo atrapada aquí. —Se inclinó para atrás en el gran sofá gris, tan a gusto como si estuviera convencido de la respuesta que obtendría al terminar la petición. —Me gustaría conocerte y quisiera invitarte a una fiesta esta noche. —Se mordió el labio y escaneó mis piernas groseramente.

Cualquier persona en su sano juicio le diría que no a: Uno, un completo extraño; dos, un atrevido ego centrista; y tres, un futuro problema andante, pero lo que salió de mi boca fue:

—Acepto.

—Perfecto, paso por ti a las ocho, aunque si tus tíos llegan antes que por favor me hagan saber —María apareció con un pequeño vaso de vidrio cargado con whisky, él lo agarró de la bandeja y se lo bebió a fondo blanco haciendo una mueca al concluir. —Es del bueno. —Señaló. —Fue un placer verte, Sofía.

—Pretendo decir lo mismo.

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