Querido diario, aún recuerdo cuando llené las opciones de la OPSU para estudiar la carrera en Educación, Mención Castellano y Literatura. La noticia de que había sido seleccionada salió en el periódico "Últimas noticias". Allí encontré mi número de cédula, entre muchos números, que traducían: SUEÑOS por concretar.

Muy pocas veces había salido de Carúpano. A Cumaná la conocía de pasada cuando papá iba a llevar a mi hermana Agustina para Barcelona, donde estudiaba Enfermería. El recorrido tenía un itinerario impuesto por papá: Comer arepa en San Antonio del Golfo, mirar el "Sapo de la montaña". Tomar la Avenida Universidad de Cumaná. Cada vez que pasábamos por allí, papi decía: "Aquí vas a estudiar tú", y luego llegábamos a Barcelona, dejábamos a mi hermana, y regresábamos a casa, Con las mismas paradas, con las mismas frases.

Cuando me gradué de Bachiller, papá tenía tres meses de muerto. De modo que él no me pudo llevar en su Dodge para Cumaná. Le tocó a mi hermana Agustina hacerlo. La Universidad era un universo de tierra roja, con piedras gigantezcas, desde donde se divisaba la "Playa San Luis".

Sus edificaciones intimidaban. Allí llegaba gente de toda Venezuela. En ese sagrado lugar comencé a tener ideas propias, entendí los conceptos de justicia y de oportunidades. La primera semana fue de "Bienvenida". Los trabajadores sociales nos daban charlas sobre los servicios médicos que teníamos a disposición: las ayudantías, las preparadurías docentes, el transporte, el comedor, las becas de residencia, el servicio de Biblioteca, las actividades de extensión y cultura: música, teatro, muñequería, marquetería. Hubo conciertos, proyecciones de películas. En esa semana, uno podía decidir qué quería hacer.

Recuerdo que cuando comenzaron las clases, había 50 alumnos en el salón. Todos íbamos a estudiar Educación, Mención Castellano y Educación, Mención Inglés. Matemática, con el profesor René Castillo, hizo que nos quedáramos 12 alumnos, entre ellos estaba yo, que no tenía muchas posiibilidades de aprobar la materia.

Un día fui a buscar a la preparadora docente de Matemática, Felicia Villarroel, y ella no podía atenderme, pues estaba haciendo su tesis; entonces, un joven estudiante de Matemática, viendo mi desesperación por salvar la materia, me puso en contacto con Isidro Sánchez, y fue este señor mi luz en el túnel. Me explicaba con paciencia y con cariño. Fue así como logré aprobar la matería que tanto estrés me causó.

Y esta no fue mi única traba académica. Hubo muchas. Mientras estudiaba, trabajé planchando ropa con mi amiga María Kárima, limpiábamos casas. Estaba prohibido comerse el pan que nos daban en el comedor. Ese se reservaba para el fin de semana. Aprendí a convertir las trabas en impulsos. Apostaba a mí. Deseaba honrar la memoria de mi padre.

En el segundo semestre me dieron una ayudantía y comencé a trabajar en la Biblioteca "Émerson Rodríguez", de la Mención Castellano y Literatura, que estaba bajo la Administración de Arelys López. Allí me hice amiga de los estudiantes avanzados de la Mencion: Celis Rodríguez, Maury Valerio, Lynette Kingland, Lucila Becerra, Carlos Linares, Patricia Mata, Claudio Malán, Ana Pereda, Orlando Rodríguez, ...

En el quinto semestre logré ser Preparadora Docente de la asignatura Lingüística General. Allí tuve la oportunidad de trabajar con la profesora Neneka Pelayo, a quien convertí en mi modelo a seguir.

Me gradué el 17 de julio del año 1997, cuando tenía 24 años, debido a mi promedio de calificaciones obtuve la Mención Cum Laude, y desde ese momento, comencé a formar parte de la "Generación de relevo" de la Universidad de Oriente.