EL PELIGRO DE LA IRA

in #ira6 years ago

“Pero Dios le dijo a Jonás: ¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?— ¡Claro que la tengo! —le respondió—. ¡Me muero de rabia!” Jonás 4:9 NVI

En el siglo XIII un importante filósofo católico llamado Santo Tomas de Aquino expuso una clasificación de los llamados “Pecados Capitales”; en tal clasificación la ira es catalogada como el cuarto pecado capital. Por otro lado, Dante Alighieri en su mítica obra la “Divina Comedia”, presenta a los condenados por este pecado como destinados a habitar en el “séptimo circulo del infierno” “dividido en tres círculos de piedra y rodeados de un gran río de sangre”. Sin embargo, pese a estas clasificaciones humanas, la Biblia no condena a la ira en si misma como un pecado. Por el contrario hace una clara distinción al decir: “Airaos, pero no pequéis” (Efesios 4:26). Además de que, por lo menos una decena de veces se habla en la Escritura de la “ira de Dios” y es absurdo pensar que Dios pueda cometer uno de los llamados “pecados capitales”.

Ahora bien, entonces ¿Cuál es el problema con la ira? Yo creo que fundamentalmente el problema con la ira son dos: lo que la causó y lo que derivó. En esta oportunidad quiero centrarme en el primero de los problemas y en Jonás tenemos un claro ejemplo de ello. El capitulo 4 de Jonás es la parte de la historia de este personaje que tal vez más le incomodó que fuese mencionada. Nos presenta a un Jonás irritado y hasta “malcriado”. Enojado porque Dios perdonó la vida a los habitantes de Nínive, y luego enojado porque Dios secó una planta. En ambas oportunidades Jonás exclamó y expresó su deseo de preferir morir antes de ver lo que estaba pasando (v. 3,9). En ambas oportunidades además Dios le dice: “¿Tienes razón de enfurecerte tanto?” (v. 4,9).

Es importante señalar que Jonás estaba muy molesto por dos cosas: la primera de ella, por la misericordia que Dios había tendido con un pueblo. Es interesante que muchas veces, sin darnos cuenta, nos enojamos porque no estamos de acuerdo con el proceder de Dios. Si analizáramos muchas de nuestras “rabietas”, nos daríamos cuenta que la ira es porque Dios no hizo las cosas como nosotros queríamos y esto está muy relacionado con la soberbia, que si es claramente un pecado.

Lo segundo que hace enojar a Jonás es la muerte de una calabacera. Y otra vez, Dios pregunta: “¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?”. Es como si el Señor le dijese: “Por favor Jonás, ¿Te estás dando cuanta de lo que está causando tu ira?” Muchas de nuestras iras son por cuestiones absurdas. Jonás estaba molesto por una planta que, como le dice el Señor: “sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció.” (v. 10). Pero si analizamos la
situación a profundidad, nos daremos cuanta que Jonás no estaba molesto por la planta en si, sino porque ya no lo iba a dar sombra. Es decir, porque afectó su comodidad o sus propios intereses.
Muchas de nuestras iras son causadas no por causas justas, sino porque afecta alguna de mis comodidades o mis intereses. Tocan mi orgullo o afectan nuestra imagen. Es por esto que para curarnos en salud es importante analizar lo que pueda estar dando origen a nuestra ira. No está mal el molestarse o airarse por causas nobles y hasta justas. Lo que está mal es airarse por cosas que tienen que ver con el proceder de Dios o por motivos egoístas. Ambas maneras de pensar están ligadas a la soberbia y por esto hay que evitarlas.
Por lo tanto, si las cosas que te están causando ira tienen están relacionadas con que no estás de acuerdo con como Dios está haciendo las cosas, por causas vanas y superficiales, por intereses egoístas, o por cosas que tu no te has esforzado y han crecido, pide al Señor que te ayude a ordenar tus emociones y a ver las cosas desde la perspectiva de él.

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