La carta

Estaba desayunando en la Veranda con vidriera de cristales multicolores cuando vinieron a la memoria algunas cosas de la vida común, sobre todo las inusuales existencias humanas. Recordaba el maquillaje de las famosas estatuas egipcias, ¡ah! y una carta que había leído hace un par de días, la leí y la guardé con la sonrisa de quien ha visto la muerte.
Pasaron muchas lunas, algunas lunas insensatas, otras lunas de mudez, lunas silentes, lunas, me encontré con el remitente de aquella misiva, ese ser salido de las aguas de Éfeso con secretos de manantial, -Se acercó-
-Y así empezó la cosa:
Nos reímos mucho de la carta, quizá por nervios o simple cortesía, esa noche, justo esa noche tarareó una canción:
“(…) entra en mi piel
Ven a despertar el volcán dormido
de mi sed de amar,
entra en mi ser,
entra sin dudar,
entra y olvida como regresar,
la la la la, la la la la la,
la la la la, la la la la la
la la aaaaaaaaaaaa”

-Me besó en el cuello y preguntó: ¿Puedes leer los besos?
Los besos son como carta de amor. Se pueden leer, pero también se pueden tirar sin abrir, -enfatizó- . Un beso puede significar “Hola” o “Buenas noches”, “Adiós”. Un beso significa “Hasta la vista”, “Bienvenido”, “Recuérdame” o “Buen Viaje” lleva consigo traición y muerte. Un beso es una prenda de felicidad, recuerdo, mentiras, promesas, deudas con intereses. Es un heraldo de alegría o de desgracia. A través de un beso, uno de nuestros cuerpos se va al otro…
Hubo un silencio en mi mirada, cerré mis ojos y,
-Entonces le dije: que había leído su carta en mi cuello.