El Perro Fiel (Novela sin terminar) Parte 15

in #literatura5 years ago

La silueta de Nico se movía de lado a lado, no podía ver su cara, pero sabía que estaba nervioso por algo, y dando un suspiro entraría con cuidado al establo, y con cada paso que daba dentro, Plata se ponía más inquieta, y no solo ella, si no el resto de caballos también.

_ Esto es algo… - dijo Tina tratando de calmar a Plata.

_ Raro, lo se… Los animales no suelen sentirse cómodos cerca de mí. -

_ No entiendo por qué, tu siempre has sido alguien cálido, bueno, los animales deberían sentir eso. -

_ Los animales también suelen sentir cuando alguien carga malas vibras, o es una amenaza. - Nico centro su vista en Plata, la miro de forma penetrante, y esta se quedaría quieta pero tensa.

_ Eso fue… -

_ Aun mas raro… por eso no suelo acercarme a los establos. -

_ ¿Es decir que tú nunca has montado? -

_ Nunca. - Nico voltearía a los lados mirando a los demás caballos estar tensos con su presencia, luego sentiría la mano de Tina tomar la suya y un ligero tirón – ¿Qué haces? -

_ Demostrarte que no eres una amenaza. - dijo llevando la mano de Nico hasta la cabeza de Plata para que le acariciara, pero esta relincharía nerviosa y se alejaría súbitamente – No lo entiendo. -

Nico bajaría la cabeza suspirando, se le notaba fatigado y estresado – Los animales también pueden sentir cuando alguien no está de buen humor. -

_ ¿Te paso algo? - dijo mientras trataba de clamar a su yegua.

_ No, es solo que… De eso venia a hablarte… Me iré, unos días. -

_ ¿Es por tu descanso? - dijo Tina tomando del brazo a Nico y saliendo del establo, ya había entendido que no era buena idea que permanecieran ahí.

_ Sí, vine a despedirme, mi iré mañana temprano. -

_ ¿Cuanto? -

_ Lo suficiente… - dijo mirando a lo lejos la puesta de sol – Necesito un buen descanso. -

_ Entonces… - Tina le abrazo enterrando la cara en el pecho del alto mayordomo – Cuando vuelvas y estés de mejor ánimo ¿Quieres intentar de nuevo con los caballos? Si funciona, te llevare conmigo a un paseo, claro, cuando estés libre y a mi abuela no le importe que te robe por un rato. - alzo la mirada y lo miro con ojos algo tristes.

_ Yo no creo que sea una buena idea… - miro esos grandes ojos marrones iluminados por la luz del atardecer, luego suspiro dándose por vencido – Lo intentare, pero si no sale bien, aun quiero dar ese paseo contigo. - acarició la mejilla de la joven, y esta tomaría su mano.

_ Es una promesa. - ella le sonreiría, su gesto cambiaría por uno un tanto dudoso, luego por uno decidido – Después de la cena, quisieras que hiciéramos… - Tina se quedaría pensativa un momento, pero antes de continuar Nico le seguiría.

_ Lo siento, debo preparar esta noche mis cosas, cuando vuelva ¿Ok? -

El gesto de Tina se tornaría desanimado, luego suspiraría suavemente algo decepcionada – Está bien, pero más te vale no olvidarlo. -

Ambos compartirían una cálida sonrisa, caminarían a la casa por un tramo, hasta que Tina se daría una última oportunidad de dejarse consentir, subiría a la espalda de Nico y seguirían su camino con los últimos rayos del sol, una vez ahí se despedirían, luego se dirigiría a aquel pequeño cobertizo, sacaría unas herramientas y descubriría lo que estaba debajo de aquella lona, era una motocicleta.

Se veía de un modelo clásico, rápidamente Nico sacaría y desarmaría aquel viejo motor con facilidad, una escena nunca vista, aquel mayordomo que siempre lucia elegante, con las manos y la cara llenas de grasa, con aquella mirada enfocada y atenta a los detalles como siempre, consiente de cada paso, se veía que ya tenía experiencia con ese motor, lo conocía de arriba abajo y de lado a lado, al derecho y al revés, y luego de tenerlo armado de nuevo mediría aquella máquina, se subiría al asiento, cerraría los ojos, y encendería la marcha de una sola patada. La vibración en el manillar, el sonido del escape, la suave aceleración, su agudo oído le decía que todo estaba en su sitio, solo un par de detalles, limpió con cuidado la vieja pintura de un tono negro satinado, pulió el escudo blanco y azul del tanque, la placa sobre el guarda-fangos delantero que marcaba “R12”, se limpió un poco la grasa de las manos y de sus anillos, se levantó, y admiro el trabajo.

Antes de salir el sol Nico ya estaba despierto, se podía respirar un aire fresco, más puro que en el día, solo tomo un bolso con cosas esenciales, botas, una chaqueta de cuero, guantes, y se dispondría a buscar su vehículo. La madrugada era tan silenciosa, le preocupaba despertar a los que aun dormían en la casa, así que para no incomodar a nadie empujaría la motocicleta hasta estar a una distancia adecuada, pero a mitad de camino se encontraría una sorpresa, Tina ya estaba esperándolo con Plata aun lado del camino.

_ ¿Qué haces ahí? - dijo con una pequeña sonrisa y un gesto de confusión
#.
_ Esperar… - dijo la joven vistiendo no más que una bata y unas botas sentada sobre una roca mirando al vacío.

_ ¿Y a qué esperas?

_ A ti… - volteo a verlo con una sonrisa para luego ponerse de pie.

_ Pues… Aquí estoy. - coloco el soporte a la motocicleta y se acercó a ella.

_ Quería despedirte. -

_ ¿Que no hicimos eso ayer? -

_ Quería despedirme cuando te fueras ¿Te molesta? -

_ Para nada. - acaricio suavemente el cabello de Tina que estaba algo despeinado, seguramente por el galope, luego la acercó a su pecho y compartirían un cálido abrazo – Volveré cuando menos lo esperes. - le susurro.

_ ¿Puedes llevarme contigo? - dijo en un tono mimado con la cara contra el pecho del joven.

_ Yo también necesito galopar solo a veces. - dijo en su oído y dejándola para ir por su motocicleta, mientras ella montaba de nuevo su caballo.

_ Si cuando vuelvas lo de los caballos no funciona, llévame de paseo en eso. - dijo sonriendo mientras veía que Plata empezaba a actuar inquieta, apurada por irse.

Nico solo le respondería con una sonrisa, empujaría su moto por un tramo hasta alejarse lo suficiente, mientras Tina lo veía aun a lo lejos, encendió aquel poderoso motor de una patada, tomo unos lentes oscuros de su chaqueta y le dedico una última mirada a la joven a caballo a lo lejos antes de ponérselos, finalmente aceleraría y se perdería en aquel horizonte donde los primeros rayos del sol se alzaban.

Aquella joven se mantuvo en su lugar, mirando como el otro se marchaba sin despegar la vista de este, hasta que esos primero rayos del sol la cegaron, era como si Nico hubiera desaparecido tragado por la luz, como si hubiera dejado este mundo, partiendo a otro donde no era capaz de alcanzarlo. Al volver en sí, se daría cuenta de que Plata ya estaba tranquila, normalmente se daría un tiempo para analizar lo que pasaba, el por qué los caballos eran así cuando estaba Nico, pero hoy no, aquella joven no podía pensar, se sentía como un barril de agua con una fuga, la partida de aquel pelinegro le había formado un vacío por donde se escapaba todo sentimiento, y mientras Plata a paso lento y paciente llevaba de regreso a su jinete a casa, aquel camino se cubría del rastro de melancolía.

Ya en la casa Tina regresaría a Plata a su sitio, y cepillaría su pelaje como de costumbre, mientras suspiro tras suspiro la joven esperaba que aquel agujero cerrara pronto, no le gustaba como se sentía, pararía un momento, dejaría caer el cepillo, y con ambas manos se daría unas ligeras bofetadas para despertar. Otro suspiro saldría de ella, esta vez era de frustración, no entendía por qué se ponía así, después de todo el volvería, y tenía sus propios asuntos en que pensar, ya que ese día iría al viñedo, si lograba demostrar que ya sabía recolectar correctamente las uvas lograría subir en la cadena de producción y estaría más cerca de poder dirigir el negocio.

El sol terminaría de mostrar su rozagante sonrisa, su luz se filtraría por aquellos viejos ventanales, y como un animal de hábitos, Tina se dirigiría a aquel gran salón, no sabía realmente que debía hacer, se paseó aun en bata por el entablillado, miro a su alrededor, se veía tan grande el vacío que había dejado Nico, o quizás, podría decir que estaba saturado de su ausencia. Para llenar algo de aquel vacío tomo uno de los sables del estante, camino al centro del salón, cerró sus ojos y se concentró en el peso del sable en su mano, se dejó llevar, quería volver a sentirlo, aquella emoción al pelear, así que se dejó caer en su mente, se zambulló en los recuerdos, y floto a la deriva en las corrientes, hasta que lo encontró, el Nico de sus recuerdos.

Aquella imagen frente a ella sacudió su ser, podía sentir como su corazón se aceleraba, como sus músculos se tensaban en espera, sentía el palpitar de su pulso en los vasos sanguíneos de sus pies descalzos, deseosos de saltar al combate, pero igual que el original, este Nico balancearía su espada como si jugara, provocando, esperando, mientras que el sable en la mano de Tina temblaba, estaba claro que era solo un recuerdo, pero estaba tan inmersa en ello, que su cuerpo físico lo manifestaba. Nico dio un paso, y ella respondió, tanto en el sueño como en la realidad, se ladearía y alzaría la espada, aún tenía sus ojos cerrados, normalmente alguien no podría mantener el equilibrio así, pero aquella joven tenía su conciencia en un lugar diferente, y su cuerpo solo era el reflejo de lo que pasaba ahí.

Tina quería atacar, pero se sentía pesada, era como si su cuerpo pesara el doble, lanzaba una estocada, pero Nico la desviaba con facilidad usando su sable con delicadeza, aquella joven no estaba consciente de eso, pero ese peso que acarreaba, era el instinto de su cuerpo físico, su mente volaba, pero su cuerpo, sabiendo que no podía hacerlo, se quedaba inmóvil, tenía que hacer a su cuerpo creer lo que estaba pasando en su mente. Nico embestía, y ella se defendía como podía, levantar su espada era como alzar un martillo mientras flotaba en un líquido denso, y al sentir el golpe potente de la espada del contrario Tina seria expulsada con fuerza de aquella ilusión. Todo lo que tenía ante sus ojos era una imagen borrosa, poco a poco se daría cuenta que miraba al techo del salón, había sido derribada por su misma imaginación, tal idea era tan inverosímil que le pinto una mueca de incredulidad, luego una carcajada.

Se levantó del suelo, aún tenía una sonrisa, pero sus ojos solo demostraban adrenalina y enojo, planeaba cobrarse esa humillación, curiosamente, quería desquitarse de un producto de su imaginación, el solo pensar que tenía una riña consigo misma le hizo reír de nuevo, las cosas ya no tenían lógica, fue de nuevo al estante, tomo la espada de practica de Nico, pero se daría cuenta de que esta era más pesada de lo normal, sabía que Nico era fuerte, pero era ridículo pensar en cómo podría mover una espada de ese peso con tal facilidad y ligereza.

Soltaría aquella espada tan pesada y volvería a tomar una más ligera, tomaría aire profundamente, esta vez no se dejaría llevar tanto, solo necesitaba recordar lo fundamental, aquel sentimiento que tuvo durante ese último combate. Con sus ojos abiertos materializaría a aquel joven frente a ella con dificultad, solo notaba una forma difusa y sin rostro, pero le inspirada el mismo sentimiento, aquella figura alzaría su espada, Tina haría lo mismo, se acercaron paso a paso hasta que las espadas rozaran, y aprovechando su largo brazo aquella figura lanzaría un corte a su cuello. La reacción de Tina fue tan súbita que la sombra de Nico no pudo mantenerse sólida, desvaneciéndose en un instante, volviendo a perder la concentración, seguido por otro suspiro, ya estaba por dejar caer la toalla, pero quería hacer un último intento, esta vez dejaría la espada a un lado, se sentaría en el suelo, y volvería en sus recuerdos a aquellos días en los que veía a Nico pelear con el aire, balanceando su espada con gracia y ferocidad, tratando de ver a través de esos ojos amarillentos, esos ojos enfocados, esos que tenía al prepararle un café, al examinar un vino, al darle un masaje, esos ojos, que la miraron igual aquella vez, y ahí estaba, ese sentimiento, invadiendo su cuerpo, resonando en cada poro.

Como hoja en el río, Tina se dejó llevar por ese torrente de emociones que la invadió, no tuvo tiempo de ir por la espada, no hacía falta, su dedo señalando era suficiente para dirigir el sentimiento, como la batuta del director, y la orquesta era aquella visión de un danzarín de cabellos negros. Dando giros, pasos rápidos, vueltas, y estocadas, aquella joven alcanzo su tan deseada visión, estaba invadiendo un mundo de sueños, usurpando un lugar de fantasías donde los mortales no podían ir, viviendo un momento eterno con una ilusión, la música era el latir del corazón, la danza, era el combate, enfrascados en una lucha por mantener vivo ese sueño un poco más. De pronto aquella danza en paralelo daría un giro, aquel espadachín de ojos dorados le enfrentaría, arremetiendo con su sable, rápidamente Tina se defendería, pero en su mano vacía ahora había una espada, aquella fantasía se había vuelto un sueño vívido, aquel alto joven cerraría la distancia, se mirarían de frente, y los vio de nuevo, esos ojos, penetrantes, fijos, atrayentes, seductores, toda una trampa mortal, lo que fue un bello vals, estaba por volverse un sensual tango.

Pisada, estocada, vuelta, corte, espadas giraron, filos brillando, Tina había entrado en una especie de estado elevado, su cuerpo era una espada, sus ojos eran su ser, por primera vez podía ver todo el panorama que se le enfrentaba, noto detalles minúsculos, como si fueran un código oculto, los movimientos de Nico siempre trazaban un patrón con su espada, y otro con su mano libre, noto como esa mano nunca estaba sin hacer nada, como si su mano libre sostuviera otra cosa, y ahí fue, al darse cuenta de aquel secreto supo que esa batalla ya estaba perdida desde la primera estocada, pudo ver en su cuerpo líneas luminosas, y lo supo, ese secreto, luego voltearía a ver a esa ilusión – "¿Al fin te diste cuenta?" - le dijo con la mirada, y desde esa mano vacía saldría un potente haz de luz, su espada se había vuelto polvo cristalino, quedando suspendida en el aire, y como una burbuja en la suave briza se fue elevando, ya sabía que su tiempo en ese mundo había expirado, luego ese joven de ojos dorados se elevó con ella - "¿Una despedida?"- estiró su mano para tocar sus dedos y al mínimo rose ese sueño se volvería fino polvo luminoso, con una suave brisa arremolinada este fino polvo se fue reuniendo frente al pecho de Tina, y ahí pudo verlo, ese oscuro vacío que le había dejado con su partida.

Aquellos brillantes granos de sueño se fueron escabullendo todos juntos en aquel vacío, mientras más se juntaban, más brillante era, finalmente un destello segador traería de vuelta a Tina, esta vez viéndose a sí misma en el suelo boca abajo, se puso de rodillas posando su mano sobre ese lugar donde sentía aquel terrible vacío, solo para darse cuenta que no estaba ahí, luego un suave tinte rosa invadiría las mejillas de Tina, sentiría un tierno calor brotando de su pecho hasta su cara, y una sonrisa se pintaría con la delicadeza de la pincelada de un maestro, él no estaba ahí, pero nunca la dejaría sola, y con él en su pecho, era capaz de esperarlo sin problemas, porque él se lo dijo, él lo prometió, el, volvería a ella.

El día transcurrió como siempre, comería con su abuela, reirían, hablarían de todo y de nada, menos de Nico, pasaría sus tardes en el viñedo, avanzando en su aprendizaje, conociendo cada detalle de las uvas perfectas, ganando confianza entre los trabajadores, y aquel joven mayordomo seguía fuera de su mente. Otros días seguiría en la perfumería, cargaba cestos de diversas flores, conocería cada aroma, y practicaría una y otra vez el cómo realizar correctamente un buen perfume, y aquella alta sombra nunca se asomó por su mente, no porque lo hubiera olvidado, eso era imposible, no porque no le importara, eso era impensable, simplemente no necesitaba pensarlo, ya que siempre lo sentía en su pecho, porque cuando se siente algo, no hace falta pensarlo.

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