Siempre lo supe... Soy yo quien serena tu avaricia por sentirse amada. Sabes que siendo complaciente, recibirás tu porción de gozo. Eres mía, me perteneces…

Como dueño de tu placer, te tengo a mi antojo. Domino esa disposición de ser amada, agendo besos y abrazos según mi conveniencia: mi objetivo es llenarte de delicia.

Sumisa mestiza, me gustas. Inquieta y ansiosa, me desbordas. Dócil y algo sadomasoquista, siempre te hago mía.

Heme aquí, otra vez, en tu casa, en la que rechinan y crucen las maderas a la par de tu soledad… solitaria belleza de curvas infinitas, he venido por ti… Por ti que has dejado pistas de tu morbo, trampas de olvido, señales de hálitos corrompidos, todo para seducirme; pero eso no funciona conmigo, porque yo soy tu feudo.

Yo disfruto de acecharte de morbo, de ingeniarme límites para recurrirlos, de ir menguando fantasías en las que conoces a esa mujer que luce diferente cuando se ve al espejo y mira su divino cuerpo, el cual está envuelto en la realidad más exquisita de su libertad sexual.

Pero, ¿realmente te has preguntado si eres libre? ¡No! ¡No lo eres! Esa piel que clama mis besos me pertenece, tu cuerpo trabaja sus angustias de avidez para cobrarse mi sexo y aquellos pensamientos en que se enciende tu deseo, tienen mi nombre escrito.

Eres la prisionera de mis ganas y resultaste afortunada, pues, tengo recurrencia de hacerte lo que me da la gana, como me da la gana y cuando yo quiera, porque eres mi esclava, me perteneces, aunque no haya maltratos físicos y sí existan algunos emocionales.

Y cada que te tengo, devoro el manjar que se halla al centro de tus caderas, pacto diálogos llenos de “m” con tus pechos redondos, te halo el cabello, te prenso y así la fruición te obliga a ser quien cumple lo que mi codicia te ordena para inflarme el ego de endorfinas y la escena visual de dominación.

Obligada estás a quedarte añorando un beso cuando asfixio los aires de tu deseo. Obligada a exclamar con ruido sonoro lo que tu respiración entre cortada olvida gritarme. Estás obligada a padecer las embestidas de mi ser dentro y fuera de ti, inundándote las entrañas, alterándote aquella calma que pide caerse de tu bendito cielo a las tinieblas de un extraño infierno. Obligada a complacerme estás, mi esclava.

Llega el clímax ipso facto cuando las miradas detenidas se aceleran, no parpadean; ahí están, sintiendo lo que la hipnosis de nuestros cuerpos fusionados ha clamado. Tus múltiples orgasmos ahora observan el mío que, vibrándote los sentidos, te hacen sentir extasiada, la dueña de este servidor.

En la calma de todo el pudor, reflexiono…

Me he dado cuenta que mi ambición de hacerte mi esclava me ha vuelto en verdad un esclavo de ti, porque por más que yo te haga lo que me dé la gana, soy el que te carga, te cambia de posición, soy yo el que se mueve, sube o baja, el que planea su estocada, en su tiempo y sus ganas, pero siempre teniendo en cuenta que quien propone algo, lo debe cumplir.

Aquel que se cree dueño de alguien o que cree que una persona le pertenece, sin darse cuenta se ha hecho esclavo de lo que solo esa alma le otorga.