Aquí con la noticia de que las autoridades en salud de México prolongan las medidas de distancia hasta el 30 de mayo, es decir un mes más de lo que ya habían dicho. En realidad no es mucha sorpresa que digamos. Ya esperaba que algo así se fuera anunciando en cualquier momento.

Entre que si son peras o son manzanas, no es precisamente prudente salir de casa más allá de lo indispensable. Pero saben una cosa, me he dado cuenta de mi necesidad casi intrínseca de ir a la cháchara, al bazar, al tianguis.

El sentimiento inexplicable de encontrar una joyita en medio de un mar de cosas es fabuloso. Es como una medalla encontrar algo fabuloso que te estaba esperando solo a ti. Como aquella falda de seda Cacharel que me costó diez pesos hace como una década en las famosas pacas de Tepito. Ciertamente ha sido una hazaña difícil de superar en relación calidad-precio: una pieza auténtica vintage, de marca, de buena tela y en un estado de conservación bueno y por la mega ganga de diez pesos mexicanos (algo así como 50 centavos de dólar del día de hoy). Por supuesto que esa pieza sigue conmigo.

Me encontré viendo videos de un sujeto que vive en California, creo que en San Diego, pero que entre sus ratos libres se dedica a levantar cosas en la calle que la gente tira. Un paisano mexicano haciendo la luchita al otro lado de la frontera. En un impulso por saciar mis ganas salir a respirar el polvo de los puestos de viejo en el tiaguis, acabé viendo ese canal muy contenta de no tener que respirar el polvo y encontrando junto este sujeto las joyitas que tira la gente. Se llama Estilo de Vida El de la Tacoma, por si tienen curiosidad y lo encuentran en YouTube; y por cierto que parece que es una sensación entre el público suramericano (su acento norteño es muy pegajoso, la verdad).

Por otra parte, Mercado Libre y Amazon se suman en complicidad para tratar de saciar mi vicio de rascarle a la paca y a la cháchara bazarera. No es lo mismo, dirán. Y con toda razón que no lo es. Si compro en línea, hay que fiarse de las fotos, de la falta de detalles, de los comentarios de los compradores. No estornudaré por revisar un artículo, pero al menos no hay que salir de casa.

Confieso que compré en línea unas bolsas para hacer un jardín vertical y de paso medio saciar mis ganas de comprar cositas. Hace todo el sentido haberlas comprado ahí porque no sé dónde conseguirlas. Una vez en mis manos, me ataca una nueva duda: de dónde voy a sacar la tierra y las plantas si se supone que salir a comprar plantas no es esencial. Llegué al punto en querer incluso comprar bolsas de tierra por Internet, que es muy posible. Pero ¿y las plantas? Comprar semillas es el puro albur de lograr que crezcan. El mercado y el tianguis serían muy útiles para poder completar la pequeña misión de tener unas cuantas plantas más para la casa. Quizás me aguantaré las ganas y esperaré con ansias al día de tener que salir a comprar frutas y verduras al mercado y finalmente tener esa tierra. Mientras tanto me imagino caminando por pasillos de tantas cosas que no compraré.