Tu palabra, tu bendición.

Que tu boca y tus palabras sean instrumentos de bendición.

En estos días que vivimos tan agitados, llenos de situaciones que muchas veces calificamos de injustas, momentos en los que la rabia y el estrés pareciera ganarnos la batalla, escuchamos a granel, el maldecir como algo cotidiano.

Soy un convencido y partidario, que en esta dimensión, no solo venimos a tener una experiencia carnal, sino que también venimos a evolucionar de manera espiritual. Aquí en la tierra, experimentamos los dos planos e incluso las dos dimensiones: Luz y oscuridad, pudiendo ser estas construidas desde lo que decimos, porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:44-46) así digamos las cosas “en broma”

Con el poder de la palabra, Dios creó al mundo y todo cuanto este existe, y siendo nosotros hijos de Él, también ayudamos a la construcción de nuestras realidades con todo lo que decimos, repetimos y afianzamos.

El optar por bendecir en situaciones difíciles, no significa ser condescendiente o cobarde con el que comete un acto injusto, por el contrario, es blindarte de valentía y saber que una bendición dicha desde lo más profundo del alma clama hasta las aguas más agitadas, hasta el momento no he sabido que maldecir a alguien o algo disipe las tinieblas.

Si queremos contrarrestar algún mal no podemos estar lanzando blasfemias o maldiciendo a alguien, puesto que los oscuros se nutren de la fuerza contenida en las palabras bajas, eso es trabajar en su mismo nivel y ellos terminan fortalecidos, por el contrario bendigamos, seamos luz que disipe toda sombra.

Mi mensaje para esta semana: Dios bendice a Venezuela.

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