Decreto de guerra. La corte malandra. Cap.3

in #mspsteem6 years ago


Kiev, escenario de guerra urbana. Fuente: Corbis

3

La colecta del día anterior fue demasiado buena, así que deciden repetir hoy la misma rutina, para ver qué recogen. La diferencia es que no hay ningún dato. Pero eso tampoco es un problema. De hecho, Jeison agarra el celular y llama a un buhonero en el centro que le tiene rabia a los ricos y le dice que cómo está el movimiento por ahí.

Luego de una conversación de varios minutos, le dice a sus compañeros que hay unas vainas buenas en unos supermercados de Turmero. Al parecer, el centro de Maracay está muerto, ya la gente ha cerrado sus negocios y se disponen a pasar unos días de paz y tranquilidad y recibir el año nuevo.

Para muchos que trabajan en la calle, es un alivio regresar a casa. Van a regresar con sus familias, a recibir el nuevo año y disfrutar el fruto del trabajo. Otros se van de vacaciones. Eso es la prosperidad que significa trabajar, ser alguien productivo, en simplemente, no dejarse llevar por la corriente de maldad. Se trata de tener dignidad y vivir con la conciencia tranquila. Eso vale más que muchos millones.

Es a Jeison quien se le ocurre bajar al malandro Ismael, un ánima de importancia dentro de la corte malandra. Así ocurre. El ánima les dice a todos que salgan a buscar la plata, que se está cayendo por el suelo y no hay nadie que la recoja. Al terminar aquello, todos se dirigen con entusiasmo al cuarto donde guardan todo aquello que usan para delinquir: armas, celulares, cuchillos, ganchos, barras, cizallas, pasamontañas, pañoletas, lentes, guantes quirúrgicos, etc.

El carro está encendido y todos afinan sus últimos detalles. No saben bien a dónde van, pero saben que adonde vayan encontrarán plata o algo de valor qué robar. Así, pronto se descubren saliendo del barrio. El chofer, que hoy es Jonson, pregunta para dónde. En ese momento ven un carro y se les ocurre organizar un secuestro express.

Siguen aquel carro y pronto se aburren. Ven una licorería, entonces se estacionan y sale Washinton y Michael Jordan, con sus pasamontañas puestos. Entran y se escuchan unos gritos ahogados. Medio minuto después, salen, con bolsas en las manos y Michael Jordan lleva dos paquetes debajo de uno de sus brazos. En el carro se preguntan cómo no se les cae.
Entonces se montan y arrancan a toda velocidad. No saben a dónde van. Cuentan:
— no joda, esos tipos estaban venados, dos jevitas en la caja que gritaron cagadas hasta que les pusimos las pistolas en la jeta, se quedaron calladitas. Abrieron las cajas registradoras mientras que Michael Jordan revisaba. Allí consiguió los tripack de Etiqueta negra, papá, esta noche bebemos Whisky. De paso, ¡las cajas registradoras estaban full de billete! ¡No joda, si así llueve que no escampe! —Siguen avanzando dentro de Turmero; pero saben también que eso es peligroso, por lo que deciden meterse de una en la intercomunal.

A pesar de la cola, ya están allí. Entonces, deciden lo que van hacer. Una muchacha que trabaja de doméstica en una quinta de Cantarrana dice que la familia que vive allí se ha ido de viaje. Dice que esa casa no tiene vigilancia; aunque sí sus sistemas de seguridad, o sea, la cerca eléctrica y puertas blindadas. Pero la casa no tiene ni circuito cerrado ni alarmas. Además, es una calle ciega, poco transitada (por lo que cualquier carro que pasa por allí llama la atención) así que deciden todos, poner rumbo a una de las urbanizaciones más pudientes de Maracay, al norte de la ciudad, más arriba de Las delicias. Pero… el viaje estará lleno de fastidio. Mucha cola en la intercomunal.

Como en el fondo tienen flojera y en la cola se mezclan con el resto de los vehículos, no llamando la atención, deciden no buscar una vía alterna para llegar al destino. Mientras, se dedican a destapar uno de los frascos de whisky. No hay vasos ni hielo, pero eso tampoco es problema porque se ponen a beber de tapita. En el camino, surge un negocio de esos de víveres, donde venden de todo. Se detienen. Sin novedad, compran una bolsa de hielo y vasos. Reanudan la marcha.

Antes de entrar a Maracay, ya han bebidos varios tragos, aunque la botella no baja. Es mejor así. Luego, toman camino por la Casanova Godoy, a pesar de que va a ser un fastidio por la cola permanente que hay en esa avenida.

Se meten por La cooperativa, un sector popular por cuyas calles posible es llegar a cualquier parte del norte de Maracay. Comprueban que el ritmo no es tan agitado como parece, sólo en el centro comercial y en la avenida principal de Las delicias hay convulsión.

Sin embargo, superan ese sector sin mucho problema, a pesar de que la cola no avanza muy rápido. Ya se han bebido la mitad de la botella y van llegando a su destino. En la caseta dicen que van a casa de la familia Cortez y dan el nombre de la calle, por lo que el vigilante los deja pasar, anotando las placas del vehículo.

Van avanzando poco a poco, pillando las casas, ¿quién quita que puedan venir en una próxima oportunidad y dar otro golpe? Así que van pillando toda clase de detalles posibles. Los carros los impresionan. Toda clase de últimos modelos. Ven una Merú estacionada, y la quieren robar, pero se quedan tranquilos. Es muy riesgoso.

Van por lo seguro y al llegar a la casa, se dan cuenta de que el dato es bueno, ya que la calle está escondida, las casas están separadas unas de otras, hay muchos árboles y además, parece que todo el mundo se fue de viaje. Ideal para cometer un robo.

La entrada es una reja blindada que logran abrir, pueden violar la cerradura. No hay perros. Y tampoco carros. La puerta principal es un formidable obstáculo y la banda renuncia a tan siquiera, tratar de abrirla. Van a la parte de atrás donde hay otra puerta. Ésta cerradura es más convencional, por lo que pueden violarla y ya están adentro de la casa. Al abrir la nevera, ven que queda todavía comida navideña y otras cosas, como helados, dulces vainas para picar, así que se entregan con gula a comer todo lo que consiguen. Sin temor agarran todo lo que ven, porque antes de entrar a la casa se han puesto los guantes quirúrgicos.

Paul y Jonson van registrando la casa, mientras que el resto va saqueando la cocina. En la sala, encuentran un bar inmenso, de donde saquean bastante caña. Llevan las botellas a la cocina y se ponen a comer. Mientras, Jonson va registrando la casa; pero luego los demás se suman, poco a poco. Revisando cada habitación de la casa, descubren diversos botines: desde ropa, hasta prendas de oro; desde dvd´s y tv´s hasta un Iphone; por supuesto, escondidos entre gavetas, consiguen dinero, en varias monedas: euros, libras esterlinas, dólares y bolívares.

Como hay mucho para cargar, agarran unas maletas que encuentran y meten todo allí. Salir de allí fue aún más sencillo que entrar. Washinton maneja y va medio rápido, pues no quiere llamar la atención de la policía. Evita las calles y se mete por la avenida, donde sabe que la policía no monta muchas alcabalas.

Al salir definitivamente de Maracay, consiguieron cola en la intercomunal; aunque era de esas colas que avanzan. Ya se han bebido la botella de whisky que destaparon y van por las otras.
Al rato, llegan a Paya y unos minutos después están en su guarida. Entonces sacan su botín y comienzan a contarlo. Siguen bebiendo y fuman marihuana. Todos, menos Jonson, fuman tabacos e invocan sus santos, riegan caña en las estatuas, y comienzan a efectuar sus rezos.

Como por mandato divino, salen Jeison y Washinton directo a la calle. Caminan y ven a un chamo que nunca habían visto por ahí. Aprovechando una vereda oscura, lo asaltan y le quitan los zapatos y le dan varios cachazos. Una calle más abajo, encuentran a unos borrachos bebiendo en una acera. Les caen y les quitan la botella de caña clara, que estaba por la mitad.

Ven a un chamo que le está echando los perros a la hermana de Paul, entonces le caen encima y le dan entre los dos una verdadera paliza. Dejan al chamo tirado en la calle, semi inconsciente.
Iban de regreso a la guarida, cuando una muchacha morena aparece caminando. Aún es temprano, las 8 de la noche. La muchacha viene de su trabajo y está contenta pues es su último día y le vienen 5 días de vacaciones que le caerán muy bien.

No se percata que la van persiguiendo. Entonces, cuando aparece un terreno baldío, oscuro, los delincuentes caen sobre ella y la arrastran a los matorrales. La someten y la golpean.
— ¡si gritas, te mueres aquí mismo, puta! —dice Jeison y entonces, la muchacha se queda quieta, tiene todo su cuerpo tenso; pero está quieta, podrían matarla allí mismo. Comienzan a desnudarla y la manosean. Jeison comienza a violarla. Al penetrarla, la chica emite un gemido de dolor, que calla, por temor a que la lastimen aún más. A medida que el delincuente se complace, la chica se hunde entre sus lágrimas y el horror. Jeison termina y luego viene su compañero.

Comienza su acto y agarra la pistola y se la pone en la sien a la chica y le dice que gima, como si le gustara:
— anda puta, dilo —le dice varias veces y la chica accede. Luego sigue:
— ¡papi qué rico, acaba adentro! —y obliga a la chica a decir eso y el delincuente termina. La chica no aguanta más y comienza a llorar, ambos se retiran caminando, tranquilos, bebiendo su botella.

Siguen caminando y ven que la gente que va por allí se meten por otras calles o se meten en sus casas. Jeison entonces saca su pistola y dice:
— ¿están cagaos, mamaguevos? —y dispara tres veces al aire. Siguen caminando, riéndose. Al terminar de beber la botella, la arrojan contra la pared de una casa. El estrépito hace ladrar a unos perros.
La gente se comienza a enterar sobre lo que ha pasado. De inmediato, muchos padres les ordenan a sus hijos no salir y quienes iban a la calle, se quedan con las ganas. Vale más quedarse en casa que salir a la calle y exponerse. Una señora, implora, con un rosario en sus manos y mirando al cielo:
— ¡señor, cuando será que vas a traer paz a este barrio! ¡Diosito, no te olvides de nosotros! —Al rato, llegan a la guarida, donde empiezan a contar aquello que acaban de hacer. Entonces, por joder, Jonson le dice a Washinton:
— marico, batiste chicha —y todos se ríen, menos Washinton, que los manda a todos a lavarse ese culo.

Prosiguen con la bebedera de caña. Se beben lo que consiguieron en la quinta y fuman marihuana. Aquello prosigue hasta las 5 de la mañana, justo cuando los primeros trabajadores se levantan para irse a trabajar. Procuran no pasar por la casa.

Una de esas personas es Miguel Pérez, quien se ha enterado de lo que ha pasado y anoche, antes de acostarse, supo de la muchacha que violaron. La impotencia que le llena es igual a la rabia que siente. Pero con unos hampones tan peligrosos como ellos y que están apoyados por la policía, es mejor cuidarse las espaldas.

Por eso va hablar con el Subcomisario Alarcón, que siempre hace guardia a esa hora. Comienzan hablar. Miguel le cuenta de los desmanes que comete la banda, incluso, la violación de anoche. Entonces, el policía le dice que ellos siempre van a esa casa y no ven a nadie y que además, todo policía o fiscal que se mete con ellos, termina muerto. Así que le dice resueltamente, que deje eso así y que se cuide.

El señor, se le queda viendo al policía, quien lo ignora. No lo puede creer. Si la policía no puede ayudarlo, eso significa que él y sus vecinos están solos. Ya en su trabajo, en una construcción en el sector de La morita se le ocurre una idea: ir donde unos amigos que son hampa vieja, de esos que no se meten con nadie del barrio y que justamente se raspan a los azotes. Entonces, esa idea le da un nuevo ánimo, como sea, el barrio va a volver a la tranquilidad.

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