¡Oh, Capitana! ¡Mi Capitana!
- ¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! –declamó con voz potente-. ¿Quién sabe de dónde es este verso?. Vamos, ¿nadie lo sabe?. (1)
Resulta muy probable, mis queridos amigos, que si habéis leído esa maravillosa recopilación de poemas, que lleva por título ‘Hojas de hierba’, sepáis contestar la pregunta que los sorprendidos alumnos del estirado Colegio Welton no supieron responder al Señor Keating, su recién estrenado profesor de Literatura: Walt Whitman.
Podría decirse, introduciéndonos en el maravilloso mundo de la metáfora, que Walt Whitman es el espíritu burlón –en vista de la tragedia, casi podría calificársele de poltergeist- que enturbia la trama de la historia y que de hecho, pone patas arriba los cimientos de una sociedad ‘ciega de mirar sin ver’, como diría otro hijo predilecto de la Musa, como fue mi –quizás también vuestro- adorado Don Antonio Machado.
Quien haya leído el libro o en su defecto, quien haya visto la película –genial Robin Williams en su papel del profesor Keating, ¿no les parece?- recordará que el lugar de iniciación que éste utilizaba para ‘abrir los ojos’ de un grupo de alumnos con posibilidades de llegar a recuperar el sentido de la vida, era, como los tiempos antiguos, una cueva. El agua, ya les adelanto, sería también un templo ideal.
Con esto les introduzco en la breve ensoñación que me hizo recordar precisamente este libro y sus capítulos, digamos, más entrañables, cuando paseando por la ribera del Gran Estanque del Retiro, aquí, en ese, mi Madrid que cada día aprendo a querer más, observé a tres mujeres en una barca –si fuera supersticioso, que no lo soy, diría que podrían haber sido el arquetipo perfecto de las tres Gracias: Eufrósine, Áglae y Talía- y no pude evitar preguntarme a mí mismo, qué maravillosa novela no hubiera sido también, si en lugar del Club de los Poetas Muertos, su autor, Kleinbaum hubiera invertido la situación y hubiera titulado su novela el Club de las Poetas Muertas.
De manera que, viendo a una de ellas levantada cerca de la proa de la pequeña nave -hermana gemela, quizás, de aquélla otra en la que Don Pío Baroja o el señor Azorín coqueteaban también con las Musas en las alegres noches del Retiro- barajé la posibilidad, de que ellas también estuvieran abriendo los ojos y llevadas por el espíritu indolente y siempre a flor de tierra de Whitman, estuvieran recitando sus versos, si bien con una ligera variación:
- ¡Oh, Capitana! ¡Mi Capitana!.
Carpe Diem.
Notas, Referencias y Bibliografía:
(1) N.H. Kleinbaum: ‘El Club de los Poetas Muertos’, Licencia Editorial para Círculo de Lectores por cortesía de The Walt Disney España, S.A., Barcelona, 1991, página 31.
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[Martial, latin poet]
Ars vtinam more
Animvm qve effingere.
Posses pulchrior in ter.
Ris nvlla tabella foret.
Arte
Ojala pudieras representar.
el carácter y el espíritu.
No habría sobre la tierra.
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