‘La fraga es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de la tierra; en sus cuevas se hunde, en sus cerros se eleva, en sus llanos se iguala...’ (1).

Quisiera que vieran esta catedral, bautizada con el nombre de Pulchra Leonina por esa madrastra que en ocasiones es la Historia, con la misma visión romántica a como Wenceslao Fernández Flórez veía, con ojos ciertamente pasionales, esa fraga de Cecebre, donde lo maravilloso es la espada de Damocles que se cierne sobre lo ordinario.

Imaginen, si desean embarcarse en este nuevo viaje que les propongo, que ese milenario y armónico conjunto que está considerado como una de las catedrales más relevantes del Arte occidental, y por lo tanto, Patrimonio Mundial, es, en realidad, una fraga: otro tapiz de vida apretándose dulcemente contra las arrugas de la tierra, como diría el mencionado Maestro Wenceslao.

Según entran, ¿no tienen la curiosa sensación de haber penetrado en un tupido bosque, cuando se sienten infinitamente pequeños frente a esas ciclópeas columnas, cuyas ramas se distribuyen a los cuatro puntos cardinales, cual metafóricos chorros de agua, para sustentar unas bóvedas, que muchas veces suelen contener estrellas, que imitan a esas otras que hay en el firmamento?.

¿Ven las hermosas vidrieras, con sus vivas tonalidades?. Pues imaginensé ahora, que son los mismos rayos del Sol que se filtran a través de la frondosa arboleda de la fraga y van abriéndose camino por sus sombrías oscuridades.

Porque la catedral, como la fraga, también tiene sus lugares sombríos; sus concavidades y cuevas, que son, aparte de la cripta, que generalmente suele rondar la girola y pocas veces está accesible al visitante, esas capillas que extendiéndose como riberas por los márgenes de ese río que desemboca en la Capilla Mayor, albergan una multitud vital, que les invita a asomarse a la ventana de su casa -consideren de ésta forma más romántica, el enrejado que les mantiene un pie fuera de ellas- y parlamentar con sus moradores, utilizando ese lenguaje universal de todo Arte y de toda fraga, que es el símbolo.

Fin de la Primera Parte

Notas, Referencias y Bibliografía:

Wenceslao Fernández Flórez: ‘El bosque animado’, Editorial Espasa Calpe, S.A., decimosexta edición, Madrid, 30-XII-1991. Estancia I: La fraga de Cecebre, página 39.

AVISO: Tanto el texto (excepto la cita referenciada), como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.

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[Martial, latin poet]

Ars vtinam more Animvm qve effingere. Posses pulchrior in ter. Ris nvlla tabella foret.

Arte Ojala pudieras representar. el carácter y el espíritu. No habría sobre la tierra. Imagen más bella

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