El cielo como destino. Escrito de mi autoria.

En mis momentos de libertad plena he conseguido aislarme de mis iguales,
otorgarme a mi mismo un espacio en la cómoda que suplanta a la condena;
una tibia meseta capaz de postergar mi delirio, un intento victorioso para el escape interior.
En primera estancia me dispongo a visualizar mi cometido y percatarme de las herramientas que necesitaré;
mi vigor encenderá cual hoguera rebosante de cuerpos sin replica, así que pienso de inmediato en una ejecución impecable digna de mi osadía.
Me planto furtivo e impaciente detrás de las cortinas, observando en todas direcciones cual ave rapaz sobre el contorno de mi morada; si el visitante imprudente merodea, interrumpiré mi acto en seguida.
Me tomo la molestia de no alarmar sus sentidos y conciencias hechos polvo, me sorprende que el aroma de lo abstracto se le mire de arriba abajo y se le tilde como crimen de lesa humanidad.
Aun así, el ritual se efectúa con o sin su consentimiento.
Primero está la opinión y mérito de uno mismo que la critica del cordero afanoso de tachar lo irreconocible.
Ya descartados los primeros vestigios doy comienzo al místico ritual, un estallido sutil propician mis manos y me coloco en posición, inhalo la grisasea niebla que se suspende hacia mi, se impregnan mis labios y parpados con una esencia inquieta, tan volátil y silenciosa como mi entorno.
En la primera bocanada se percibe el dulzor del capullo; saboreo el bálsamo escurridizo deslizarse sobre mis adentros, me inhibo de mis sentidos primarios pues ahora mi experiencia se intensificará, este escenario se muestra tal cual se ha confeccionado, finamente tallado por el tacto pulcro de una mente innovadora, sin duda alguna formo parte de aquello irreconocible.
Al igual que en otras ocasiones me he dejado caer en brazos del placer, siento el cobijo y regocijo que la calma me ofrece y se apodera de mi dejándome inerte en mi lugar.
Toda experiencia se torna fugaz y electrificante; mientras resido ahí, me siento vivo como la primera vez , curioso como un niño, sumergido en pensamientos y apologías que dedicaría a mi inspiración. Si la compañía de mi doncella se hace presente, siento como cada milímetro se desplaza sin dejar lugar entre nosotros, comienzo a elevarme con ánimos de tocar el cielo, pero ya he encontrado en el reflejo de mi sombra lo necesario para danzar.
Aprendo de mi mismo en cada ocasión y suelto de mi, lo que fatiga y pesa en mi ser.