Aun teniendo claro que pocas cosas hay en la vida, que escondan con tanta astucia la verdad, que la puja por el poder político -en general-; no obstante es imposible desconocer que el chavismo y el chavomadurismo, ya en los años '90, asomaron con muchísima claridad su decisión no solo de conquistar el poder en Venezuela, sino de jamás entregarlo conforme al principio democrático de la alternabilidad. No es difícil recordar, así, la inmensidad de sus gritos de guerra expresada con vehemencia en tales años y ratificada hasta los días de hoy... "¡Chávez hasta el 2021!"; "¡Chávez hasta el dos mil siempre!"; "Los enemigos no pasarán!"; "¡La revolución bolivariana llegó para quedarse!"...

Es que todo ello forma parte de la vertical, rígida, monovidente y antidialéctica cultura de la izquierda no solo de nuestra Latinoamérica sino de todo el planeta.

Parte de esa cultura es la noción de que "la vanguardia" que en un momento dado toma violenta o pacíficamente el poder, viene impregnada de un heroísmo que sus correligionarios califican como "histórico"; todo lo cual hace que la simbología ideológico-política que crean y proyectan esté cargada de apologías a los líderes; de mesianismos; de epopeyas rimbombantes... He ahí las propagandas de lo que fue la URSS, la China de Mao, los norcoreanos, la Cuba de Fidel, etc. He ahí la pertinaz propaganda de lo que en el siglo XXI se ha dado en denominar, chavomadurismo.

Aun con los sostenidos fracasos que a lo largo del devenir viene trazando sin cesar el modelo estado-centrista del socialismo de aquí, de allá y de acullá, la cultura de la izquierda insiste en militar en la creencia de que "sus revoluciones" son una suerte de "toma por asalto al cielo"...

Asociado a esto, está el desprecio a todo aquello que lleve consigo procesos electorales abiertos, plurales. Las únicas elecciones que generan a las tales vanguardias en el poder, caricias políticas, son aquellas que resultan cautivas, "de corralito", omnicontroladas por el partido de la revolución.

El caso de Venezuela viene resultando patético. Ello, más que todo por todo lo que lleva consigo la aguda sentencia asignada en los medios polìticos locales a la inteligencia de Teodoro Petkoff... "Es que la izquierda, no olvida, no perdona ni aprende".

Viendo al chavomadurismo con los ojos de hoy, hay que agregar que, aparte de la rabia que genera en el correspondiente presente, da -en el sentido justo de la palabra- compasión histórica .

Esta carta ha sido respondida un par de veces en términos de discusión, lo que en efecto ha generado que el autor haya dedicado atención al asunto. Están invitados los lectores de este post, a leer en esta red Steemit los escritos que éste ha concebido habida cuenta ese feedback.