CiudadAires

CiudadAire: I, La Carrera
Lo último que recordaba era a aquel baboso explotando en mil pedacitos. No lo había hecho ella, una esclava, pero se alegraba. Estaba completamente prohibido molestar a las jockeys y los bots de seguridad se lo tomaban muy en serio. Menos mal que la tocó a ella y no a Fugaz, su rata, porque si no su partida de este mundo habría sido mucho más lenta. Y dolorosa. Una buena rata de carreras valía más tokens que 100 niñas en esta parte del infierno, Tau Ceti.

Hoy iba a ser un día de carreras especial. Las ratas modificadas ya habían tomado sus dosis de fármacos. Eran drogadas crónicamente para empujarlas más allá del agotamiento y la gente de por aquí parecía que lo disfrutaba. Las niñas ya habían sido untadas con repelente para ratas, intentando que los mordiscos no acabaran con ellas antes de la meta.

Ciudad Aire era un eufemismo para la ciudad más caótica que la humanidad había podido imaginar en un planeta exterior. Cientos de pisos superpuestos, 500 millones de habitantes y ningún objetivo común, sumado al abandono por parte de todos los gobiernos de la galaxia, la habían convertido en la crême de la crême. La paz social que todavía imperaba en otras ciudades colmena se había roto hacia mucho tiempo en "La Nube".

CiudadAire: II, La Primera Curva
Esta carrera iba a ser mucho más corta que todas las anteriores. Las gordas babosas que apostaban entre risitas y poblaban el palco no sabían lo que se les venia encima. Las ratas ya estaban en sus cubículos de salida y un sonriente showman preparaba su revólver. Alegres mujerzuelas reían mientras comentaban qué jockey moriría primero.
Cuando Fugaz echó el primer vómito espumoso Ximena se asustó.

-El muy idiota de Garg se ha pasado con la Meta! -Estoy bien jodida, pensó la pequeña.

Garg era el entrenador de su barracón y se caracterizaba por ser la persona más estúpida con mayor poder sobre alguien en toda la ciudad.

Pensó brevemente en pedir la bandera roja, ¿qué era lo peor que le podía pasar si Fugaz se quedaba tirada en medio de la pista? ¿Que se la merendasen las demás ratas? Bueno, parecía un precio barato para escapar por fin de esta pesadilla y al menos se marcharía del Coliseo Industrial dando un buen espectáculo y sin dejar nada atrás. Cabrones.

Al sonar el disparo se abren 47 portezuelas y salen otras tantas ratas rabiosas disparadas. Con los ojos inyectados en sangre, son muchas las que a los pocos pasos ya están enzarzadas con la que tienen al lado. Dos niñitas salen disparadas al aire en trocitos mientras sus ratas se fijan ahora en sus respectivos cuellos. Antes de llegar a la primera curva son varias las corredoras que yacen muertas en el suelo. Y entones sucedió lo inesperado.

Una tremenda explosión voló por los aires una parte de la tribuna, precisamente aquella donde se encontraba lo más selecto de la Junta Económica.