Capítulo 53 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #spanish6 years ago

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Acuné el frío cuerpo de mi hermano y lo mecí igual que lo hacía con su pequeño cuerpo al nacer. Mamá me sentaba en una mecedora, con una manta gruesa colgando de mis brazos, y lo apretaba a mi pecho, justo bajo mi corazón. Me indicaba cómo debía sujetarlo para no herirlo, y al final me dejaba solo unos minutos. Ellos me hicieron prometer que nunca nada malo le sucedería, y tras el accidente me lo prometí yo mismo.

El cuerpo de Carter se enfriaba a estrepitosa velocidad, la sangre adhería mi pantalón al suelo y las lágrimas caían sobre su cabello negro. Me dolía en demasía tener a mi hermano entre mis brazos, después de tantos años en discordia. La última vez que lo abracé fue cerca del dos mil doce, cuando aún no conocía a Andrea y fui a visitarlo al internado. Esa vez sentí su cuerpo caliente y los latidos de su corazón. Hablamos, reímos, fuimos similares a los niños que jugaban calabozos y dragones.
Los recuerdos se agrupaban en mi cabeza como nubes de lluvia.me enfrasqué en la niñez y en la juventud, no en lo que fuimos cuando la adultez tocó la puerta de nuestras vidas. No quise recordar las peleas por las drogas, las mentiras, los sobornos, las amenazas o lo que Carter hizo para que mi verdadera identidad se descubriera. No quería recordar la presión de la carne traspasada por la hoja del cuchillo, el último brillo en su mirada, el sonido de su voz o la súplica para acabar con su sufrimiento.
Quería recordar lo bonito del pasado, sin la oscuridad del futuro. Mi hermano fue todo de adulto, pero siempre fue un niño adorable. Cuando comenzó a crecer, cuando sus obsesiones lo condujeron a caer y las malas decisiones lo hizo la persona que fue, ese niño adorable desapareció. Mamá perdería a sus dos hijos, de pronto, después de perder a papá. Eran demasiados golpes seguidos, fuertes, incurables.
En ella pensé hasta que las lágrimas se secaron en mis mejillas. Con dolor en mi alma, empujé el cuerpo de mi hermano a un lado y me coloqué de pie. La imagen, desde una altura promedio, era más horrorosa que entre mis brazos. Las lágrimas se aglomeraron de nuevo en mis ojos y una presión se acumuló en mis pulmones. Me estaba ahogando con mi misma saliva y me bañaba en las lágrimas de la muerte.
Sin nadie en quien confiar o a quien acudir, decidí enfrentar mis miedos y lo que ellos conllevaría. Mientras la imagen de mi hermano se abría paso en mis pensamientos, pensé en una decisión que acabaría con todo. Ya no buscaba purificarme o quedar como el santo bajo el cual me escondí. Ya quería terminar con todo eso. Matar a mi propio hermano fue el clímax de la historia, de mi obsesión y ambición. Levantar una mano en su contra acabó con mi mundo, mis esperanzas y ese deseo de al fin consumar venganza. Y no admitiría que olvidaría a Andrea; todo lo contrario.
Separé mis pensamientos. Por un lado estaba el cuerpo sin vida de Carter, y en el otro extremo se encontraba el palpitante corazón de Ezra. Andrea siempre fue mi prioridad, mi necesidad, de anhelo. Perderla de esa forma, sin oportunidad de quedarme con ella, era algo inadmisible. Yo le juré a Andrea que sería mía o de nadie. Aun en ese momento tan crítico, con sangre en mi ropa y un temblor que no abandonaba mi cuerpo, esa promesa se mantuvo latente en mi mente, como los latidos de un corazón.
Por otra parte estaba mi madre. Ella merecía conocer la verdad y que su hijo se convirtió en un célebre personaje de la Biblia. Mi madre siempre nos consintió las travesuras y nos cubrió con papá. Ella fue la mujer que nos educó e intentó que buscáramos el camino del bien. Sería injusto culparla por decisiones que tomamos cuando tuvimos sentido del razonamiento propio. Cuando Carter se convirtió en un drogadicto y yo asesiné a cuanta persona se me cruzó, ella siguió allí, fiel.
Mamá nunca me perdonaría lo que sucedió en ese apartamento, a mitad de mañana, la tercera semana de diciembre. Ella me culparía, me discriminaría e incluso sería capaz de enviarme a la cárcel. Sabía que debía hacer lo correcto, seguir ese subconsciente que no dejaba de repetir que cometí pecado. Miré mis manos y la sangre seca. El interior de mis uñas era igual a arañar plastilina roja. Cerré los ojos ante ellas y trague saliva.
No podía posponer por más tiempo lo que sucedía. Las sirenas se acercaban, los policías fraudulentos no me cubrirían, mi guardaespaldas se había marchado y dentro de mi apartamento estaba muerto mi hermano, con mis huellas en el cuchillo que adornaba su corazón. No se necesitaban más pruebas para culparme de ello y enviarme directo a la cárcel. El problema radicaba en que yo no quería ir a la cárcel. Eso sería denigrante para mi apellido o las personas que quedaba vivas y llevasen el mismo.
Era desprestigio para mi madre y el imperio que mi padre construyó. Al abrir de nuevo los ojos y con una ventaja de cinco minutos, hurgué en mi bolsillo y marqué el número de mi madre. Esperé las tonadas con el corazón en la garganta y un temblor en mi labio inferior. Cuando su voz llenó la bocina, asustada y algo perturbada, salí de mi anonimato y pronuncié por última vez aquella palabra que tanto me fascinaba.
—Mamá.
—¿Max? —preguntó ella confundida y nerviosa—. Dios mío, hijo. ¿Qué esta pasando? ¿Cómo es eso que mataste a unas personas y la policía te busca por ello?
Supuse que mamá me haría una serie de preguntas sobre la vida de criminal que llevaba. Era justo que quisiera saber sobre mí, mis locuras o lo que en mi mente pasó cuando accioné el arma contra tres personas inocentes y fui captado en video. Ella repetía una y otra vez la misma pregunta, taladrando mis oídos, acelerando mi corazón, asustándome al punto de desear correr a sus brazos, que me apretara y susurrara que todo estaría bien, que solo fue una pesadilla. Deseé tener diez años otra vez.
Cuando sus preguntas se tornaron incesantes y dolorosas, respondí:
—Es verdad. Yo las maté.
—¿Por qué, Maximiliano? ¿Cuándo mi hijo se convirtió en un asesino?
—Hace años, mamá —respondí al mirar el cuerpo de Carter—. Esto soy.
Ella gimoteó ante mi confesión. Una parte de ella quería creer que todo era mentira, que solo eran falacias de los periodistas que buscaban hundirme y desprestigiarme. Si le decía que todo era mentira, sería de nuevo ese hombre que engañó a Andrea desde la conoció, el que no se presentó antes con su hijo por temor a que lo rechazara, el que dejó sola a Milena ante la muerte de Freddy, y el que secuestró a Sam para tenerla a ella. Ya no quería ser ese hombre, ya no más, aunque era duro cambiar tan pronto.
—¿Dónde estás? —preguntó de nuevo—. ¿Por qué no te entregas?
—¿Y condenarme a vivir en una mugrosa celda toda mi vida? —respondí entre dientes, con el teléfono apretado a mi oído—. ¿Eso quieres para tu hijo?
—Fue lo que tú elegiste —afirmó mi madre, rompiéndome el corazón.
Habría aceptado que cualquier otra persona me dijera algo como eso, pero proviniendo de la boca de mi madre fue como el golpe de un boxeador. La voz de mi madre retumbó en mi cabeza como el eco en una cueva, hasta convertirse en una palabra más del montón. Dolió como el infierno, sí, sin embargo debía seguir adelante, debía contarle y explicarme los motivos por los cuales llamé.
Esa fue la intención de todo el circo. No obstante, algo me tiraba de regreso y me susurraba que no era correcto decir en voz alta que asesiné a mi hermano. Tampoco era correcto que la policía encontrara el cuerpo y me llevasen detenido, transmitido en televisión, donde la burla sería peor. Me debatía sobre la manera en la cual lo diría, y al final elegí el camino de los débiles y los cobardes: ocultar la verdad tras un te amo.
—Perdóname, mamá —mascullé entre lágrimas—. Perdóname por matarlo.
—¿De qué hablas, Maximiliano?
—Perdóname. —Fue lo único que logré pronunciar—. No merecías esto. Te amo.
Colgué de inmediato, caminé hasta las ventanas y arrojé el teléfono a la calle. No quería que la implicaran con el número de Maximiliano Hartnett. Toqué mi cabeza cuando las sirenas se detuvieron en la parte baja del edificio. Les tomaría un par de minutos apuntar a la cabeza a los guardias abajo y entrar. Tenía apenas unos segundos para terminar los asuntos pendientes. Caminé de un lado al otro, asustado.
Por primera vez en mis años sentí miedo de lo que no controlaba. Iría directo a la cárcel, con mis cómplices, entre ellos el desequilibrado de Leonard. Justo allí lo recordé u supe que antes de ser detenido o tomar la decisión final, debía hablar con él sobre un tema importante, algo que no dejaba de punzarme el cerebro. Busqué el teléfono que utilizaba para llamarlo a él y lo aplasté a mi oreja derecha. Solté un suspiro y necesité un fuerte trago de whisky para ejecutar la parte final de mi plan.
—Tengo la mercancía —respondió al otro lado.
—¿Fuiste tú?
—¿De qué hablas? —preguntó inocente.
—¿Fuiste tú quien mató a mi hijo?
Lo pregunté sin rodeos, sin ambages. No necesitaba sus mentiras en un momento tan culminante como ese. Ya todos nos quitamos las caretas, le mostramos al mundo cuando dañados estábamos por dentro. ¿Qué podía perder Leonard si me decía la verdad? Igual todo estuvo calculado desde siempre, como la forma en la que lo asesinaría a él. Leonard tenía un plan que me haría arrodillarme ante él, o eso pensaba cuando su cabeza aun maquinaba, y la desventaja que él tenía, siempre fue su mente.
Leonard pensaba que matando a Andrea lograría doblegarme y clavarme un puñal en la espalda. Ellos siempre creyeron que tenía el control de sus vidas, de sus decisiones, cuando todo estuvo calculado por una mente más ágil. Yo sabía que Andrea nunca dejaría a Ezra y tampoco sacrificaría a su hija. ¿Cuál era la forma de ganar? Cuando tus planes fallan, recurres a las segundas opciones, a los parches que reparan todo.
¿Cuál era mi parche? Siempre fue el mismo: Leonard Clarke. Al atentar contra Clarice él se segaría uy acabaría conmigo. Él eligió al punto débil, usando una contra jugada similar a la mía con Andrea. Cuando la parte débil fue eliminada, su curso se trazó hacia Andrea. Si también la desterraba de la faz de la tierra, lograría dar su golpe final. Sabía que acudiría a ella, así que le di la dirección de Samantha. Cuatro peces en una misma red, abiertos de boca por morder el apetitoso anzuelo.
La última jugada quedaba en mis manos, a mi merced y conveniencia. Cuando supe que no ganaría, ejecuté un plan B: implantar bombas en el edificio, controladas por un dispositivo cerebral. Cuando las ondas cerebrales cesaran y mi pulso despareciera, las bombas detonarían. Bien se lo dije a Andrea: mía o de nadie. Y como yo no la tendría, ninguno de ellos quedaría vivo, eso podían escribirlo en la puerta de mi celda.
Un sacrificio. Un alma sacrificada para que la venganza al fin se consumara. El alma de mi hijo sufrió un sacrificio por un bien mayor, algo que nunca nadie olvidaría.
Leonard tardó una eternidad en contestar. Cansado de esperar por una respuesta, corté el silencio y mascullé algo que muy dentro ambos sabíamos.
—Sé que fuiste tú. Tu silencio lo dice todo.
—Ojo por ojo —articuló detenidamente.
Al final supe algo que sospechaba. Leonard no tuvo impedimentos para matar a mi hijo, así que yo tampoco tendría obstáculos para acabar con el resto. Por mucho que amé a Andrea, una decisión debía tomarse. Solo la persona más fuerte sobreviviría para contar la historia, para marchar precedentes, para argumentar que el maldito hilo rojo del destino sí existía y sí podía quemarse con las llamas de la maldad.
—¿Qué harás, Max? —inquirió sarcástico.
—Dejaré que todo caiga por su propio peso.
No era mentira. Esa siempre fue mi intención. Leonard no merecía la cárcel o el manicomio, eso sería una fiesta para él. Ya estuvo en el infierno de la prisión y en la propia cárcel de su mente, así que la opción viable para erradicar la basura del mundo era acabar con ellos, pero antes de eso debía darle la esperanza de que gañó, que obtuvo su venganza. Leonard no sabía ni qué día del año era, así que dudaba que entendiera.
—Solo te pediré una última cosa —pronuncié como uno de mis últimos dictámenes después de años de búsqueda, de persecuciones, de trampas e injusticias para ellos. ¿Querían un final? Yo se los daría con bombos y platillos, ideal para el clímax de su apasionada historia—. Mátalos. Mátalos a todos antes de que yo te mate a ti.
—¿Incluida Andrea? —preguntó con un toque de victoria.
—Haz lo que quieras, mientras tengas tiempo.
Colgué, lancé el teléfono al suelo y lo aplasté con el talón de la bota. Mientras pisaba lo único que me mantuvo fuera del radar, observé la pistola en el suelo, junto al cenagal de la sangre de Carter. Mi corazón bombeó con rapidez, al punto de sentir el cuerpo más caliente de lo normal. Miré la pistola y el cuerpo. Repetí el proceso varias veces, hasta que cerré los ojos, me incliné y sentí el frío metal en mi palma.
No era sencillo culminar una vida tras otra, sin miedo a las represalias. Me escondí durante días, como un miserable, cuando lo que yo quería era ser libre. La cárcel nunca fue una opción para mí, y huir tampoco lo fue en ese instante. Estaba rodeado de policías, de sangre y golpes. Si cerraba los ojos y me concentraba, podía escuchar los pasos acercarse y los golpes en las puertas. Ni huir ni pelear eran opciones viables.
Bajé la mirada al arma y cargué la bala en la recamara. A medida que los pasos se acercaban y escuchaba que la policía gritaba mi nombre a través de la puerta, elevé el arma hasta mi sien. Lágrimas rodaban por mis mejillas, el sudor se deslizaba por mi espina dorsal y la sensación de no volver a ver a ninguna persona me erizó la piel. ¿Qué me esperaba del otro lado? ¿Volvería a ver a mi hijo? No lo sabía, nunca lo supe.
Llorar no solucionaba nada, tener miedo tampoco. Cuando cargué el arma y pulsé el gatillo con la punta de mi dedo, cerré los ojos y apreté los dientes.
—Mía o de nadie —concluí.
Cuando mi corazón golpeó, apreté el gatillo y mi vida acabó.

Sort:  

Oh maldito espero que no se muera que quede en estado vegetal y vea a Andrea feliz con Ezra

No lo puedo creer es lo mas ruin matarse que facil fue todo un cobarde hasta valor le falto para confesarle a su madre lo que hizo, si que estaba mal ese Max pero inteligente porque todo l o tenia calculado ....
Quienes sobreviviran a ese bombardeo ya quiero saber . Y no lamento la muerte de Max pero ne era la forma de morir por su propia mano.

Sentimientos Encontrados

Dolor por saber que todos pueden morir. pero Por Dios no lo puedo creer un asesino a sangre fría y decidió la salida mas fácil para el. Suicidarse era lo ultimo que esperaba que hiciera aunque en un momento lo pensé. Ahora bien siempre tuvo un plan mente brillante y como siempre Leonard su fiel peón. Creo que este es uno de los finales mas perfectos para el Cuervo....

Tu imaginación supera cualquier cosa por Dios.......

Es la primera vez que no quiero votar por un capítulo y no porque no lo merezca, sino porque me duele hacerlo.

Es como darle "me gusta" a la muerte de mi personaje favorito.

Desde hace algunos días comencé a creer realmente que esto pasaría, pero no tienes idea de lo mucho que me duele que sea de esta manera.

Me duele, Aime. Me duele como jamás imaginé.

No sé qué más decirte, no tengo palabras para describirlo.

Entre tantas opciones de final, en serio no imagine que se suicidara...sorprendida muy sorprendida...🤗👌

Mi dios!!! Esto si que fue sorpresa...jamás pensé que él mismo terminara con su vida... pero arrastrar con eso a más personas a la muerte?! OMG es demasiado... no puedo esperar a ver si mueren los cuatro realmente. 😢😢😢

Creo q nadie puede negar q esperaba q Max no terminara vivo, la pregunta era cómo. Tenía la idea d q los 5 se encontrarían en un mismo espacio y enfrentarían sus intereses, pero dado q muchas cosas escaparon del control d Max ya no fue posible, y eso incluyó la decisión d no afrontar el castigo ante la ley x los crímenes cometidos. Aún hasta el final, su último pensamiento fue para Andrea pero no para darle fin a su obsesión si no para perpetuarla. Lo d la bomba es la materialización d ello, la destrucción en su máxima expresión. Veremos quiénes sobreviven, cruzemos dedos para q sea posible.
Max construyó ladrillo a ladrillo su destino aplastando a su paso la vida d otras personas. Recompensa no obtendría x ningún lado. Así caen los villanos.

¡Santo Dios! Lo veo y no lo creo. Es que... ¡Jesús! Acabo de leer al mismísimo Caín de la Biblia! ¿Podría ser peor? Mi corazón sufre por él, por mi amado Maximiliano Hartnett. Esto me costará asimilarlo, estoy segura.

Yajure, esto es inadmisible. ¡No lo acepto! Me rehuso a pensar que él se suicidó.

Al final sintió remordimientos,culpabilidad respecto a su hermano y no tuvo el valor suficiente para pedirle perdón a su mamá ,no imagine que el se suicidara pero el se lo busco con tanta muertes,asesinatos , tenia que acabar así.
Ahora falta falta si realmente tuvieron una oportunidad Ezra ,Andrea y Sam ,estaré sin uñas por no se cuantos días.
Contando los días,horas ,minutos,segundos...que nervios.

woaww.... realmente me sorprendi no imagine que Max tendria el coraje para suicidsrse ainque ya no tenia nada que lo aliente a seguir con su vida, solo ultimo detalles de su plan que lo tuvo bien trazado desde su inicio y le dio la potestad a Leonard de finalizarlo, pero Max seria quien al final decide el todo...
un final inesperado...
pero sigue la tension x saber el final

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