¿De qué deberías estar más orgulloso, de la rapidez con la que contestas ante cualquier circunstancia, o de la capacidad de análisis de tus palabras para seleccionar las adecuadas?

Es cierto, responder rápidamente una pregunta puede dar la impresión de que somos muy inteligentes y locuaces, además indica que le estamos prestando atención a nuestro interlocutor y deseamos resolver su duda, por lo tanto, no hay nada de malo en ser agiles con nuestras palabras y reaccionar velozmente.

Pero, y que bueno que siempre existan los peros sino todo seria aburrido y monótono, las circunstancias y el desarrollo de la conversación nos darán señales si es oportuno o no responder directamente o por el contrario dedicarle algo más de tiempo a la selección correcta y oportuna de las expresiones que usaremos.

Caso 1:

Una dama le pregunta cómo se ve; generalmente cuando surge esta pregunta quien la plantea está buscando una aprobación y un elogio, no, no tiene nada que ver con baja autoestima, simplemente hay personas que le gusta que lo encomien por su apariencia física; la respuesta a este planteamiento parece fácil, un si o un no podría ser una respuesta lógica y acertada, pero sería lo errado, responder rápidamente y con una palabra de una silaba podría enojar a la demandante, lo adecuado seria detenerse un momento, observar los aspectos positivos de su imagen y a continuación mencionárselos.

Caso 2:

Alguien nos está acusando de algo que no hicimos; es complicado manejar esta situación, depende de nuestro estado de animo en el cual nos encontramos, mientras más estresado y cansado nos encuentre alguien para acusarnos de algo, de seguro la posibilidad de reaccionar de modo negativo será mayor, ¿y quien no se molestaría por ser señalado injustamente?

Sin embargo, recordemos que buscamos siempre pensar antes de reaccionar y de construir antes de destruir, con eso en mente quizás logremos calmarnos un poco y comenzar analizar la situación; seamos sinceros, nadie en su sano juicio anda por ahí marcando a posibles culpables, quien lo hace realmente cree y está convencido que a quien acusa es el responsable del problema, por lo tanto, en esta circunstancia, lo adecuado es escuchar, hacer preguntas indagadoras, explicar pausadamente tu versión de los hechos y mantener la calma, si lo hacemos así, lograremos que la persona llegue a la misma conclusión de nosotros y se disculpe, todo eso, sin gritar, sin molestarse con nadie ni hacer ninguna escena de drama innecesariamente.

Caso 3:

Recibimos un insulto o una mala respuesta; ¿Cómo reaccionamos? ¿Qué respondemos? Discutir con alguien que nos insulta es perder el tiempo y energías, la solución es fácil, ignorarlo, ley del hielo, simplemente como dice el dicho “a palabras necias, oídos sordos.”

¿Y si nos ganamos ese insulto por algo dicho o hecho anteriormente? Antes de que empezaras a analizar y pensar las palabras que vas a decir, quedaron varios cabos sueltos y heridas abiertas; lo inevitable, alguien enojado contigo viene arremeter contra ti usando malas palabras; si reconoces que eres culpable o que le diste motivos, lo mejor es disculparse con sinceridad o por lo mínimo soportar todo el drama, reflexionar sobre el asunto y tratar de no volver hacerlo.

A modo de concluir:

Solo intento meditar un poco sobre el uso de nuestras palabras, la importancia de elegirlas apropiadamente según la ocasión, la mayoría de los problemas sociales que tenemos derivan de un mal uso del lenguaje, no por la gramática, sino por la intención…

Existen centenas de casos que podríamos escenificar, y todas llegarían a la misma conclusión, con el poder de las palabras podemos crear o destruir…

¿y tú, te esfuerzas por pensar antes de hablar?