Tres chicas alrededor de un cuerpo desnudo. Dos cómplices que animaron a una fanática a cometer un delito. —¡Pronto vendrá!— clamaban frenéticas mientras sus ojos se iluminaban con un brillo lunático. —La sangre de esta pobre chica sí hará efecto —dijo una. —Claro, porque conseguimos una virgen—añadió otra con una sonrisa siniestra.

Líneas de sangre marcaban el pavimento de una calle oscura mal iluminada y poco transitada en las afueras de la ciudad. Tan solo se escuchaban algunos autos que transitaban por la carretera y los maullidos tenebrosos de gatos, buscando compañía para la noche oscura. Una de las chicas sacó un libro grueso de cubierta áspera y color oscuro. Pasó las páginas con determinación y comenzó a leer en voz alta, en una lengua indescifrable lo que parecía un conjuro. A medida que las palabras salían de su boca, la sangre adquiría un brillo azulado. De pronto, los bombillos de los postes cercanos se reventaron y una luz enceguecedora las cubrió.

Momentos después, las tres yacían en el suelo y desde el centro del dibujo que realizaron sobre el asfalto, lo que parecía un lobo las miraba con ojos amarillos y penetrantes. Las chicas estaban paralizadas del terror, aunque un tanto emocionadas, mientras el lobo se alimentaba del cadáver junto a él,. Luego de mordisquear y esparcir las entrañas alrededor, se aproximó lentamente, dejando ver sus dientes cubiertos de sangre. Crecía con cada paso que daba y ellas supieron entonces, por qué nadie vivía para contar la invocación de un demonio.