Frente a la furia de la naturaleza.

Frente a los desastres naturales, los humanos somos seres indefensos, el pánico se apodera de cada uno de nosotros, la furia natural, es sinónimo de daño y destrucción tanto de lo material como lo humano, traigo a colación esta inquietud, porque debemos ponernos la mano en el corazón, cuando vemos que fenómenos sacuden el piso, y en cuestiones de segundos o minutos se vienen abajo construcciones, carreteras partidas, cultivos totalmente destruidos, servicios de cable, luz, agua, afectados, y por supuesto pérdidas humanas. Será que la tierra habla, por tanto maltrato al que la hemos sometido y esa es su forma de manifestarse.

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Debido al cambio climático, estos fenómenos se han ido intensificando con el tiempo, llevando al deterioro del planeta, y por ende, dejando cicatrices en los países afectados.

De igual forma, podemos observar que hay una parte de la población que es la que más sufre, cuando se manifiesta la furia de la naturaleza como: adultos mayores, niños, mujeres embarazadas, por el hecho de no poder defenderse por sí solo. Son vulnerables por su condición de indefensos.

Cuando vemos a través de noticieros, redes sociales fotos y videos de los fenómenos y el daño que ha producido, sabemos que no son escenas de películas, pues no, son la cruda realidad, al que fue sometido una parte del planeta. Nunca se sabe, exactamente de cuántos fueron los muertos y los desaparecidos, porque las fuentes manejan números diferentes.

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Al presentarse los sucesos devastadores, los socorristas son protagonistas directos, pues exponen sus vidas para salvar a otros, trabajan incansablemente por días en esos lugares.

Pero, también es cierto, que olvidamos rápido, y las personas vuelven a construir en zonas como cabeceras de ríos, cerca de volcanes, etc, como retando a la naturaleza. Por la sencilla razón, de no haber una planificación urbanística que controle las construcciones en lugares de alto riesgo.