La maldición gitana

Llegó al pueblo el circo gitano, no son la clase de lugares que me gusta visitar, pero su música y colorido me sedujeron, caminé por sus galerías en busca de objetos curiosos para mi colección vintage.

Accidentalmente tropecé con una anciana gitana, su primera imagen ante mi vista me impresionó, quedé perpleja por dos segundos con los ojos muy abiertos. Su cara era como una vela derretida, la cuenca de uno de sus ojos estaba completamente vacía y el único ojo que tenía brillaba de una forma antinatural.

Presiento que se sintió ofendida por la forma como la miré, pero realmente no la vi venir. De un zarpazo tomó mi mano con la palma hacia arriba haciendo sonar los brazaletes que llevaba puestos, sin dejar de mirarme a los ojos, sosteniéndome la mano me dijo que mi destino cambiaría ese día, me soltó bruscamente, escupió en el piso y se perdió entre la multitud.

No sé por cuánto tiempo estuve parada en el mismo sitio con la mirada perdida, dejé de escuchar el ruido del lugar, un escalofrío se apoderó de mi cuerpo y no me permitía moverme. Llegó mi amigo Dani con un oso de peluche que había ganado en un juego para obsequiarmelo, esto me hizo volver a la realidad, me comenzó a doler la cabeza y quise regresar a casa.

Coloqué el peluche sobre mi cama y lo abracé a la hora de dormir, cuando quise cerrar los ojos para entregarme al sueño se me dibujaba el rostro de la gitana y sus palabras se repetían en mi mente impidiéndome conciliar el sueño, esa noche tuve pesadillas con un ojo que me perseguía a donde fuera.

Desperté la mañana siguiente cansada como si hubiera corrido un maratón, me reconfortó saber que mi oso nuevo me había acompañado esa terrible noche me sentí agradecida por tenerlo, pero cuando lo miro con detalle me di cuenta que inexplicablemente había perdido uno de sus ojos de plástico, no sé cómo pudo haber ocurrido, pero no le di importancia.

Mi madre había preparado el desayuno temprano y me dejó un sándwich envuelto en una servilleta, me dispuse a comerlo pero al primer mordisco que di sentí algo muy duro que casi me rompe los dientes, saqué la comida de mi boca y la coloqué en la servilleta, revisando el pedazo veo un pequeño objeto, lo tomé con los dedos y veo que se trata del ojo que mi peluche había perdido.

Esa mañana comenzaron a suceder una serie de acontecimientos extraños, me sentía observada y me parecía ver sombras pasar por mi lado. Fui corriendo a la cama asustada, busqué a mi oso para abrazarlo pero no lo encontré, me quedé ahí varios minutos con los ojos muy abiertos pero no vi nada.

Ignorando mi absurdo miedo decidí tomar un baño, abrí el agua caliente y entré a la tina, mientras me bañaba sentí algo peludo que tocabas mis pies, rápidamente lo saqué del agua, era mi peluche que estaba en la bañera totalmente mojado.

Durante varios días toda clase de hechos insólitos me sucedieron, pasé noches enteras sin dormir, sentía pasos en mi cuarto y alguien que se sentaba en mi cama cuando yo dormía, despertaba asustada de terribles pesadillas y al despertar lo primero que veía era un oso de peluche con un solo ojo que me recordaba a la gitana que había atraído la desgracia a mi vida.

Una madrugada tomé unas tijeras para romper al maldito peluche, lo corté en tantas partes como pude y de su interior salió lo que parecía ser un extraño amuleto envuelto en un pañuelo rojo.

Las manos me temblaban mientras sostenía ese misterioso objeto, desaté los siete nudos de cinta negra que ataban el pañuelo, la pata disecada de un ave estaba dentro con una foto mía y mi nombre escrito al revés. Lloré al recordar que el peluche fue un regalo de mi amigo Dani y que no había caído sobre mí una maldición gitana como pensaba.