Ella era una joven bastante confundida, su mente viajaba entre los extremos del cinismo y el buen comportamiento, atrapada entre un mundo de copas y humo, con memorias escasas y preguntas sin respuestas.

Su historia empezó, hace varios años, con su cuerpo juvenil ansioso de deseo pero lleno de rutina y compromiso.
En cada rostro ella veía un amor, que rodeaba de hadas y flores, pero al despertar solo hallaba a su conciencia susurrándole ¿que hiciste? y la sensación de estar sucia la embriagaba nuevamente.

No es un relato erótico lo que pretendo, así que obviare los detalles.

Noche tras noche huía en busca de algo que no encontraría, del abrazo y la caricia sincera; en cambio obtenía bebida tras bebida hasta que sus sentidos se nublaban y nuevamente amanecía con el susurro constante.
Le pedía al cielo recordar como sus brazos y piernas estaban golpeados o por qué sentía dolor o por qué estaría sola en esa cama, en un lugar desconocido.
No lo recordaba, pero sabia que se había entregado a ese y muchos otros, se sentía despreciable; sabia que ella en su lapsus desenfrenado de locura había sido la amante perfecta, la que no se opone, la que sabe hacer lo que las demás no se atreven, la que no sentía pena o vergüenza alguna.

De nuevo en su realidad, sabia que no era el entregarse lo que la hacia sentir mal, sino la forma en la que llegaba allí, con los sentidos apocados tras el alcohol, sabia que sus actos se iban lentamente de sus manos porque su capacidad de negarse se acercaba cada vez mas a cero.

Aquella joven vivió la misma escena vez a vez , mientras su alma se refugiaba en el mas cálido "todo estará mejor"

Hoy quise escribirle:
Pequeña mujer, no temas mas al rechazo foráneo ni al propio, no te juzgues mas por tus actos, conócete, quierete, amate, y sobre todo...

Perdonate

Porque eres una mujer hermosa, inteligente, capaz de entregarte y sentir el amor mas puro. Busca en ti la razón para seguir, no desmayes y sobre todo nunca dudes de ti.