Mauricio el Nuevo Pescador (IV. Parte. El Final)

in #spanish6 years ago


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La primera familia que visitaron en el pueblo, fue los Blancos. El Sr. Arnulfo Blanco al ver el viejecito, exclamó “Caramba don Casimiro, años que usted no venía por aquí, se dijo que usted había muerto. “Tal vez Arnulfo; pero ya estoy aquí, aún me recuerdo de ti cuando eras un muchacho y tu hermano Cipriano” Murió don Casimiro de mi familia quedamos mi esposa, una hija con mis dos nietos y yo” “¿Qué has escuchado de mi casa?, te voy a decir la verdad, la quieren tumbar para construir un parque; Juana García; que vive al lado de tu casa, sabe mejor que yo sobre eso” dijo Arnulfo. A todas estas, Mauricio estaba callado y Arnulfo continuó hablando: “Pero andas bien acompañado, este muchacho es bueno y te llevará hacer tus diligencias”. Se despidieron de Arnulfo y emprendieron camino para la casa de Rosa García”.

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Lo primero que dijo Rosa al ver a Casimiro fue: “Sr. Casimiro aquí dijeron que usted había muerto y el Consejo Comunal decidió tumbar su casa, para construir un parque”. “Por eso es que estoy aquí; porque esa casa necesita de calor humano como lo tuvo bastante tiempo, tú debes acordarte, jugabas con mis hijos”, “si don Casimiro; pero como ha pasado tanto tiempo y lo creían muerto decidieron eso”, “Está bien, Rosa voy arreglar eso”. Mauricio y Casimiro, se fueron para la casa de la maestra y ella los asesoró, respecto a lo que debían hacer para que se anulara la decisión y en acto público con presencia de las autoridades competentes, la casa quedó en manos del dueño. Este muy alegre le dijo a Mauricio: “Hijo, tienes que ayudarme a limpiar la casa y sus alrededores, yo no tengo quien me ayude”. “Sí, señor Casimiro; pero usted me espera aquí que voy a buscar a mis hermanos y las cosas de limpiar”.

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Cuando sus hermanos lo vieron en la casa, se extrañaron y Claudia le preguntó: ¿Tuviste algún problema hermano, regresaste temprano. Ahí te dejé dos arepas con suero; porque te fuiste sin desayunar? “gracias, hermana. No tuve problema; pero vine a buscar útiles de limpieza y quiero que me acompañen al pueblo que vamos a limpiar una casa”. Todos los hermanos se prepararon y buscaron escoba, tobos, rastrillo, machete, coleto, entre otros útiles para la limpieza de la casa y esto lo hacían mientras Mauricio se comía las dos arepas. Todos salieron, cerraron bien la casita y caminaron hasta el pueblo. Durante el camino, José preguntó: ¿Hermano te van a pagar bien? y la respuesta fue la siguiente: “No, José, no me van a pagaren; es un favor que le vamos hacer a un doncito llamado Casimiro, él no tiene dinero, ni hijo ni nieto que lo ayude y por eso me pidió el favor a mí”. Los demás hermanos escucharon la respuesta y estuvieron de acuerdo en ayudar al doncito.

Llegaron a la casa del Sr. Casimiro y Mauricio les presentó sus hermanos y le dijo: “Le voy a colgar el chinchorro bajo las matas de Guayaba y Mango; mientras nosotros limpiamos, eso lo hacemos rápido”. “Gracias, hijo. Por cierto, a mí me hablaron de tu hermano José” dijo el anciano. Mauricio sorprendido, le preguntó: ¿Quién le habló de mi hermano? El anciano, con una sonrisa que iluminaba su rostro, hizo un gesto con las manos y expresó: “Anda limpiar hijo, después hablamos de eso”. La casa y sus alrededores quedaron limpios, se podaron las matas y la casa del Sr. Casimiro quedó nuevamente operativa, para recibir el calor de una familia. Finalizada la jornada de limpieza, Mauricio, Claudia y Pedro, hablaron con el señor y le dijeron que iban a la casa hacer comida; pero que dejaban a José, para que no se quedara solo y el anciano aceptó.

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Los hermanos llegaron a la casita y empezaron a cocinar, arroz, pisillo de Morocoto, plátano frito y Yuca salcochada. En la casa de Casimiro, José a su corta edad, sentía o creía que conocía a ese señor, le parecía que lo había visto antes; pero no se acordaba dónde ni cuándo, estaba callado y de pronto recordó todo cuando Casimiro le dijo: “Te despertaste en la noche y fuiste a orinar, cuando orinabas escuchaste mi voz, yo soy el mensajero”. José no estaba asustado; pero sí bastante impresionado y se esforzaba para procesar esa información, estaba estupefacto. Salió de ese trance y con voz entrecortada preguntó: ¿Qué mensaje me va a dar ahora, señor? “No te preocupes, ni estés triste, vine a entregarles a entregarles esta casa y a pedirle que muden la curiara, para el puerto donde yo pescaba, que está cerca de esta casa y la casita donde viven no la abandonen, esa será su casa de campo y su casa para hablar con Dios y sus padres”.

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En el comedor improvisado comieron todos, y esa fue la ocasión que aprovechó Casimiro para decirles: “Les voy a dejar mi casa. También quiero decirles que con Roberto el panadero, Mauricio va a trabajar medio tiempo, porque mi amigo el panadero necesita un muchacho que aprenda y lo ayude. A ti querida Claudia, una vez que tu hermano aprenda a trabajar con la harina de trigo, harás pastelitos para vender en la escuela, José te ayudará a vender y Pedro en el tiempo que tenga libre ayudará a Mauricio a pescar; porque ahora los peces son para comer y vender”. Mauricio, no sabía que decir, tenía un nudo en la garganta, aun así preguntó: ¿Qué nos puede decir de nuestros padres, por qué no aparecieron, no lo pudimos enterrar? “Ellos están muy orgullosos de ustedes y siempre vigilantes, no aparecieron porque ellos no se ahogaron, sus almas viajaron y sus cuerpos están enterrados, justamente debajo de la mata de Chaparro donde se arrodilló Claudia hablar con Dios un domingo. Por favor no me pregunte más nada, dije lo que podía decir”.

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Haciendo caso a lo dicho por el anciano, Mauricio habló con Roberto y éste le dio el trabajo de medio turno en la mañana, que le permitía estudiar en las tardes y los fines de semana los ocupaba en pescar con su hermano Pedro. Pedro le dijo a Mauricio: “Vamos a buscar las cosas, vamos a mudarnos”. Intervino José: “No se olviden de mudar la Curiara para el puerto donde pescaba el señor Casimiro”. “Okey, en esta ocasión nos vamos todos; porque cada quien va a traer lo suyo”. Intervino Casimiro y les dijo: “Se acuerda que les dije que no abandonaran la casita, porque en ese lugar van hablar con Dios y sus padres”. Los muchachos, escucharon con atención y todos se fueron a buscar sus cosas, de regreso a la casa del pueblo se encontraron con la sorpresa que Don Casimiro se había ido. Todos los hermanos menos José estaban extrañado y éste les dijo: “El señor Casimiro ya hizo lo que venía hacer; pero dejó está nota”. Claudia preguntó que dice la nota José: “Un domingo tres hermanos pidieron una oportunidad, para su hermano Mauricio y esta fue la respuesta del Altísimo”.

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Pasó el tiempo y los vecinos les brindaron mucho apoyo a los hermanos, todos estaban asistiendo a la escuela. Los sábados Mauricio y Pedro pescaban y los domingos todos los hermanos y varios vecinos que ellos invitaban, los acompañaban en el encuentro dominical con Dios y sus padres. Durante la semana de lunes a viernes, en las mañanas, Claudia y José vendían sus pastelitos en la escuela y con el dinero que generaban estas actividades, la utilizaban para cubrir sus necesidades básicas. En el pasar de los años, ya hombres y Claudia una mujer, contribuyeron mucho al desarrollo socio económico del pueblo. Claudia se graduó de maestra, Mauricio obtuvo el título de Bachiller; pero no continuó estudios superiores; pero abrió otra panadería para el pueblo. De igual manera lo hizo Pedro, bachiller; pero se inclinó por el comercio y es dueño de la pescadería del pueblo.

José, el menor de los hermanos, se graduó de sociólogo y contribuyó en mejorar la calidad de vida de sus coterráneos, le aprobaron proyectos, todos de carácter social, es decir, para el beneficio de la colectividad sin fines de lucro ni políticos. En cuanto a lo religioso, José, se acordó de don Casimiro que decía “no abandonen la casita, ese es el lugar para hablar con Dios y sus padres” y respetando el credo de cada quien, se puso de acuerdo las autoridades competentes y los vecinos de la comunidad y construyeron dos iglesias donde estaba la casita, una católica y otra evangélica. De esta manera, José honra y glorifica al creador. Todos los domingos es fiesta religiosa ese lugar, donde católicos y evangélicos, alaban y se glorifican a Dios y los hermanos hablan con sus padres.
Pedro recuerda su infancia y da gracias a Dios por tener un hermano como Mauricio y desde su pescadería ayuda a muchas familias necesitadas y entre la acción social de él y de su hermana la maestra, velaban por aquellos niños y niñas, que por una u otra razón tenía problemas familiares y con ello su formación espiritual y académica. Al igual que Pedro, Mauricio también ayudaba a mucha gente y de manera especial aquellos niños y niñas cuyas familias se veían comprometidas con el sustento diario del hogar. Les daba oportunidad de trabajo sin que dejaran de estudiar, les pagaba en efectivo, con panes o masa, para que llevaran a la casa. Mauricio y su esposa, se alegraban de compartir y ayudar a los vecinos. Mauricio el nuevo pescador, con apoyo divino y la ayuda de los vecinos, logró sacar adelante su familia y hoy en el otoño de su vida, su mirada pasea por el río y acaricia la curiara; que reposa en puerto seguro en espera de otro pescador.

Desde las aguas del Orinoco un saludo steemitdiano
Agradezco altamente a las personas que dispusieron parte de su tiempo para leer mi escrito. Muchas gracias y espero que les haya agradado. Acepto sugerencias y críticas; porque estoy seguro que si las hacen es con la finalidad de mejorar lo presente,
@delvapin
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Gracias, por leerme

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