Decir Ana Frank en vano...

in #spanish5 years ago

Claro que es una vergüenza. Israel se ha quejado de que la independentista Artadi se atreva a nombrar a Ana Frank en la presunta sutileza de comparar las dificultades por las que pasa la aspiración catalanista que ella representa con el holocausto nazi. De “vergüenza” lo ha catalogado el ministro consejero de la embajada israelí en España, Assaf Moran. Y es que cada palabra de cada página del diario de aquella niña, obligada a llevar cosida la estrella amarilla de su identidad cultural como un estigma y una condena, tiene más épica que todos los nacionalismos juntos desde el siglo XIX a nuestros días, y más, muchísima más que todos los lazos amarillos del procés, defendidos por alguna con el lacerante infantilismo de pasearse por baldosas del mismo color camino de Oz.

Ana Frank

Ana, de sagrado nombre para cualquiera que demuestre empatía por los perseguidos que son y han sido, fue la niña escondida tras una estantería durante dos años y un mes en el desván de su casa, que se puede visitar aún en Amsterdam convertida en museo. Yo estuve allí y al cerrar los ojos la chica que sonreía en la foto seguía un poco allí y al abrirlos recordabas con lágrimas que la niña murió de hambre y tifus en el campo de Bergen Belsen tras su detención. Tenía sólo 15 años y faltaban muy pocos días para ser liberada aquel marzo de 1945 en que ya no pudo más. Habría sido una escritora necesaria. Pero no. Qué bien, qué hermoso y sin embargo de qué terrorífica manera trasladó Spielberg en La lista de Schindler ese estar y no estar, por culpa del nazismo, coloreando el vestidito de aquella otra niña -más chica que Ana cuando murió-, ese abriguito rojo que llevaba y que destacaba como de cuento al final entre la sucia ropa acumulada de los asesinados en el gueto filmado en blanco y negro dolor.

Elsa Artadi, independentista catalana

Hay muchas más cosas en el periódico, que leo en papel cuando se cumplen 30 años de la invención de la World Wide Web, como si fuera un hombre muy mayor, en papel, mientras provoco que me dé el sol en la espalda, sentado unos minutos imaginando cómo se monta el Espacio Solidario en la malagueña Plaza de la Merced; una actividad del Festival de Málaga que este año, tras el éxito en los Goya de la película del gran Javier Fesser, Campeones, se dedicará a las personas y familiares que viven y conviven con una diversidad funcional. Hay muchas más noticias que podrían servir de ejemplo. Pero esa frivolidad de Elsa Artadi al hablar de lo suyo, sin pararse un segundo en valorar si chapoteaba en sagrado al mencionar a Ana Frank, me ha reafirmado en que vivimos un tiempo de sangrantes chalaúras (que es como se resuelve léxicamente en Málaga la incorrecta corrección castellana de la palabra chaladura).
Si Artadi fuera la niña que moralmente aparenta en momentos como el de su nombramiento en vano, debería ser castigada por el director del colegio a leer en clase y en voz alta El Diario de Ana Frank diez veces. Y así, quizá…

(c) Domi del Postigo / www.domidelpostigo.es

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Una interesante lectura que me agradó encontrar.
Buena vibra.

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