El Bardo del Fin

in #spanish5 years ago
  • Ciertamente, no es fácil; pero no viniste aquí buscando algo que lo fuese… ¿Verdad?- Replica El Bardo, en un pequeño gesto de camaradería con el chico.
    Pasados quince minutos, Nöel se acomoda en aquel árbol hasta sentarse; con las piernas entrecruzadas y un extraño signo o forma hecha con sus manos, posicionadas frente a sus ojos. Con la mirada fija, toma unas cuantas bocanadas de aire y cierra los ojos de nuevo…
    Sin esfuerzo alguno transformó toda el área circundante a su campamento en un infierno: Árboles siendo chamuscados hasta romperse o convertirse en cenizas, pasto seco alimentando aquellas llamaradas titánicas. Todo se convertía en caos alrededor del refugio…
    El Bardo, notando esto a unos metros de distancia; extiende su mano y con una voz tan potente para sacudir al propio Nöel, grita: - ¡DETENTE!- en pocos segundos todo aquel horno encendido vuelve a su estado original. El Bardo en cuestión de un parpadeo se encuentra frente al chico, al cual golpea con su palma en la frente; desapareciéndolo del lugar…
    Ahora Nöel se encontraba de nuevo en su hogar, en su cuerpo; estaba en su realidad.
    Atontado y estupefacto por el cambio repentino de entorno, mira a su alrededor; se encontraba de nuevo en un hospital. Vagamente logra escuchar a una mujer un poco mayor llorando desconsoladamente, su hija había muerto por una insuficiencia hepática. Estatura media, cabello cobrizo, trigueña, una chica muy linda la verdad… Lástima que debía terminar de esa forma.
    Intentando reconocer su alrededor postrado en una cama, dos bolsas de suero y un “doctor” quejumbroso y desagradable. Se acerca a la camilla de Nöel, el cual un poco desorientado; simplemente lo observa de manera fija, intentando separar aquella “Dimensión Imposible” de la realidad.
    El médico viendo aquel pequeño idiota que estuvo inconsciente por 27 horas, sosteniendo el historial clínico del adolescente, ojea el escrito y pregunta poco crédulo a lo que está presenciando:
  • “Nombre(s) y Apellido(s) del paciente: Nöel Alejandro Luna
    Edad: 14 años.
    Peso: 65kgs
    Estatura: 1.79mts
    Familiares: Ausentes, es necesaria necesita autorización de algún representante para iniciar el tratamiento con el adolescente…”
    Muy bien chico, estuviste inconsciente por 27 horas; te encontraron en un autobús. ¿Sucede algo que deba saber?-
  • ¿Cómo se encuentran mis signos vitales? Necesito salir de aquí lo antes posible, debo ir a casa o tendré serios problemas. ¿En dónde me encuentro exactamente? ¿Cómo llego a?…. Olvídelo, solo necesito saber en que lugar estoy.- Responde Nöel, preocupado por no saber su localización actual y aterrado por la posible reacción de su madre al llegar luego de haber desaparecido por más de un día.
  • Podemos ayudarte muchacho, no estoy aquí para otra cosa; me parece muy extraño que a tu edad te desaparezcas por 27 horas y no haya reporte de desaparición con tu nombre o tus datos, tus padres deben ser muy despreocupados o sucede algo raro… Sólo respóndeme con la verdad, Nöel. Como digo; solo quiero ayudarte, como mi paciente; eres mi responsabilidad hasta que no lleguen tus padres o algún representante tuyo.- Replica el doctor, intentando tranquilizar a Nöel; buscando respuestas para así relajar su mente también.
  • De verdad, estoy bien; ya me siento mejor… Necesito ir a casa, o mi madre va a enfadarse conmigo y eso no es algo muy lindo de ver luego de despertar en un hospital. ¿O me equivoco? Oh, cierto. ¿Cuánto debo pagar?- Pregunta Nöel, levantándose de la camilla; a punto de quitarse las vías y buscar sus cosas.
    El galeno, confundido por la actitud tan misteriosa del chico; no logra decir una sola palabra, en su mente solo se repetía: ¿Cómo es posible que un muchacho esté tan tranquilo en esta situación? ¿Acaso lo único que le preocupa es la reacción de su madre? ¿Acaso su madre es alguna clase de monstruo desalmado y violento con su propio hijo?...
    Nöel, al no verle sentido a quedarse esperando una respuesta del doctor; decide salir de ese hospital y volver a casa. Toma sus cosas, va al baño a cambiarse de ropa; va hasta la recepción buscando pagar lo que debe y largarse rápidamente, así que habla con la recepcionista. Intentando mirar el nombre de la recepcionista sin que se den cuenta, pregunta:
  • Buenos días, señorita… Mónica ¿Podría indicarme dónde se encuentra la taquilla de pago? Mi nombre es Nöel Alejandro Luna, el doctor ya debe estar firmando el alta. Mi madre está por llegar…- Titubeando un poco, era muy extraño escucharse hablar de forma tan educada y cortés.
  • Ve hacia el pasillo del fondo hacia tu derecha, allí vas a encontrar la taquilla. Espero no me estés mintiendo, chico…- Responde Mónica, lanzando una satírica y discreta carcajada.
    Dirigiéndose a la taquilla, intentando no toparse con el doctor; tratando de no evitar su pronta salida de aquel lugar. Se dirige al cajero, da los datos de su madre con la excusa de que ella se encontraba hablando con el doctor a cargo de su caso y por ello lo enviaba a él. Paga sin problemas, ya no es preso de la fábrica de enfermos.
    Ya fuera de la clínica, un poco perdido; pues no reconocía los alrededores… Ve a pocos metros una mujer con 2 cachorros, sentada en las escaleras así que se acerca a preguntarle:
  • Buenos días, disculpe la molestia. ¿Podría decirme como llego hasta la estación de Plaza Venezuela?-
    La mujer, muy amablemente le responde: - Niño, estás en Santa Bárbara; mucho más arriba de El Cafetal. ¿Dónde están tus padres?-
  • Ellos están esperándome en casa, tuve que venir a buscar unos exámenes; pero me perdí.- Responde Nöel aterrado, hiperventilando, casi dando un discurso automático; como cuando alguien es interrogado y entrega toda la información por miedo.
    Al ver la reacción de Nöel, aturdida por los ladridos de sus cachorros que imploraban correr y jugar; la señora decide que no es necesario preguntar nada y opta por ayudar al chico.
  • Tranquilo, puedo acompañarte hasta el Metro. Si te parece.-
  • Muchas gracias, eso me sirve mucho.- Responde Nöel, un poco más calmado.
    Toman un autobús que los deja a 2 estaciones de su destino. Un viaje muy callado, pues Nöel era muy tímido con los extraños; y tenía puestos sus audífonos, perfectos para evadir cualquier tipo de conversación.
    Ya en la estación de Chacaito, el muchacho se despide silenciosamente y entra a dicha estación.
    Al llegar al fin a su hogar, luego de un viaje de diez minutos en hora pico; todos los vagones del tren, incluso la misma estación, todo aquello era una salvajada. Abre la puerta y se dispone a entrar al fin, su perro casi lo tumba al suelo de un empujón con sus patas delanteras.
  • ¡Azabache, échate! Maldición- Exclama de Nöel de manera soez. Levantándose y apartando a su mascota y mejor amigo para acomodarse y sacudirse el polvo.
    A la distancia logra captar un sonido peculiar, pues una de sus destrezas desde niño siempre fue su oído y olfato agudos.
    Al oír aquellos característicos tacones de gigantesca aguja, con la pisada contundente de su madre, un leve escalofrío recorrió su espina.
  • Madre, al fin volví; no creerás lo que me pasó. Me desmayé viniendo hacia acá hace casi dos días y…- Intenta confesar Nöel, interrumpido por una cachetada que logra tumbarlo al suelo…
  • ¡¿Dónde estabas?! ¿Acaso no sabes lo preocupada que me has tenido buscándote?- Y allí estaba, la Sra. Migdalia Luna. Lanzando improperios a diestra y siniestra mientras lloraba histéricamente.
    Nöel, en el suelo. Intentando no romper el cuello de su madre (si, la soportaba tanto que siempre estaba a punto de hacerlo), simplemente entabla contacto visual con la mujer que le dio la vida; de una extraña forma pero lo hizo.
  • Ya no importa, ni siquiera me buscaste; no había ni un solo cartel de búsqueda de desaparecidos con mi nombre o mis datos. ¡Ni siquiera mi nombre!- Nöel se levanta, toma sus cosas del suelo y se va a su habitación sin mirar atrás…
    Ya en su habitación, se sienta en el escritorio frente a su cama. Un cuarto simple, pero con ciertas comodidades como una laptop exclusiva para él, un regalo de su padre; recibido a escondidas.
    Sus audífonos característicos, con pequeñas luces azules en su diseño. Entre las muchas aficiones de Nöel se encontraba la animación, cosas pequeñas y simples; le encantaba ahorrar trabajo (o en su defecto hacer todo a última hora). En la rutina que pasa entre videojuegos, programas de distintos tipos y el momento en el que pasa a ser un autómata; que solo baja y baja en sus redes sociales, viendo cosas tontas, divertidas y algunas veces extrañas. Básicamente la rutina de todo adolescente con acceso a Internet.
    Al cabo de unas 4 horas, tocan la puerta de su cuarto:
  • Nöel, ya está lista la comida. ¿Bajas a la cocina o comerás aquí?- Pregunta Migdalia al chico, un poco consciente de lo equivocado de su reacción unas horas antes con el muchacho.
  • Dame cinco minutos, madre. Necesito terminar algo aquí.- Replica Nöel, evitando dar pie a cualquier tipo de pretexto para alargar la conversación.
    Pasados exactamente cinco minutos, Nöel se aproxima hasta la cocina. Pasando por el pasillo, con solo una camisa y un bóxer como atuendo; hambriento e inquieto.
    Al llegar a la cocina, encuentra a su madre; ya lista para comer, esperando a su hijo. La cena está servida, pollo rostizado con arroz “colorido”, así solía decirle al arroz con verduras y, como era de costumbre; un vaso de merengada de chocolate con trozos de cambur.
  • Buen provecho, hijo.- Enuncia Migdalia, conteniendo las lágrimas en sus ojos; tratando de no quebrarse de nuevo.
  • Muchas gracias, madre.- Responde Nöel, embelesado por aquella maravilla llamada “pollo rostizado” que se encontraba en su plato.
    La comida para Nöel era su afición más grande, era capaz de comer en cantidades mayores a las de un jugador de Rugby, teniendo el cuerpo de un muchacho larguirucho de catorce años. Cuando llegaba la “Hora Sagrada”, Nöel volvía a sus instintos más primitivos. Comiendo como un animal devora a su presa, al terminar su manjar, apenas podías ver restos de comida; pues algo que le encantaba del pollo rostizado eran los huesos luego de arrancar toda la carne jugosa y tierna.
    Presenciar esta escena era un poco asqueroso para su madre, pero ya resignada a las maneras de su hijo; simplemente calla y mantiene el sacramento de la casa.
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