Desperté como seguramente todos despiertan los domingos y revisando mis redes sociales me topé con una redacción exacta que describía lo que uno siente los domingos. Una mezcla de nostalgias, de recuerdos, del café de la tarde solo por tomar café, una mezcla de reflexiones en la cálida compañía familiar o en la cálida compañía con una mismo. La soledad del domingo no es tan dolorosa como la soledad de un viernes o sábado. No sé si a todos les pasa así.

De los cielos y tierras que he recorrido puedo sentir los colores de su gente, los colores de su paisaje, colores que se asocian a los olores de las calles que transitas. Quizás una asociación algo poco objetiva de mi parte, pero esta primera foto puede darme algo de razón. Más allá de los colores que adquieren las banderas nacionales de cada país por alguna metáfora o atribución patriótica, esos son los colores que se reflejan en sus cielos, mares, montañas o tierras. Argentina en sus calles capitales, en sus noches, en Córdoba, quizás en las otras provincias tiene una luz suave, cargada de blancos y celestes que provienen de la calidez de un sol.

Usualmente los domingos de este año fueron para mí un eterno despertar con ojos chinos y desorientado en hora y día. Las noches de los sábados y viernes eran un total descontrol que terminaban conmigo como peso muerto en mi cama hasta la media tarde del día siguiente, domingo. Entre sopas, tés, cafés y alguna factura, mi domingo consistía en recordar etapas varias de mi vida, escenarios, paisajes, gente, sensaciones, de todo. Me motivaba a crear, a buscar la poca luz de día que me quedaba por despertar tarde y sentir que entraba por mí buscando la iluminación que salvara el día en ahogarse en la nostalgia no productiva. Hoy, domingo fuiste así.

Un eterno extrañar de bulevares, arquitecturas y colores que componían mis ciudades. Bulevares que aún encuentro en otras latitudes a pesar de no ser los mismo. Un cuatro y un hermano tocando en las puertas de una casa de cambio, una tonada venezolana que transita conmigo y me detengo a escuchar. Varios hermanos que transitan como yo otras latitudes, empiezan a apreciar estas tierras también como suyas. Nos tocó, esa fue nuestra generación la del "nos tocó".