Sobre la Filantropia... ¿Algo necesario?. Veamos lo que piensa Anibal.

in #spanish6 years ago

EL FILÁNTROPO

Orígenes. Definición.

Aunque consideramos superada para siempre la discusión sobre si existe o no la profesión de filántropo (del griego philéo, yo amo y ánthropos, hombre; sin alusiones de mal gusto), creemos que debemos al lector una explicación al respecto. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, la filantropía no ha sido jamás una simple afición, sino una profesión desde el momento mismo de su invención, y por cierto de las que tienden a hacerse más complejas a medida que avanza la ciencia y la tecnología. Producto típico de la edad contemporánea -haciendo abstracción de algunas formas antiguas como el mecenazgo-, la noble profesión de filántropo nació cuando algunos caballeros, que ya habían ganado tanto dinero que no tenían materialmente nada que hacer, decidieron dedicarse a amar al prójimo profesionalmente. Pero con esta explicación ya entramos en el terreno de las definiciones. La que de “filántropo” dan los diccionarios oficiales es “el que se distingue por el amor a sus semejantes”. Definición lamentablemente errónea, puesto que mal puede el filántropo amar a sus semejantes, que son la competencia; los amados por el filántropo son aquellos que menos se asemejan a él, o sea los pobres. Es más, pretender que un pobre sea “semejante” a un filántropo constituye un grave insulto a este último y a la profesión. Filantropía es el arte de cuidar el dinero regalándolo a manos llenas y filántropo quien lo practica. ¿Un contrasentido? Nada de eso: una forma superior de la Contabilidad. Por eso cuando un pelagatos se pone a regalar dinero no se le llama filántropo sino loco, botarate o algo peor.

Carácter

Ya con esto tenemos claramente planteada la primera condición necesaria para ser filántropo, aquella por cuya causa hay en el mundo tan pocos profesionales de esta especialidad: el capital. Para explicar de una manera práctica la función del capital en el ejercicio de la filantropía, diremos que se llega a filántropo sólo a lo largo de una dura “escalada” monetaria llamada por algunos autores “el camino del Éxito”. Si un hombre posee una cierta cantidad de dinero se le llama “el acaudalado señor Fulano”; luego ese hombre acrecienta su capital hasta sobrepasar el millón, y entonces pasa a ser “el millonario Fulano”; unos cuantos millones más y ya tenemos al “Multimillonario Fulano”. Y cuando al fin ya ni el mismo sabe cuántos millones tiene, desde ese momento se le empieza a conocer por “El Filántropo Fulano”. Después del capital lo más grande que debe tener el filántropo es, por supuesto, el corazón. Eso sí, un corazón grande pero bien puesto, apoyado en un sentido realista de la vida. Sentido realista de la vida quiere decir no mezclar la filantropía con los demás negocios. Entender, por ejemplo, que la filantropía, al revés de la justicia, no entra por casa. Flaco servicio le estaría prestando a la profesión el comerciante-filántropo que concediera salarios demasiado altos a sus trabajadores o sintiera escrúpulos a la hora de despedirlos. Con salarios altos y pocos despidos, el filántropo estaría arriesgando su capital y con ello la posibilidad de poner su buen corazón al servicio de la comunidad, porque a menores ganancias menores donaciones. Un filántropo cuyos ingresos provengan de la manufactura y venta de medicinas, si vendiera éstas demasiado baratas estaría contribuyendo a que disminuyeran las enfermedades y en consecuencia secando la misma fuente de su generosidad para con la humanidad doliente. Uno que se dedique a la fabricación de armamentos debe tener muy claro que para él la guerra es la máxima expresión del amor entre los hombres, y así sucesivamente. En otras palabras, la filantropía no se rige exactamente por las leyes del corazón, como creen los principiantes, sino por la Ley de Impuesto sobre la Renta. Su método como ciencia es el deductivo, y aquí cabría otra definición: filantropía es Arte de la Bondad y Ciencia de las Deducciones: En latín, para que sea más elegante: Philanthropia est ars amoris et scientia deductionum.

A propósito de elegancia, ésta es otra de las características que distinguen al buen filántropo. Elegancia en el vestir, en la acción, en todo: trajes cortados en Londres, yate y avión particular, vacaciones en la Riviera, habanos legítimos, son algunos de los sacrificios que se imponen a la modestia del filántropo para el cabal cumplimiento de su tarea de socorrer a los menesterosos. Tampoco le viene mal cualquier enfermedad distinguida como ser una úlcera gástrica (mejor un “principio de úlcera”), una hipertensión o aunque sea una dispepsia crónica que lo obligue a pasar semanas enteras a puro té y galleticas, lo cual le dará cierto toque de realismo verdaderamente conmovedor a sus desvelos por los hermanos desposeídos. Un filántropo mal trajeado, de modales desaliñados y demasiado aficionado a las caraotas con arroz no sólo se arriesga a ser encasillado en la categoría de loco, botarate o rastacueros sino que en cualquier momento puede pasar por la humillación de ser confundido con sus protegidos y salir “filantropeado” por un filántropo comme il faut.

Modos Operandi

Se conocen dos vías clásicas para ejercer la filantropía: con el dinero propio y con el ajeno. Esta última es la más importante y la que proporciona las mayores satisfacciones al profesional. Un filántropo competente no debe saber manejar sus propios recursos tan bien como los de los demás: ya dijo un general norteamericano, de la Segunda Guerra Mundial que “el primer deber de un soldado no es morir por su patria sino procurar que el enemigo muera por la suya”. Asimismo la auténtica función del filántropo no es tanto contribuir a la salvación de los desvalidos como pedir a los demás que contribuyan. Pero en este sentido es preciso proceder con mucha discreción y no caer en excesos; recuérdese el ejemplo de Mr. Robin Hood, aquel caballero de los bosques de Sherwood que, tal vez por haber tenido un errado concepto de la sinceridad, exageró la nota y por poco no termina procesado por ejercicio ilegal de la filantropía. Respecto a los desembolsos de su propio peculio, si bien se debe rechazar el derroche, el filántropo ha de tener en cuenta que la tacañería es la actitud menos recomendable por cuanto no rinde buenas deducciones ni da lustre a su nombre, que son los objetivos esenciales de la práctica filantrópica. Es más, un filántropo que se respete está obligado a crear una Fundación. La historia contemporánea nos enseña que los filántropos con Fundación son más respetados y poderosos que los filántropos al menudeo. Ahora bien, en todos los casos, es imprescindible que el filántropo posea un sentido de la publicidad muy desarrollado. Esto lo advertimos porque su trabajo consiste, aparte de sostener instituciones de diversa índole, en ser famoso; en aparecer diariamente en los periódicos, en la televisión y en los noticieros cinematográficos, en fiestas y banquetes, y sobre todo patrocinar toda clase de campañas y actos públicos, a fin de mostrarse constantemente como la prueba viviente de que existen la bondad y la solidaridad humana. Un filántropo tímido y retraído, un donante anónimo, lejos de contribuir a la paz social que es uno de los altos fines de la filantropía, al ocultar la esperanza riega la mala hierba del descontento y nos arriesga a todos a padecer la ira del populacho. Así, pues, amigos filántropos, nunca deis un centavo sin acompañarlo de una publicidad apropiada.

Mecenazgo y otras variantes

Para finalizar este pequeño tratado de filantropía, queremos dejar bien clara la diferencia que existe por una parte entre el filántropo propiamente dicho y el mecenas, y por la otra entre ambos y la dama caritativa. El mecenazgo es, en realidad, una especialización dentro del campo de la filantropía. El mecenas se distingue del filántropo común en que a él se le exige una vastísima cultura, particularmente en materia de arte y de letras. El hombre inculto que comete el error de meterse a mecenas, al final de su gestión se puede encontrar con que las obras del artista a quien el protegió jamás llegan a aumentar ni un centavo en el mercado y su casa está llena de cuadros, partituras o libros que a nadie interesan. Por eso se dice que es más seguro como inversión proteger al común, a la masa y no a los artistas, que además; suelen ser con mucha frecuencia malagradecidos hacia sus benefactores. Algunos, en el colmo del cinismo, llegan hasta a aceptar a un mecenas a espaldas de otro para dejarlos después a ambos con los ojos claros y sin vista. Esto por lo regular sucede cuando ya el artista está en camino de convertirse en mecenas él mismo.

La dama caritativa, por su parte, representa una categoría menor, aunque no menos digna que el filántropo propiamente dicho. Se distingue de éste sobre todo por el carácter ocasional de su trabajo, pues ella sólo actúa en caso de inundación, derrumbe de cerro o alguna catástrofe similar (en Venezuela, mejor que ocasional, podríamos decir que su trabajo es cíclico), cuando se dedica a recoger la cosecha de ropa y zapatos viejos, latas de sardinas y leche en polvo, cobijas y demás aportes de la filantropía casera. Como salta a la vista, la segunda diferencia entre el filántropo y la dama caritativa está en la magnitud de la labor de cada uno: aquél es un industrial, ésta una modesta artesana.

Dejamos por aquí este interesante tema, con la promesa de ampliar nuestra exposición desde la cátedra que esperamos nos sea adjudicada en la nueva Escuela de Filantropía cuya creación estamos gestionando ante la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central de Venezuela.

Tomado de: Aníbal Nazoa. Las Artes y los Oficios. Ediciones de la Presidencia de la República Caracas – Venezuela 2002 Deposito Legal lf35320028002191 ISBN: 980-03-0329-4 Imprenta: Anauco Ediciones, c.a.

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Imagen: http://www.elcomercio.com/actualidad/ocho-hombres-mitad-riqueza-mundo.html

Sort:  

jajajajaja, esta muy bueno, tenia que ser Anibal, humor del mas fino y singular manera de hacernos reir.

Ellos, Anibal y Aquiles, si eran unos verdaderos "jodedores", citando (y que dios me salve la parte) al conde guacharo y emilio lovera.

Magistral. He quedado encantado y divertido.

Este es el link del libro por si te interesa... Se llama "Las artes y los Oficios " de Anibal Nazoa. https://jesusvisual.files.wordpress.com/2013/02/los_artes_y_los_oficios.pdf

Muchísimas gracias, me pondré a la lectura.

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