Adelante y sin reloj : 20 y más rituales de espectadora

Si se podía en las primeras filas, ésas escogía.
Y lo segundo era quitarme el reloj.

Foto by dieraecherin at at Morguefile.com

(Spoiler alert! Este es un post algo nostálgico pero no dramático).

Les cuento que fui asiduamente al cine toda la vida y si de preferencias me preguntan:

⦁ Todas las semanas por más de dos décadas chequeaba la cartelera. Creo que no fallé ninguna. Desde la del diario impreso a página completa hasta la online. Aún me detengo a mirar in situ "qué están pasando".

⦁ Iba religiosamente al cine una vez o más por semana. Si había un festival temático o de algún país, podía ir diario o interdiario durante el evento.

⦁ Era algo decidido con antelación. Aunque a veces improvisaba. En los 80 había un cine en Caracas llamado Cinema Uno, Dos y Tres. Allí iba sin agenda, simplemente me paraba en el estacionamiento (estaba en un sótano), veía las marquesinas y decidía.

⦁ Llegaba con tiempo - Llegaba corriendo. Siempre más lo primero que lo segundo.

⦁ Una película empezada para mi quedaba marcada, se alteraba su gracia. Me pasó con La Sociedad de los Poetas Muertos. Menos mal que después esas cosas tuvieron remedio tecnológico.

⦁ Mindfulness total.En el cine era presente y consciente de todo: desde llegar, comprar la entrada, ingresar al hall, entrar a la sala, sentarme en la butaca, percibir el contraste entre sala y calle, apaciguar cuerpo y mente, etc.

⦁ Mientras los hubo en Caracas, incluía los cines viejos del esplendor de los 50, los cines de mis padres. "Corre Lola, Corre" fue mi última película en Radio City (Sabana Grande) y "The Remains of the Day" está adherida en mi recuerdo al Teatro Broadway (Chacaito).

⦁ Me sentaba adelante, en las primeras filas. Preferiblemente pasillo, como en los aviones.

⦁ Me quitaba el reloj, un gesto clave para liberar(me) (d)el tiempo.

⦁ Me habitué a relajar los hombros, el cuello, a calmarme, saborear esos alargados minutos previos al apagado de las luces.

⦁ Cine a las 4, las 5, las 6, era mi opción favorita, huyendo de la multitud. Cuando me era posible y existía, función de 3. Una tarde vi "September" de Max Färberböck. (2003) yo sola en La Previsora.

⦁ Disfrutaba el cine de arte y sus salitas más sencillas. Estaban fuera de la ruta cómoda lo cual me forzaba graciosamente a caminar (correr) más.

⦁ Si llevaba chucherías las compraba en la calle, no gastaba en la caramelería del exhibidor. Bueno.. excepcionalmente, nachos con queso.

⦁ Siempre llevaba abrigo, el frío podía arruinarme una película (y me aseguraba de vaciar la vejiga minutos antes de entrar a la sala!

⦁ Celular apagado.

⦁ No me salía de películas por malas que fueran.

⦁ Al finalizar, apreciaba los créditos y la música (o el silencio) de esos instantes finales.

⦁ Coleccioné durante años los boletos en un mug gigante de cerveza. También catálogos de festivales.

⦁ Antes de Internet, hojeaba las revistas de cine en las librerías y coleccionaba las que me regalaban.

⦁ Cuando tuve Internet, ¡no podía creer todo lo que se podía expandir una película! Fue maravilloso.

⦁ Cuando se inventaron los blogs, escribía sobre todo lo que consideraba recomendable.

⦁ Tenía debilidad por fisgonear en las casas de los personajes. Ante escenas en interiores de viviendas, aprovechaba los segundos para escanear los objetos, adornos kitsch, marcas de detergentes, utensilios, libros, etc. sin dejar de mirar al personaje (¿cómo hacía tal multitasking?)

⦁ Aprendí a prestar clara atención a cómo salía yo misma de la sala de cine: ¿Qué gesto había en mi cara? Examinaba mi ánimo en ese momento, mi emoción predominante. Para mí eso definía mi verdadera reacción, la más honesta.

Conservo mi impulso de espectadora y cinéfila. Sólo que la vida ha cambiado, la de mi país y la del planeta. ¡Se ha multiplexado todo! Y eso lo agradezco, a pesar de alguna nostalgia remanente.

Desde los centros comerciales de los 70 hasta hoy, los cines viejos de Sabana Grande y Chacaíto, las salas de arte y ensayo, la Cinemateca, el Celarg, La Previsora, la Margot Benacerraf, los cineclub, todas sin excepción. En esas salas compartí entrañables vivencias.

El ritual compuesto de mirar y verse reflejado me sostienen hoy cuando observo todo lo que no es cine.La ciudad donde uno vive, la Naturaleza, son cinematográficas ... Una ventana, un camino, un cruce de una gran avenida llena de gente, si te pones a ver, muchas vistas son espectáculo, inspiración, imágenes que narran cosas.

Ir al cine por años significó ir al encuentro, sin mayor esfuerzo, con una sensación corporal de bienestar, un estado de "despreocupación intensa". Era una fuente inagotable de alegría sencilla y simple, con emoción pura de anticipación y realización. Siempre renovable.

Termino este recuento con una cita del libro "Gente en el Cine", de Anne Paech y Joachim Paech, 2002. ¡Seguimos conversando! (Otro día les hablo de los clubes de video).

"... las películas no son los cines. Y los han abandonado, dejando un espacio para el recuerdo de las películas y sus espectadores."

Las fotos son tomadas por mí de objetos de mi archivo personal.