EL ARDID. CAP I (Novela Corta)

in #spanish6 years ago (edited)

Apocalipsis mística sol luna y tormenta


EL ARDID

PRÓLOGO

Hola, estimados lectores de la comunidad Steemit.

Quiero invitaros en esta oportunidad, a leer esta novela corta que escribí en el año 2012.

Esta versión ha sido editada para mejorar la redacción e intentar aprovechar el aprendizaje que he podido ir alcanzando durante estos años.

Aunque todavía me considero una aprendiz de escritora, debo reconocer que he avanzado un poquito en el camino desde mis primeros intentos de escribir historias.

Espero que disfrutéis de esta historia que quiero compartir con vosotros a partir de esta entrega.

SINOPSIS

Baltazar no es un hombre común; a pesar de sus múltiples habilidades, puede que esté por enfrentar una situación donde, tendrá que ponerse a prueba y tomar la decisión más difícil de toda su existencia. Mariagracia tiene un don que la convierte en una mujer especial, pero que también la pondrá en riesgo; y no siempre el amor tiene todas las respuestas.
La ambición de un ser paranormal cruzará el camino de mariagracia y Baltazar y el amor entre ambos tejerá una red que podría no ser irrompible.


Tormenta nocturna


Alzó la mirada fijando sus ojos en el horizonte. La noche era más cerrada y profunda que de costumbre. Avanzó con sigilo adentrándose en la oscuridad; ni una sola estrella parecía brillar en lo alto. Dando un giro de ciento ochenta grados, intentó percibir algo, pero todo era tinieblas y el frío seco helaba la sangre.

Volvió a otear a su alrededor, solo por si hubiese algún ser vivo intentando escurrirse más allá de los límites, pero no divisó nada. Un breve relámpago cruzó el cielo iluminando por un instante su semblante. La luz fue perdiendo intensidad y con ella, desapareció.

El inquietante silencio que reinaba en aquella caverna lúgubre y pestilente, fue roto por una voz aterciopelada y varonil impregnada de cierta vacilación.

—¿Me mandaste llamar, mi señor?

La respuesta no se hizo esperar.

—Sí, tengo un encargo para ti —confirmó una voz grave y pausada. Sombría y sin emoción alguna—.
. La misión más importante en mucho tiempo, la que te hará merecedor de ser mi mano derecha y permanecer por toda la eternidad a mi lado.

Sintiéndose observado, dio un paso adelante para acortar la distancia, pero dejando el suficiente espacio para demostrar respeto.

—Estoy para servirte, mi señor. Ordena que yo obedeceré —dijo en cambio ahora sin vacilar, aquella voz varonil, ansiosa por demostrar fidelidad y disposición a tomar cualquier riesgo—. No hay nada que anhele más que permanecer a tu lado por siempre.

Le vio estirar los labios formando una curva ligera, en algo que supuso, sería el equivalente a una sonrisa de satisfacción.

—Así me gusta, Baltazar —aquella lengua bífida y seseante se movía inquieta, solo contenida por una hilera de filosos dientes de aspecto peligroso—. Es por eso que te he llamado a ti y no a ningún otro. Sólo tú eres capaz de obtener el alma de esa mujer.

Aquella revelación le dejó sorprendido. Achicando los ojos un tanto incrédulo, sopesó las posibilidades de que le estuviese tomando el pelo y concluyó que era algo poco factible. Su señor no era conocido por gozar de buen humor, la verdad; mucho menos por hacer bromas de mal gusto.

—¿Un alma? ¿Me enviarás por un alma?

—Sí, ¿tienes algún problema en ello? —supo enseguida por el tono de la pregunta que había estado a punto de cometer un grave error, así que se inclinó mirando al suelo en señal de servidumbre.

—No, por supuesto que no, mi señor—le satisfizo percibir el temor de Baltazar por recibir algún tipo de represalia. En este punto, luego de tanto tiempo a su servicio tendría que saber que detestaba que cuestionasen sus órdenes.

Aguardó un rato antes de hablar. Le gustaba causar ese efecto intimidante en quienes le servían. Era una sensación deliciosa percibir aquella fragancia tan característica que dejaba el miedo al ir cobrando forma y tomando poder.

¿Qué puede tener de especial esa alma? —pensó—. Las almas humanas suelen ser tan insignificantes —los pensamientos vagaban en su mente, intentando llenar el silencio.
—Tiene de especial que es única, pura —retumbó, intempestivo el eco de aquella voz sombría en su cabeza—. Es la que necesito para consolidar mi dominio absoluto del mundo tal y como lo conocemos hoy día.

Las palabras golpearon la psiquis de Baltazar con violencia. Había olvidado que su señor era capaz de leer los pensamientos sin ninguna dificultad; era algo que debería tener mucho más presente en el futuro.

Se limpió el fino hilo de sangre que rodaba desde su nariz con el dorso de una mano. Aspiró con fuerza y la hemorragia se detuvo.

—Si es lo que necesitas para reinar, yo te lo traeré —dijo en voz baja, haciendo una marcada reverencia—. No lo dudes mi señor, no te fallaré.

—Así lo espero, Baltazar. Así lo espero —respondió la voz, apagándose con lentitud hasta desaparecer por completo en su cabeza, dejando un silencio sobrecogedor.


Casi congelada por el frío, Mariagracia se despertó de golpe. Estaba temblando y, aunque sudorosa, las gotas que le recorrían el rostro eran como escarcha helada.

Había tenido ese sueño de forma repetitiva por varios meses. Siempre se despertaba igual, como si estuviera metida en hielo. Aunque rezaba y rezaba, la pesadilla no desaparecía; por el contrario, se hacía cada vez más vívida. Podían pasar horas antes de que pudiera conciliar el sueño de nuevo.

Mariagracia era una joven con creencias católicas muy férreas y ortodoxas. Algunos decían que era casi fanatismo, pero que, a pesar de ello no dejaba de ser encantadora. Emanaba de ella tal candidez y ternura que era difícil no verse subyugado por su presencia.

Valorando su aspecto físico, resultaba imposible no pensar que era la criatura más hermosa que se hubiera visto en mucho tiempo en el pueblo. Su estampa se asemejaba a la imagen de una virgen recién aparecida. Su cuerpo de líneas perfectas y curvas sinuosas permanecía oculto por la ropa que solía llevar; ella consideraba que ser observada de manera lasciva y lujuriosa por los hombres era un pecado que se debía evitar. Así la había enseñado su madre; y lo que ella decía era santa palabra.

Ensimismado en sus pensamientos Baltazar caminaba a paso rápido dirigiéndose al lugar que le había indicado su señor. Aún se preguntaba por qué le habría encomendado una tarea tan elemental.

Obtener un alma era algo que cualquier criatura oscura de menor categoría podía hacer. Entre las criaturas del inframundo, Baltazar era considerado un demonio superior, ya que aún conservaba parte de su alma humana, lo que le confería más poder que a otros. A diferencia de los demonios inferiores y otras criaturas malignas, él podía deambular por el mundo de los vivos a sus anchas sin necesidad de la intervención de su señor y, sobre todo sin causar sospechas en ningún humano.

Luego de rumiar un buen rato, cayó en cuenta de que esa mujer debería ser muy especial y que de seguro no sería tan sencillo conseguir su alma.

Con el pensamiento plagado de incertidumbre y la curiosidad abriéndose paso a cada segundo, aligeraba el paso para llegar más pronto a su destino.


rostro de mujer bonita


Con sólo 21 años, Mariagracia había tenido que pasar mucho en la vida. Debido a que su madre había muerto estando ella aún muy joven, no había podido estudiar en la universidad. Para poder sobrevivir, empezó a trabajar en la escuela del pueblo como auxiliar de preescolar. No era que tuviera conocimientos para eso, pero su dedicación a los chiquillos y su paciencia la hacían idónea para el cargo. En paralelo a su trabajo en la escuela, Mariagracia hacía trabajos de labor social para la iglesia. Ayudaba al padre Nicolás en todo lo que se ofreciese, además de impartir el catecismo, encargarse de la limpieza de la iglesia, llevar el orden de los donativos y cualquier otra cosa que la mantuviese ocupada ayudando a los demás.

Desde muy jovencita, Mariagracia deseaba convertirse en monja. Sostenía que debía servirle al señor, nuestro Dios; y que ya que no tenía familia, su familia pasaría a ser la iglesia. El padre Nicolás nunca consintió que ella ingresara al convento porque consideraba que Mariagracia era demasiado joven para saber en realidad lo que quería en la vida; y sospechaba que sus inclinaciones religiosas estaban infundadas por escapar a su soledad y por la inmensa influencia de su madre, que por pura y verdadera vocación.

De su infancia, Mariagracia conservaba la amistad de dos chicas excelentes: Joaquina y Nuria. A pesar de ser polos opuestos a Mariagracia, no se separaban de ella ni un instante; sobre todo después del fallecimiento de su madre.

Eran alocadas y dispuestas a disfrutar de su juventud a plenitud, por lo cual, tenían roces con Mariagracia con frecuencia. Ella siempre les discutía todo y cuanto pretendían hacer y más aún, si querían arrastrarla a situaciones pecaminosas como solía decirles.

En realidad no eran situaciones pecaminosas, solo se trataba de asistir a fiestas, ir al cine, salir con chicos, o ir simplemente de paseo por las calles del pueblo, vestidas a la última moda como haría cualquier chica de su edad; solo que Mariagracia por su educación tan ortodoxa y prohibitiva, consideraba todo aquello como pecado porque eso le decía siempre su madre.

Alguna que otra vez aceptaba acudir con ellas, pero siempre era debido a que el padre Nicolás intervenía persuadiéndola; de lo contrario, se encerraba en la iglesia o en su casa a leer la biblia.

A pesar de la insistencia de Joaquina y Nuria, Mariagracia jamás había aceptado la invitación de ningún joven. Lo consideraba una falta grave a su idea de ser monja; además, no toleraba la insistencia de algunos a manosearla o a ir más allá.

Mariagracia no era consciente de la influencia devastadora que poseía sobre el autocontrol del sexo masculino; Y es que era tan hermosa que, para cualquier hombre era difícil no desearla puesto que en ella se reflejaba la candidez e inocencia de una niña, aunque ya era mayor de edad; lo que para muchos hombres era aún más atractivo y seductor que su propio cuerpo.


Tren a vapor


Baltazar estaba a un par de horas del pueblo. Viajaba en tren; no quería levantar sospecha alguna en su destino.

Podría aparecerse con facilidad donde quisiera solo con pensarlo, pero en un pueblo tan pequeño como ese, sería demasiado peculiar que de pronto un hombre joven y totalmente desconocido, apareciese de la nada.

A pocos minutos de arribar a la estación, el vagón donde viajaba se oscureció. Todo a su alrededor había desaparecido. Él sabía cual era el motivo.

—Espero tus órdenes, mi señor. Tus deseos son mis deseos —dijo sin titubear.

—Siempre tan servil, Baltazar —la cadencia susurrante de su señor podría resultar hipnotizante, pero él sabía como mantener a raya sus efectos. Le servía porque quería, no porque le mantuviese sujeto doblegando su voluntad o enajenando su pensamiento.

—Es un placer para mí, lo sabes —Y lo sabía, vaya si lo sabía. Por eso le tenía preparado un puesto a su lado por toda la eternidad.

—He dispuesto todo para que te acerques a ella sin sospecha alguna de nadie —explicó—. Tendrás que poner todo tu empeño en esto. No admitiré errores.

—No, no tienes de que preocuparte. No te fallaré… nunca lo he hecho.

—Lo sé —admitió—. Pero esta no es una mujer cualquiera, es pura e inmaculada. No conoce la tentación ni el placer y cuenta con un don especial —Baltazar entrecerró los ojos, pensativo, mientras la voz se iba haciendo cada vez más imperceptible.

—¿Un don? ¿Qué clase de don es ese? —Preguntó; la intriga era una debilidad que no había podido sacarse de encima.

— El don de ver —el eco de aquella voz rebotaba en su cabeza.

—¿El don de ver? ¿A qué te refieres con eso, mi señor?

Le exasperaban las preguntas, pero hizo una excepción. Baltazar necesitaba información para entender la relevancia de esa misión.

—A que ella ve el alma de los hombres —respondió—. No lo sabe, desde luego. Es tan ingenua, tan carente de malicia, que no identifica que es lo que le sucede cuando mira a los ojos de la gente —rió socarrón como si aquello fuese la mar de divertido—. Sufre diferentes reacciones físicas dependiendo de que tipo de alma tiene frente a sí —Baltazar se sorprendió ante aquella revelación, pero guardó silencio valorando la información.

—¿Puede ver el alma de los humanos? pero eso no es posible —replicó Baltazar, arriesgándose a una reprimenda segura. En sus más de 200 años, nunca había excuchado nada semejante.

—Sí, sí lo es —le contradijo—. Todos los seres humanos pueden hacerlo. Solo que con el pasar de los años, al perder su inocencia van anulando el don que les permite ver. Solo aquellos muy especiales conservan ese don.

—¿Es por eso que me envías a mí? ¿Porque aún conservo parte de mi alma humana?

—en efecto —confirmó—. No puedo enviar a cualquier criatura; ella notaría de inmediato que algo malo sucede y se alejaría, aunque no tuviera consciencia de lo que es —Baltazar arqueó las cejas en un gesto inconsciente escuchando aquella explicación a todas luces, descabellada—. Necesito a alguien como tú; alguien que posea alma para que ella tenga algo que ver.

Baltazar reprimió el deseo de resoplar, sabía que ese tipo de reacciones no eran bien recibidas.

—Te tocará a ti engañarla —sentenció con frialdad, observando a Baltazar con suma atención.
—¿Engañarla? Con todo respeto, mi señor, pero no entiendo a qué te refieres.
La confusión de Baltazar era genuina, pero eso ya lo esperaba. Lo habitual sería arrancarle el alma, rápido, limpio y sin compasión.

—Sí, engañarla —repitió—. No me sirve si le arrancas el alma. Necesito que ella te la entregue por su propia voluntad; es la única manera en que puedo aprovecharla para mis fines.

Un estrepitoso chirrido trajo a Baltazar de regreso al vagón. Parpadeó varias veces para recomponerse y se recostó del asiento, pensativo. Tras unos segundos, el tren se detuvo. Con un chasquido levantó la cortinilla que cubría la ventana y exhaló un suspiro. Había llegado por fin a su destino.

continuará....


¡Gracias por visitar mi blog!

Espero que hayas disfrutado esta nueva entrega y que vuelvas pronto.

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¡Hasta la próxima!

Las imágenes que acompañan este texto han sido tomadas de PIXABAY.COM

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¡Hola, @snmelinger !

Primero, te ofrezco disculpas por responder de forma tardía.

Agradezco muchísimo tu tiempo en leer y sobre todo el apoyo del equipo de curación.

Un abrazo fuerte en la distancia y nos seguimos leyendo.

¡Hola, @sancho!

Gracias por tu visita, espero que vuelvas pronto y que disfrutes del contenido, claro.

Me pregunto: ¿sería mucha molestia pedirte que me describas el gif que has incluído en tu comentario? ahora mismo no tengo ojitos funcionales que me la puedan describir y me da curiosidad de cómo será.

Verás, es que recuerdo alguna que otra ilustración de don quijote y su fiel amigo Sancho Panza Y me pregunto si esta será como lo que recuerdo:

Sancho montado en un cuadrúpedo que más que caballo, parecía mula, con su panzota asomada por debajo de la camisa y el chaleco, las piernas cortas, arqueadas y rechonchas y el ojo avizor por si acaso don Quijote se le perdiese en algún arrebato.

Ya me contarás si tienes tiempo, si no, esperaré a que alguien pueda describirme la imagen.

¡Saludos y un abrazo fuerte en la distancia!

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