Una re-edición genial de lo que debería ser el pecado original. La verdadera caída de la humanidad.
En tiempos cuando es más fácil perdonar un genocidio que una demanda por información verás (conocimiento?), es bueno contar con plumas como la tuya, querido @oacevedo para recordarle al mundo la belleza del pensamiento libre.
Tu poesía trasciende y reta nuestras formas de expresión. Un verdadero derroche de inventiva e imágenes líricas que devuelven a la mitología judeo-cristiana la dignidad perdida en la explotación barata de una historia mal o medio contada.
Siempre es una agradable sorpresa para mí, @hlezama, encontrar la marca de tus palabras en esta página.
Como le referí a nuestra querida amiga @hljott, la idea del relato fue hacer una asociación, o juego de significantes, entre los primeros hombres nacidos en el mundo, según el relato bíblico, y las desavenencias en la comunicación y las ansias del poder (simbolizadas en este caso por la Torre que lleva un nombre muy parecido al del primer ser humano muerto sobre la tierra, a manos de su propio hermano); añadiendo la figura mitológica del Rey Bael (parónimo de Abel y de Babel) huyendo de la miseria humana hacia el infierno.
Desde aquel tiempo inmemorial como el que evoco en el relato o el actual, donde conversamos por este medio, el ser humano ha sufrido sus caídas eternas.
Tu comentario me ha hecho recordar aquel monólogo de Segismundo en La vida de sueño, donde dice:
¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Estas palabras, pienso ahora, bien pudo habérselas dicho un hermano al otro.
Sí, tal vez ese homicidio podría considerarse el verdadero "pecado original" de la humanidad ─como planteas─.
Recibe un abrazo fuerte, hermano.