Mi montaña, no sabes cuánto te extraño. Antes jamás te lo dije y sé que en eso he fallado, espero recuperar ese tiempo que he callado. Para mí era seguro verte al despertar cada día y quizás por eso no demostré lo mucho que te quería. Eras tú mi cómplice perfecta en silencio a través de la ventana de mi balcón. Eran tus múltiples tonalidades de verde y ocre la fuente más profunda de mi inspiración.

Una imagen tuya que hoy comparte una amiga por el whatsapp llega en el momento justo, cuando la nostalgia está en su climax. Tú ni te imaginas el efecto que sobre mi tienes ante la pérdida de mi calma, de mi esperanza. Al verte en esta pequeña pantalla, estallan los recuerdos que esta inmensa soledad guardaba en una profunda oscuridad. Ahora vuelvo a ver tus empinadas colinas, las flores en tus laderas, disfruto la fresca sombra de tus inmensas acacias, escucho de nuevo el cantar de tus aves y el sonido de tus riachuelos. Todo ello da sosiego y paz a mi alma.

Sé que conoces que mis amigos tampoco están hoy junto a ti. Eso te ha dolido en tus entrañas, pero a pesar de ello sigues intacta siendo la gran sultana. Ahora nos encontrados regados por el mundo, cuando hablamos sobre ti ante nuevos amigos y conocidos lo hacemos con gran orgullo.

En nuestra nueva casa hacemos el esfuerzo por no nombrarte y no es porque no te echemos de menos, sólo lo hacemos para evitar pensar que no estaremos contigo de nuevo tan pronto como queremos.

Hoy he recobrado de nuevo le fe. Por mis padres y los medios he escuchado nuevas noticias de ti. Ríos de gente caminan contemplándote por las calles, no es un deslave es esperanza inminente.

Hoy me dicen que un infinito y bello manto azul te ha cubierto y que pequeñas motitas de algodón están esparcidas en todo tu cielo. Copitos que usaremos para limpiar las heridas del sufrimiento y para hacer siete nuevas estrellas libres al viento.

Imágenes: R. Aldana, Valencia Octubre 2017 / L. González, Febrero 2019.

Dispositivo utilizado: Samsung Galaxy Mini S4 / Huawuei Y5.