Hace mucho tiempo, apenas con 13 años de edad, estaba por terminar primer año de segundaría. Jamás pensé que en ese momento conocería a un chico que le daría un giro a mi vida a tan pronta edad, había encontrado mi lugar, ya estaba seguro de quien soy o al menos cuales eran mis gustos. A veces me cuestionaba y me preguntaba:

¿Esto estará bien? ¿Está mal ser gay?

Realmente mi mente daba vueltas y vueltas, siempre que me encontraba solo mi mente no dejaba de pensar si realmente estaba haciendo lo correcto. Con el tiempo esos pensamientos cesaron ¿para qué seguir pensando en si está bien o está mal si al final esto me hace feliz? no iba a renunciar a lo que soy por lo que pensaran los demás o lo que dicta la sociedad en la que vivimos... ¿mujer con hombre? en donde dice que debo amar y tener a una mujer a mi lado para ser feliz o viceversa ¿acaso no me puedo enamorar de alguien por su ser más que por su género?.

Poco a poco deje los perjuicios que mi mente siempre se hacía, pero siempre cuando iba a salir con aquel chico, no paraba de sentirme culpable al tener que mentirle a mi madre sobre la persona con la que iba a salir o lo que iba a hacer, no me sentía bien mintiendo, mintiéndole a la persona que más amo en el mundo, a mi madre. Momentáneamente antes de salir por la puerta de la casa, siempre pensaba

¿Realmente tengo que ocultarle a mi madre quién soy?

La verdad es que siempre terminaba diciéndome la misma respuesta "¡Sí! tienes que ocultárselo, le harás daño diciéndoselo, aun no es el momento". Pero que equivocado estaba, solo quería aplazar más las cosas para no enfrentarme a mi familia, la verdad es que sentía que ya no me iban a ver con los mismos ojos si se lo decía. pero no me di cuenta del error que estaba arrastrando hasta que paso lo inevitable, mi madre se enteró de aquella aventura que mantenía con aquel chico desde hace poco menos de un año, me encaro y me pregunto si yo era gay... me tomo por sorpresa, pero era el momento, ya no podía seguir engañándola y lo afirme con un ligero movimiento con la cabeza mientras mis ojos se aguaban.

Mi madre comenzó a llorar mientras me decía una y otra vez que yo estaba mal. Sentía que la había decepcionado, me sentía miserable y triste, ya no aguantaba escuchar tantas cosas que decía mi madre, fue hiriente. Como pude salí hacia la casa de mi abuela, con lágrimas recorriendo mi cara, entré rápidamente a la casa hacia mi habitación.

En el camino mi tía y mi abuela se dan cuenta, preocupadas entran a mi habitación y empiezan a preguntarme que es lo que me pasa, yo no quería responder, no quería empeorar las cosas y me mantuve callado, sin embargo mi tía rompe mi silencio y me pregunta con una voz suave y serena:

Luis ¿Qué pasa, eres gay?

Abismado por todo lo que ya había pasado con mi madre, decidí terminar con todo ese peso que llevaba encima y les dije que sí, que mi madre ya lo sabía y que no lo había tomado para nada bien... para mi sorpresa ellas me entendieron y apoyaron, dijeron que siempre estarían para mí. Jamás pensé que iba a recibir tanto apoyo de ellas, mis ánimos comenzaron a cambiar, ya no me sentía tan solo, pero aún me hacía falta la aprobación de aquella mujer que me dio la vida.

Al día siguiente mi madre viene a buscarme a la casa de mi abuela. Mi madre me inscribió en psicólogos y orientadores, la verdad yo lo veía innecesario, pero quería complacerla, sentía que era una buena manera de ayudarla a entender lo que estaba sucediendo. Pasaron los días y las cosas se pusieron peor, ya no sentía aquel amor que mi madre me brindaba, sé que nunca dejo de amarme, pero se sentía confundida, esto no era fácil para ella.

Al final de las sesiones, la psicóloga y los orientadores decidieron decirle a mi madre que yo no iba a cambiar y que yo seguiría siendo así, pero que no se preocupara que no había nada malo en mi. A decir verdad jamás me espere que ellos fueran a decirle eso a mi madre, menos en mi país en donde miran a la homosexualidad con recelo, pero fue así.

Esa alegría que sentí cuando aquellas personas hablaron con mi madre no duro mucho, mi madre se tornó agresiva, mi familia no pudo tolerar aquellas acciones que estaba tomando mi madre hacia mí y decidieron alejarla de la familia, mi madre perdió todo contacto con nosotros por tres meses, me sentía frustrado pues la quería a mi lado.

Al paso de unos tres meses mi madre me llama y me pregunta que si quisiera salir a pasear por la ciudad un rato con ella, me entrañe mucho, hacía tres meses que no hablábamos, pero accedí, realmente quería verla y me sentía emocionado. Cuando llego a la casa, salí y me monte en el auto, de inmediato me abrazo. Mi madre empezó a conducir, no teníamos un destino a donde ir, solo estábamos recorriendo la ciudad, cuando de repente mi madre me dice:

-Luis, espero me perdones por todo. Siempre serás mi hijo, la luz de mis ojos y solo quiero tu felicidad. Si tú eres feliz así yo también lo soy.

Esas palabras alegraron mi vida entera !mi madre me aceptaba¡ luego de eso mi vida se tornó increíble, la confianza de poderle decir todo lo que me sucedía a mi madre, sin temor a algo, ella se volvió mi mejor amiga.

Con esto, quiero que sepan que Dios no pone retos que no podamos resolver y si no podemos, nos pondrá a las personas correctas en nuestro camino para que se nos haga más fácil transitarlo. No te apresures, el momento llegara, solo depende de ti si lo aprovechas o lo dejas ir. Tienes que tener en cuenta que a veces las oportunidades se dan una sola vez en la vida y tener confianza y honestidad en todos los sentidos con tu familia ¡es fenomenal! solo tú sabrás cuando es esa oportunidad, pero ten siempre presente que por más difícil que se torne el problema con tu familia siempre serás parte de ellos, solo necesitan tiempo para entender.