Marketing ilustrado en una noche de copas

La música está a tope, entramos al local nocturno. Y ¡Bam! Me doy cuenta que soy Nerd a la enésima potencia y no consigo lógica o sentido a todos esos ritos humanos de reconocimiento en espacios para hacer “relaciones públicas”. A continuación me tomo un trago y respiro, el alcohol me permite recordar a un célebre señor de todos los libros que he leído, ese señor es Philip Kotler.

El estadounidense considerado el nuevo padre del mercadeo, el mismo que logró darle nombre y técnica a los procedimientos básicos y lo que te obligan a estudiar cuando comienzas la carrera para ser publicista o mercadólogo. Ese señor viene a mi como primera referencia, ¿Porqué? ¡Ah, claro! A ver, ya les cuento o mejor les cuento cómo fue la noche.

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Resulta que ahí estaba, de pié, sin saber exactamente cómo socializar. Me doy cuenta de que ya estoy metida en el lío y necesita hacer algo, por eso decido iniciar un recorrido por el lugar. Observo algunas fieras con maquillajes muy llamativos, tacones súper altos y de pronto pienso “¿Cómo lo logran?”. Sonreir, beber, ir al baño y ser fancy mientras cargan esos tacones de aguja toda la noche… ¡Wow! No sé cómo lo logran, en verdad parece demasiado.

Mientras camino por el lugar haciendo un reconocimiento, comienzo a observar la forma de expresarse de los invitados al lugar, sus ropas, sus gestos. Esos detalles hablan mucho acerca de lo que podría ser sus gustos y preferencias, hablan de personalidades. ¡Gracias Kotler! Estoy haciendo un reconocimiento del mercado, porque necesito introducir mi producto ¡Ya mismo!.

Ok, ya entro en calor con mi amigo Kotler en la cabeza y lista mi etapa 1, el reconocimiento del mercado termina, al igual que la canción que sonaba y el DJ cambia de género. Ahora, nos vamos por una música electrónica bien relajante, me recuerda a la playa. Mmmm, la playa. Inmediatamente recuerdo las chicas que estaban recostadas de la ventana.

Y revisé de inmediato junto a mi amigo Kotler, que tuvieran la plaza adecuada. Esa ventana tenía buena luz, así no notarán la mancha del lado derecho de mi camisa. Una mancha provocada por el gran mordisco que di a mi hamburguesa antes de venir a este “evento social”. Bueno Kotler, la plaza la tenemos.

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Antes de acercarme examino mis ropas y viéndolo bien están bastante cool esos anillos que me compré, listo tenemos el precio. Llevar prendas que te identifiquen como parte de la manada, es tomado con cierto valor ¿No es así? Ok, estamos listos con el precio Señor Kotler.

Respiro profundo, me tranquilizo y comprendo que mi producto soy yo, que debo dirigirme de forma correcta para promocionarme correctamente y en teoría todo debería salir bien. Bebo un trago más y me acerco.

La chica de la derecha parece sonreír a cada cosa que digo, la de la izquierda no tanto. Creo que tiene un problema en su músculo cigomático mayor, porque era algo entre desagrado, alegría o quizás una especie de guiño a sus amigas, pero que extrañamente ninguna entendía.

En fin, la conversación ya estaba andando tenía lista mi precio, plaza, promoción y producto. La segunda fase del mercadeo según Kotler estaba completa. Dejé que la noche fluyera, tenía compañeras nuevas, además cada copa que llegaba permitía que todo fluyera mejor. Dos copas más y ya todas estábamos destronilladas de la risa y ya sabía que a Susana su papá le regaló un viaje a Francia, no tan bueno porque fue donde su prometido la abandonó pero al parecer se contentó con el último bolso de Channel que logró adquirir en alguna Boutique cuyo nombre no puedo ni pronunciar.

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Cuando la comodidad dentro de mi grupo llegó, entendí que la fase 3 de mi amigo eterno Kotler había funcionado. Era parte de la manada, me habían aceptado como una de ellas. De pronto una de las chicas, ya ebria, me toma de la mano (no entiendo porqué lo hizo, odio que me toquen) para decir lo muy feliz que se siente con mi presencia y aseguró que podíamos ser “amigas por siempre”, concepto que aún no entiendo pero prometo desglosar en otro estudio.

Bueno, aunque sea una “amiga” ebria, al menos ya me reconoce como parte importante de su noche. Así que doy por completada la fase 4 de Kotler, he fidelizado la primera criatura de la noche. Allí estoy, parada, orándole a dios porque esa rara criatura no comience a vomitar, porque ahí si tiro mi diccionario al piso y me voy. Cuando de pronto alguien me toma por el brazo y me dice “¡Amiga te está mirando!”.

Por favor, no le hagan eso a alguien si están en Caracas, pensará que se trata de un ladrón, asesino en serie, secuestrador o algo malo, de último piensas que es un hombre en lo que parece un extraño ritual de apareamiento. En esos segundos que me tomó pensarlo todo, me llevaron al baño y en un parpadear de ojos tenía encima al menos 5 pares de manos maquillando, peinando, “mejorándome” para impresionar al mirón.

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Nunca entendí para qué tanto maquillaje para “impresionar”, si en lo que me duche le diré adiós a ese maquillaje y él tendrá que enfrentarse a la realidad de mi rostro. Dando traspiés llegué a la barra (los tacones no me dejaban ni vivir), y me atreví a decir solo “¡Hola!, esbozando una débil sonrisa.

Las chicas de la manada se reían descontroladamente. Si, ya una de ellas le había hablado a él de mi. Él sólo se limitó a mirarme y sonreír, me invitó amablemente una copa (¿Cuantas copas llevaba ya?), y de inmediato preguntó “¿Por cuál fase de Kotler vas?” ¡Bingo! Era un nerd como yo. “Pues la verdad el mercado acaba de reconstruirme en el baño, y me arrojaron a ti como recomendación. Pues creo que he llegado a la 5° y última etapa de Kotler”. Sonreímos, brindamos y la noche terminó bastante bien.

No, no es un vivieron felices para siempre, porque las copas no tardaron en llegar a mi cabeza y al parecer vomité sobre sus pies. Pero en medio de mi borrachera gestioné el riesgo y pude salir victoriosa de semejante bochorno. Igual, ya la gestión de riesgos es otro tema, así que por el momento creo que los fundamentos de marketing han llegado a su fin, al igual que la historia de mi noche de copas.

Nos leemos en otra.

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