Cartas de mi amigo D: 04/04/2019

El silencio de la noche se corta con mi respiro. Es una de esas noches frías y donde sólo el ímpetu del viento llega hasta lo más recóndito de nuestros huesos, y las estrellas son la única luz en la penumbra. Solo una vela acompaña esta oscuridad inhóspita. Por ahí se murmura que se trata de racionamientos, no creo ni una centésima de ese cuento barato. Sonidos extraños caminan de la mano con el aire y yo solo me encuentro descansando. No hay nada más que hacer, y me hallo jugando una reñida partida de ajedrez en mi subconsciente, y por ahora, creo que mis pensamientos tienen la ventaja.

Se escucha uno que otro lamento, habladurías, gritos sordos, incluso algunas risas breves. Sus voces poseen algún toque de angustia y conformismo, corazones aún rotos por la infame maldad.

Escribo para purgar esos pequeños males, intentando desahogar y reconfortar ese pedazo de mi interior que por desgracia, tiene un vacío fijo. No escribo desde hace mucho, y ni contar si lo hiciese en mi día a día.

Contar historias se siente bien, y sobre todo, cuando ellas se dejan fluir por sí mismas y logran entrar en la mente del lector. Me apasiona llegar a esa cúspide, que a lo lejos se nota inalcanzable, pero sus rasgos sutiles entrañan un montón de momentos y placeres únicos jamás contados.

D.