Filias y fobias

Me he dado cuenta que según pasa el tiempo, se incrementa más el número de cosas que me molesta. Me molesta la gente, a grosso modo, pero si tuviera que ponerme específico, encontraría muchas maneras:

Me molesta la gente que fuma en la puerta de los negocios, o portales, como si fueran pelotas de esas que van asidas con una goma a la raqueta, que parecen que estiran todo lo que pueden, pero sin poder abandonar un espacio limitado. Es oprobioso que tengamos que convivir con el humo de sus apestosos cigarrillos.

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Me molesta la gente que tenga que ir a bañarse a la playa, a una playa apartada de la demás gente con un burkini, porque conviven con un alguien que le molesta, que se bañe de otra forma y está sentado expectante casi sin salivar o parpadear con los movimientos de las damas en el agua. Me molesta la gente que aún como a mi le molesta y le parece intolerante esto, no lo respeta, arrimandose en su baño, cercano, hasta sentir su incomodidad, por el ojo que las observa, aprisionada por dos mundos, al final, siempre es víctima.

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Me molesta la gente que va a comprar en grupo a los supermercados, familias de tres, nos hemos reducido al mínimo grupo, mientras ella arrea con el carro y el crío o cría correspondiente, el divaga como un dron y va chocando alternativamente contigo en los distintos pasillos o con otros transeúntes de ese acto obligado de la compra.

Me molesta la gente que escucha su música el móvil sin auriculares, compartiendo vatios de distorsión que no concibo forma que me pueda gustar ni a mi ni a él que lo va escuchando, si además son dos chicos que ocupan parte de la acera y contradiciendo la normativa van sin camiseta y a premioso paso, la molestia es mayor por la inevitabilidad del roce de cuerpos sudados carentes de aseo.

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Me molesta la gente que dispone de tu tiempo sin consultar acaso si te viene bien tal o cual visita, se introducen en tu espacio, hacen que cambies una dinámica no escrita y luego, quedas a la espera que anuncien, su incómoda visita.
Me molesta que la fruta no sepa a nada, también que lleve pelusilla y me produzca alergia. de inmediato tras tocarla, noto la sensación como si pequeñas patitas de hormigas fueran desplazándose por mi cuerpo camino de ojos, oídos y fosas nasales.

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Odio los vecinos que dejan a sus ancianos y sordos padres a los hijos como el que deja una maleta en un trastero, la delgadez de las paredes y el calor, hacen el resto, las voces dignas de un cabrero en la llanura, despiertan de la siesta necesaria para partir estos días de trabajo obligado y calores hasta decir basta.

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Odio despertarme y al ir a la cocina esté la lavadora puesta con ese silbido de la toma de agua, el olor punzante del suavizante en el aire y la cafetera aún templada de un reciente café pero no recién hecho, como a mi me gusta, cuando intentas ir al aseo a aliviar los rigores de una noche sin evacuar(hablo de aguas menores) y descubres al culpable o la culpable de tales desmanes ha ocupado con sintomático alivio de grandes atascos. La angustia, la intentas sobrellevar andando en círculos sobre el suelo que va caldeandose de cualquier lavadero, o terraza.