Miedos

in #spanish5 years ago (edited)

¿Qué sabemos del miedo? ¿Qué sabemos de aquello que nos desvela a las escasas horas de acostarnos con sensación de intenso calor y al instante deja paso a un frío que apenas nos deja pertrecharnos con las ropas de abrigo?

En mi caso, no se exactamente que me despertó, está claro que tomar un potentísimo café de capsulas apenas una hora antes de acostarme, así como malas elecciones en la composición de la cena(chucrut, naranja y tortilla francesa) me ha hecho despertarme con una mezcla de pavor y porqué no decirlo, hambre.

El día en casa de mis padres, ha sido intenso, agotador, he hablado lo justo, había mucho que escuchar, aunque algunas historias llevaban aparejado el sarro de la excesiva permanencia, ese olor rancio de mil veces contado, pero estaba cansado, anestesiado por el exceso de comida y la siesta vertical, sólo queda escuchar y disimular el hastío.

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El pequeño muñeco que había colocado junto a los demás en su estantería volvía a estar en el suelo, la luz de salón me pareció de una potencia inusitada, durante un segundo tuve miedo de la certeza de vislumbrar la muerte.

Adelantando trabajo que realmente no lo requería, quitando cortezas viejas para que la mente descanse, ha salido a la primera, una estocada limpia, está claro que podría haberlo sacado perfectamente en los venideros días laborables de la semana, pero los miedos al envejecer son así lo pequeño, alcanza dimensiones inusitadas.

El pico de hambre ha vuelto, no parece ser ansiedad, calibro las posibilidades, no quiero abandonar la comodidad del laptop y la manta envolviendo el cuerpo.

Hay mucha gente perdida en el medio del mar pero yo voy a lo mío.
Estoy desconectado del mundo real, me han acostumbrado a no pensar.

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La persona que vive conmigo ya se ha acostumbrado, no se extraña de mis amaneceres en mitad de la noche, sabe que de vez en cuando tengo un día de estos, incluso he llegado a tener rachas de enganchar más días que noches, afortunadamente, tengo más medios para luchar contra esto...porque esto, supongo que es normal, es una de las piedras con la que te lastra la edad.

En la cocina, limpiar la cafetera, la gota de agua que se desliza de la taza que coges del mueble y resbala muñeca abajo helando el cuerpo en el punto exacto. La luz fluorescente, parpadea en fase del tubo parcialmente quemado y hace que todo tenga un aspecto fantasmagórico, como de cuento ruso. La gota que ha llegado ya hasta el codo, enfría el cuerpo, haciendo que vuelva a la computadora mientras termina el café de hacer su ciclo por la cafetera italiana.

Naranja navelina de Valencia, ha caído en perfecto corte, los gajos enteros, sin hueso, apenas piel, todo sabor, acidez y dulzura, con buen tacto al primer bocado. La leche caliente convenientemente edulcorada, espera el último impulso del café, en la radio, el podcast habla de hombres blandengues, suena El Fari e incluso Julio Iglesias.

Sentirse incómodo, forma parte del crecer, cuestionarse la forma de ver las cosas, de no adocenarse en la masa, lleva a estos desarraigos entre los conceptos tradicionales de la noche y el día. El fútbol, heteropatriarcado, resuenan en mis auriculares como martillos pilones que me alejan del miedo y lo que siento, es desarraigo.

“Que guarden los días mi historia perdida de espejo de sala de espera, que aquí se termina lo que nunca quise fingir”

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