El espejo de la abuela: portal hacia otro mundo (relato original).

Solíamos ir a casa de la abuela a compartir con ella durante las vacaciones y uno que otro fin de semana. La abuela vivía en un bonito vecindario, lo suficientemente lejos de la ciudad como para poder desestrezarse y olvidarse de todo aquel caos urbano. Mi relación con aquella mujer de 75 años era distinta a la que ella tenía con mis dos hermanos mayores, quizás porque yo era la menor de sus nietos y la única niña, lo cierto es que teníamos una conexión nieta-abuela increíble: cada vez que la visitábamos no me despegaba de ella e inluso la mayoría de las noches dormía a su lado.

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Pero, en ocasiones, la abuela solía comportarse de una manera un poco extraña. Probablemente mis padres y mucho menos mis hermanos lo notaban o quizás sí y le atribuían dichos comportamientos fuera de lo común a la vejez. El extraño comportamiento estaba relacionado a un gran espejo que la abuela poseía en su dormitorio y que no permitía que nadie lo tocara y mucho menos que alguien se reflejera por mucho tiempo frente a él…y ahí comenzaban mis dudas: si tienes un espejo, ¿por qué no poder observarte en él?. Mis padres no prestaban mucha atención sobre esto y simplemente nos recordaban que le hiciéramos caso a la abuela y que respetáramos sus reglas, pero la curiosidad de un niño es bastante grande y a la hora de prohibir algo la curiosidad crece de manera exponencial… por lo que la abuela, consciente de este hecho, solía cerrar su dormitorio con llave y la única manera de pisar aquel dormitorio era en su presencia. Muchas de las noches que dormía junto a ella, observaba con rareza cómo la abuela cubría aquel gran espejo con una sábana antes de irse a la cama y cada vez que lo hacía mi pregunta era siempre la misma: “abuela, ¿por qué cubres el espejo?”, a lo que ella siempre me respondía: “no puedes dejar que tu alma te abandone, no puedes dejar que ellos te hagan daño”. Esta respuesta carecía de mucho sentido para una niña de 7 años y es por eso que siempre le hacía la misma pregunta para ver si lograba que me diera una respuesta diferente y más clara y poder entonces aclarar mi interrogante.

Recuerdo una tarde en la que habían ido de visita a aquella casa dos tías con sus respectivos maridos e hijos, todos charlaban animadamente en la sala de la casa mientras comían el exquisito postre que una de mis tías había preparado, mientras que yo me encontraba completamente aburrida de sus conversaciones y excluída en su totalidad de los juegos agresivos de niños de mis primos y mis hermanos, así que escapé de aquel bullicio hacia mi habitación en busca de cualquier juguete que me mantuviese distraída y me quitara aquel aburrimiento de encima, pero mi objetivo fue descartado al ver que la puerta de la habitación de la abuela estaba abierta y en seguida me vino de nuevo a la mente aquel extraño espejo. Sin pensarlo dos veces entré a la habitación y caminando lentamente me posicioné frente al espejo, observé hacia la puerta abierta para corroborar que no hubiese nadie que me imposibilitara romper las reglas y en efecto no había nadie, sólo estábamos ahí el espejo y yo. Lo observé detalladamente…no tenía nada en particular y de hecho se notaba que era un espejo bastante viejo. Recorrí sutilmente su marco dorado con la yema de mis dedos y luego me alejé un poco para poder observar en totalidad mi reflejo y fue cuando noté algo extraño: aquella niña reflajada en el espejo no era yo…bueno, sí lo era pues tenía el mismo vestido, mismos zapatos, mismo listón rosado sobre el cabello castaño pero sus movimientos no correspondían a los míos. Yo estaba completamente inmóvil e hipnotizada, mientras que aquel reflejo me sonría al momento que levantaba su mano hacia mí para que tomara de ella. Justo antes de poder colocar mi mano sobre el vidrio del espejo y poder hacer contacto con mi reflejo, escuché una voz conocida gritar mi nombre sacándome inmediatamente del trance. La abuela corrió hacia mí apartándome de un empujón y tapando rápidamente el espejo, luego con más calma ambas nos sentamos en el borde de su cama; ella tomó mi rostro en sus manos y me dijo: “te advertí que no te miraras por mucho tiempo. Este no es un espejo como los demás…tienes que tener mucho cuidado con él, por favor”, en su rostro se veían reflejada una gran preocupación y yo todavía no lograba comprender lo que ocurría.

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Esas fueron las últimas vacaciones que pasamos en casa de la abuela, ya que meses después la abuela falleció de un infarto mientras dormía. Esa noticia desconcertó a muchos porque mi abuela era bastante sana y siempre estaba al día con sus chequeos médicos e incluso los doctores siempre le decían que tendría una larga vida. Realizamos el velorio en aquella casa, fue una tarde bastante triste e incluso llovió muchísimo…mi madre nos decía a mis hermanos y a mi que el cielo también estaba triste por la partida de la abuela. Recuerdo haber entrado a la habitación de la abuela, recuerdo que su aroma característico seguía impregnando la habitación, recuerdo que todo se encontraba tal y como ella lo había dejado salvo el espejo que no se encontraba cubierto. No entendía por qué la abuela se había marchado, no entendía por qué las personas que más querías tenían que fallecer. Me senté en la esquina de su cama añorando su recuerdo, pero sentía que algo no estaba bien y en ese momento mis alarmas se encendieron: de inmediato volteé a ver hacia el espejo y ahí estaba ella con una mirada vacía y una fría sonrisa, comencé a respirar entrecortado y en seguida mis padres llegaron corriendo a la habitación gracias a mis fuertes gritos. Desde ese día fui a terapias con un psicólogo, según él la imagen que había visto aquel día fue producto de mi imaginación, lo cierto es que aquella tarde desarrollé una especie de fobia hacia los espejos.

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Esa fue la última vez que pisé la casa de la abuela y esperaba no volver a hacerlo nunca más, pero veinte años después la familia decidió vender la casa y me consedieron el para nada grato honor de encargarme, junto con uno de mis hermanos, de organizar las viejas pertenencias y darle un lugar adecuado a las cosas útiles y no útiles antes de que llegaran los potenciales compradores. Decidí adelantar el trabajo por lo que me levanté bastante temprano ese día y conduje hacia aquel lugar, mi hermano me dijo que llegaría a mas tardar al medio día. Al llegar a la casa una avalancha de recuerdos invadieron mi mente y un nudo se formó en mi garganta, el lugar no había perdido su toque acojedor y todo permanecía tal como lo recordaba salvo por detalles como las paredes pintadas de un tono distinto. La casa nunca estuvo abandonada, mi padres y mis tíos solían ir a cuidarla y quedarse días ahí. Sin pensarlo subí a la que solía ser la habitación de la abuela, me demoré buscando la llave correspondiente y cuando la encontré una sensación de nerviosismo recorrió todo mi cuerpo, no había estado en ese lugar desde hace veinte años y la última vez que estuve no fue para nada agradable. Giré la perilla y abrí la puerta, fue como si viajara de regreso en el tiempo y de nuevo aquel nudo en mi garganta se hizo presente. Pero muy en el fondo y aunque no lo aceptara, yo sólo estaba buscando vencer mis miedos.

En una esquina de la habitación se encontraba lo que tanto buscaba. Estaba ahí, como queriendo pasar desapercibido bajo aquella vieja sábana. Respiré hondo, tratando de mentalizarme que eso que vi hace algún tiempo fue producto de la imaginación de una niña de siete años. Caminé poco a poco, despacio…tomé el espejo y como pude lo llevé de la esquina al centro de la habitación. 1, 2, 3…quité la sábana rápidamente. No había nada fuera de lo común, sólo mi reflejo. Me quedé unos instantes observando fijamente mi reflejo, como si me encontrara bajo una hipnosis; el sonido de mi teléfono me sacó de aquel trance, contesté la llamada de mi hermano y apenas colgué comencé con el trabajo pendiente. Luego de unas tres horas de limpieza y de embalar objetos para vender, decidí descansar. Tome mi laptop de mi bolso y subí de nuevo a la habitación. Me recosté en la cama, coloqué una lista de reproducción de Youtube y comencé a ojear el inicio de mi Facebook. No sé en qué momento me quedé dormida pero desperté gracias a una fuerte presión en el pecho, llené mis pulmones desesperadamente de aire. Me senté en la cama mientras que respiraba forzosamente, la música ya no sonaba…traté de prender la laptop, pero ya estaba completamente descargada al igual que mi celular. Me levanté y caminé hacia la ventana, pequeñas gotas de lluvia comenzaban a caer. Me apoyé sobre el marco de la ventana y di una vista hacia toda la habitación, mi mirada cayó de nuevo en el espejo que yacía justo en medio de la habitación con parte de su vista hacia la cama y parte de su vista hacia donde yo me encontraba….grave error.

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Todo comenzó a darme vueltas y sentí unas terribles ganas de vomitar. Todo estaba reflejado en el espejo a excepción de mí, sobre la cama estaba mi laptop y algo adicional. Era como si hubiesen tomado una fotografía del momento en que me quedé domida. Me acerqué desesperada al espejo, pero no había reflejo sólo había un cuerpo recostado sobre la cama y con una laptop al lado. En un acto desesperado golpeé el espejo, lo empujé haciéndolo caer al piso, lo pisotée y él seguía intacto; no logré hacerle ni una pequeña grieta. Comencé a llorar aterrada, preguntándome si todo eso era un sueño. La imagen del espejo parecía real y en ese momento me mostró como una persona, que reconocí rápidamente como mi hermano, entraba a la habitación y movía desesperadamente aquel cuerpo, mi cuerpo, mi hermano golpeaba ligeramente mi rostro como si eso lograra hacerme reaccionar. No demoré mucho tiempo en darme cuenta de que estaba viendo en vivo y directo la transmisión de mi muerte.

Lloré, grité y seguí golpeando aquel espejo hasta que una voz bastante familiar inundó la habitación.

—Niña tonta, te dije que tuvieras cuidado con el espejo.

Cerré los ojos un par de segundos, armándome de valor para poder voltear hacia el lugar de donde provenía aquella voz. Al abrirlos de nuevo la vi parada justo al lado de la puerta tenía una sonrisa fría y siniestra, sus ojos eran completamente blancos, era como si estuviese vacía por dentro, sin alma. Mi abuela no era mi abuela, era un ser frío y completamente aterrador.

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Y entonces, todo lo que ella me dijo hace algún tiempo cobró sentido. Aquel no era un espejo común, aquel espejo era la brecha entre dos mundos completamente diferentes: el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.