ADIOS POR SIEMPRE, QUERIDO PADRE

Hace seis días que falleció mi padre, el pilar más fuerte de mi familia originaria. Dios le regaló tanta salud, que falleció a solo 2 meses de llegar a los 90 años.

Mi madre también ha recibido ese regalo de vida, pues acaba de cumplir 80 años, así que hemos sido una familia afortunada, pues salvo algunas operaciones quirúrgicas exitosas, prácticamente era la primera vez en tantos años, que veíamos partir a un familiar tan cercano.

Desde el primer momento vi pasar todo como una película, me sorprendió que mi padre muriera tan repentinamente. Creo que ninguno estaba preparado para ello, a pesar de su avanzada edad.

En ese triste cortometraje, vi que los personajes involucrados reaccionaron de manera tan diferente, que hasta llegaron a sorprenderme.

No corresponde a mi ánimo dar detalles de los intríngulis de nuestra vida familiar, pero escribo este post con la intención de dejar un mensaje útil para quienes me lean. Ese es el fin último cuando escribo la mayoría de mis publicaciones.

Siempre he pensado que la vida es una escuela, y Dios es el gran Maestro. Por tanto, nadie se va de este mundo sin aprender algo.

Esta inesperada experiencia me enseñó por ejemplo, que a cada quien le corresponde, ante los hechos de su vida, hacer un examen de conciencia, franco y sincero, en relación a lo que hicimos bien y lo que hicimos menos bien.

Durante horas, después del deceso de mi padre, recorrí con la mente mi relación con él desde mi niñez hasta el presente. Me inspiró la idea de escribir un poema que resumiera toda una vida al lado de mi padre. Hoy, pensando en ello, reconozco que mi relación con él no fue nada fácil, por no decir, complicada. Cuanto hubiese querido que fuese diferente, pero no fue así.

Dicen que nuestros desencuentros derivaban de lo parecidos que éramos. Es posible, porque él me enseñó a decir las cosas por su nombre y no aceptar aquello que no me pareciera justo o correcto. Aprendí tanto esa lección que nos enfrentamos muchas veces, justamente por criterios diferentes, y por lo que yo consideraba desatinos. Aun así lo quise con el alma, y se lo demostré siempre. En eso, estoy en paz con mi conciencia.

Esta amarga experiencia me llevó a reflexionar mucho sobre el tema del amor. Llegué a la conclusión de que hay dos tipos de amor en este mundo, y que la gente asume, incluso sin darse cuenta. Yo los he llamado “amor pagano” y “amor silente”.

El amor “pagano” es ese tipo de amor de superficie, el de las muchas fotos en internet, esas que a veces, ni el propio amor llega nunca a ver, el de la llamada o la visita esporádica, porque hay algún cumpleaños que celebrar. El de los muchos “te quiero”, el amor del depósito bancario para el gasto compartido, es un amor con cariño demostrado en público, es un amor que parece un amor bonito y así luce, luce bonito, pues llega cargado de regalos y palabras bellas.

Es el amor que suele aparecer en la tarjeta de cumpleaños, un amor intermitente, casi indolente, de muchas despedidas y eventos especiales. Un amor que brilla mucho, que hace mucho ruido. Que llama la atención y que encandila. Es el amor más común en estos tiempos.

Y hay otro tipo de amor, que yo llamo “amor silente”. Ese no tiene tanta escarcha, ni bombos, ni platillos. Es un amor que cansa e incomoda, un amor que da trabajo, que cuesta, que hace sudar. Un amor que te hace madrugar aunque no quieras, porque es preciso, el que hace que te mojes porque hay que salir a resolver alguna situación, algún problema, el que lleva agüita potable porque el amor tiene sed, el que cura achaques y heridas, el que compra y lleva medicinas, el que prepara y lleva sopitas calientes. Es un amor un tanto gris, porque no tiene ni público ni aplausos. Es un amor que se preocupa por el amor, y de él se ocupa, aunque no sea retribuido. Un amor que tantas veces duele, que llora y se decepciona, por tener que decir lo que es preciso, por el bien de quien se ama, aunque incomode el reclamo y se ganen caras largas.

Es un amor siempre presente y muchas veces ignorado. Un amor que se vive desde el esfuerzo, que es corto en palabras vanas, pero abundante de acciones que a veces nadie conoce ni reconoce, es un amor silencioso que aunque duele sigue adelante. El “amor silente” es permanente, es el amor que se queda cuando los demás se van, es el amor confiable, no necesita garantías; es el amor que quiero para mí cuando este vieja.

Amo ese tipo de amor, y es el que quiero seguir dando a las personas que amo, es el amor que le brindé a mi padre, a pesar de nuestras diferencias, es el amor que da paz en la conciencia, pues es el amor que siempre da y que nunca quita.

Ojala la gente entienda que la vida pasa muy a prisa, y que no hay nada más satisfactorio, que saber que hicimos el mejor esfuerzo por hacerle la vida más fácil a las personas que amamos. Eso perdurará en mi recuerdo.

Frente a la tumba de mi padre recité este poema, que resume mi cariño infinito por esa persona que me dio la vida. Lo extrañaré a pesar de nuestros desencuentros, porque cuando un padre se va de nuestro lado, no podemos dejar de cuestionamos si pudimos haber hecho mucho más de lo que hicimos. Seguramente que sí, no cabe duda, por difícil que ello fuera.

A continuación les presento el poema de despedida de mi padre, el cual puse por nombre “Descansa en paz, inquieto aventurero”.

(La “chusmita” a la cual hago referencia en el poema se refiere a un pequeño y sencillo velero que papá quiso mucho, y con el cual se aventuró varias veces en el mar, sin ver peligro, cual si se tratase de una embarcación de alto prestigio)

SUPE QUE TE VIERON POR LA PLAYA,
ZARPANDO EN "LA CHUSMITA” RUMBO AL CIELO,
ENTRE LAS OLAS DEL MAR QUE TANTO AMABAS.
ACOMPAÑANDO A LAS GAVIOTAS EN SU VUELO.
YO GUARDARE DE TI EL MEJOR ABRAZO,
LA MEJOR BENDICION, EL MEJOR BESO,
LOS BUENOS MOMENTOS COMPARTIDOS,
EL SABIO Y OPORTUNO CONSEJO.
DE HONESTIDAD, ME QUEDO CON TU EJEMPLO,
DE TRABAJO DURO, DE ESFUERZO MAÑANERO,
ME QUEDO CON TU ACENTO ESPAÑOL,
TU PASO DOBLE, Y LAS HUELLAS QUE
DEJASTE EN ESTE SUELO.
ME QUEDO CON LA CANCIÓN "NIÑA BONITA"
QUE DE NIÑA ME CANTABAS CON ESMERO,
CON LA MUÑECA RUBIA QUE UNA VEZ ME REGALASTE,
CON UNA SONRISA Y UN AMOR FRATERNO.
LEVA TUS ANCLAS, INQUIETO MARINERO,
QUE TODO LO DEMAS, SE VAYA CON EL VIENTO.
DIOS TE ACOMPAÑARA HASTA PUERTO SANTO,
Y YO ORARE POR TI EN TODO MOMENTO.
DESCANSA EN PAZ, QUERIDO VIEJO,
Y CUIDA DE NOSOTROS DESDE EL CIELO.