Seguir la vía

Paré el Land Rover en una cuneta y me detuve a observar. Llovía a cántaros. Cogí mi cámara fotográfica, hice el encuadre y esperé. Siempre espero, aunque sea unos segundos antes de apretar el botón de disparo, como si necesitara esos instantes para tomar conciencia de lo que tengo dentro del encuadre, después comienzo a fotografiar. Saqué la primera fotografía y luego seguí disparando a aquellos hombres, vestidos con trajes multicolores, que caminaban sobre una estrecha vía de tren, alineados, descalzos y protegiéndose de la lluvia con unos magníficos paraguas negros, impecables, como si su vida fuese, simplemente, seguir la vía como si supiesen que les llevaría hacia algún lugar más seguro.

El más viejo, que iba por fuera de la vía, se detuvo, me sonrío y me preguntó con una sonrisa:
—¿Vamos bien hacia el norte?
—Sí, van bien. Esa es la dirección del norte.
—¿A cuánto está la próxima estación?
—No lo sé.
Los conté. Eran seis hombres y una niña.
—Si quieren los puedo acercar hasta la próxima estación; para mí no sería un problema.
—Gracias, pero no. No se preocupe, tenemos que hacer el camino a pie; no podemos hacerlo de otra forma.

El viejo siguió su camino bajo la lluvia. Yo me subí al Land Rover para protegerme del aguacero que estaba cayendo. Entre los cristales empapados, vi cómo se perdían tras el manto de agua, con una tranquilidad que aún hoy, al contemplar la fotografía, me sorprende, como si solo les preocupara seguir el camino y llegar a su destino que nunca supe cuál era.

Fuente de las imágenes: Pixabay @talentclub

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