Volaba sobre la islas Azores cuando la vi, sacaba su lomo y expulsaba con dificultad el vapor de sus pulmones, entonces supe que era mi amiga que estaba muriendo, así que decidí bajar a verla. Dí tres vueltas a su alrededor y pude ver su herida de arpón en el costado derecho, era muy profunda.

—Hola golondrina de mar —me dijo extendiendo su aleta pectoral para que me posara sobre ella.

—Hola ballena amiga —le contesté con tristeza.

—Hoy no puedo contarte mis aventuras bajo el mar —me hablaba mirándome con su ojo que brillaba sobre el mar—. Esta vez no pude escapar ilesa del hombre y estoy a punto de morir.

Las olas se aquietaron y un viento cálido nos envolvió en la inmensidad del océano, —sé que viajas al Sur, allá donde están mi querida ballena y mis crías —dijo mi amigo con una voz profunda, sacando sus últimas fuerzas—, dile por favor que los amo.

Un inmenso chorro de agua salió de su hoyo y con el un sonido como de llanto comenzó a hundirse, yo alcé el vuelo y miré desde las alturas como su inmenso cuerpo desaparecía en las azules aguas del océano.

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