Ahí estaba ella, con aquella manta líquida roja sobre su cuerpo, dos Esmeraldas brillaban desde lo más profundo de sus ojos, horas antes había esperado ser rescatada, creyó en el amor, que éste la salvaría de todo dolor, pena y pecado.
Aquella noche de ese insensato día se vio forzada a correr, escapando del sol que aún no había salido y de sí misma que había acabado con la humanidad.

Nadie creía posible el hecho de que un solo ser acabara con lo que tenía millones de años formándose, la codicia y el deseo de saciar su sed de sangre la impulsó arrasar con todo aquello que tuviese vida, clavando sus colmillos sin piedad ni remordimiento.

Ha volado, ha expandido sus alas alrededor del mundo para encargarse de succionar la sangre de todas las personas. Fue el deseo el que la mató, el que mató a la humanidad dejando el mundo vacío, Era ella, la muerte; con afilados colmillos y una capa que se alimentaba de sangre y que quería destruir.

Allí quedó, a reventar de sangre y codicia; cumplió su meta de acabar con el mundo aunque pensó que si alguien la apreciaba, iba a salvarse de su propio odio y quedó sola agonizando. He ahí donde te das cuenta que había sido una mujer con una doble vida ya que de noche se convertía en vampiresa, preciosos ojos verdes que estaban llenos de deseo; deseo que la mató, deseo que mató al mundo.