Amaneció el tercer día. Muy motivadas fuimos a dar un paseo de compras por la avenida Corrientes, famosa por ser nombrada en un popular tango del cantautor Carlos Gardel. En ella se encuentran muchas tiendas interesantes y nosotras queríamos visitarlas. Aprovechamos para comprar algunos regalos y suvenires, así como artículos personales.

A la hora del almuerzo fuimos a un agradable restaurante donde pudimos degustar el típico asado argentino, que consta de diversos cortes de carne a la parrilla acompañada de varios contornos. Debo decir que fue un delicioso platillo.

Continuamos el recorrido, pasando por el teatro San Martin. Recuerdo que entramos a una tienda de dulces donde se podían encontrar gran variedad de golosinas, parecíamos unas niñas escogiendo caramelos de todo tipo.

Luego, fuimos a comer unos panchos, que es como los argentinos les llaman a los perros calientes, aunque su preparación era un poco diferente a lo que estaba acostumbrada, igual me parecieron deliciosos. Después nos dirigimos nuevamente a la Fuente Monumental en la intersección de la Av. 9 de Julio con Av. de Mayo, ya que quedaba muy cerca de nuestra ubicación; donde pasamos un rato ameno.

Ya caía la noche y se hacía hora de regresar a la posada. En el camino fuimos a una heladería, podría parecer extraño comer helados en una fría noche de invierno, pero a nosotras no nos importaban esos detalles.

Antes de ir a dormir, nos distrajimos un rato en la sala de estar de la posada, comentábamos que aquellos rumores que se decían de que los argentinos eran personas arrogantes no nos parecían ciertos, puesto que siempre nos encontramos con personas muy amables y solidarias donde quiera que íbamos. También comentando sobre las cosas interesantes que habíamos vivido y las expectativas por todo lo que aún nos quedaba por experimentar.