Entre fotos y videos del paisaje, arribamos a la estación internacional Saint Pancras en Londres. Yo no podía estar más feliz, pues como diría mi compañera citando la famosa frase “It’s London baby”. Estaba en la cima de mis expectativas, era un inmenso placer estar allí; lo habíamos logrado. Pensaba en mi familia, sé que estarían muy orgullosos de mí y yo estaba agradecida con ellos por su incondicional apoyo.

Después de hacer el cambio de moneda e informarnos en atención al turista, salimos de la estación. Desayunamos, hicimos algunas fotografías y luego tomamos el metro; ahí lo llaman Underground, y representa todo un símbolo de la ciudad, es por mucho el mejor sistema de metro que he visto.

Entre comentarios de todo tipo sobre la ciudad y sobre nuestra naciente aventura, llegamos al distrito Borough donde se ubicaba nuestra posada. Mientras caminábamos, observábamos curiosas los típicos buses rojos y los famosos autos Mini; ambos conocidos símbolos británicos.

Para no perder la etiqueta de buenas turistas nos equivocamos de posada, pero finalmente, con la ayuda de una amable y atenta empleada llegamos y nos ubicamos. Ya estábamos listas para transitar las calles. Nuestra primera parada fue el conocido London Bridge, que posee mucha historia en su haber; muchos confunden su nombre al referirse al Tower Bridge, que queda a aproximadamente un km rio arriba. Allí tomamos algunas fotos con el Río Támesis de lado, de fondo y de frente. Éramos pura sonrisa, libres como la brisa fresca que siempre nos acompañaba. A pesar de estar en verano, Londres podía nublarse si él así lo quería, e incluso ofrecernos relativamente frescas temperaturas; mas en ningún caso ese calor que uno se esperaría en esa estación del año.

Emprendimos camino a pie hacia el Tower Bridge o Puente de la Torre y la propia Torre de Londres bordeando el Támesis, pasando por el elegante distrito empresarial conocido como City of London. Aquello era maravilloso, una delicia de ciudad, comparable con nada que hubiera visto o visitado antes, al menos no en su estilo.

No podían faltar as fotos por doquier, queríamos captar cada momento, cada ángulo; aunque el mejor ángulo es aquel en el que quedaron grabados en mi mente.

En el camino comimos algo y luego nos acercamos a la zona de Tower Hill. Notamos que los londinenses se apuraban a exponerse cada vez que aparecía un ni tan fuerte rayo de sol, supongo que no lo ven muy a menudo por esos lares; eso nos parecía curioso.

Finalmente, nos acercamos a la histórica Torre de Londres, justo al costado del Puente de la Torre. Allí disfrutamos del extraordinario ambiente. Una vez en el puente aprovechamos para seguir tomando fotos desde todos los puntos de vista posibles, sobre él, desde el extremo que colindaba con la torre, desde el otro extremo, atravesándolo, y pare usted de contar. En fin, nos divertimos un montón.

Para hacer la tarde aún mejor de lo que ya era, nos deleitamos con un exquisito café en un Starbucks que estaba justo diagonal al puente. Mas ya se hacía hora de regresar y tomar un descanso. Nos repusimos un poco y salimos nuevamente para un pequeño paseo nocturno. Tomamos el metro hasta el conocido parque Hyde Park. Hicimos una corta caminata mientras luchábamos contra la cámara fotográfica que quería retarnos. Era hora de volver a la posada. El día siguiente nos esperaba un itinerario extenso y divertido.