Hasta luego

in #spanish6 years ago

FUENTE


Aún recuerdo cuando nos conocimos, estábamos en tercero de secundaria. En ese momento, mis compañeros me molestaban, conocían mi secreto y se burlaban de mí, era yo contra el mundo, una guerra que parecía no tener final. Entonces, tú llegaste y me defendiste, alejaste a los chicos y me sonreíste. Así es, tú, alguien tan popular, rodeado de chicas que buscan tu corazón y jóvenes que te toman como ejemplo, siendo tan perfecto y yo tan inservible, me ayudaste. Y yo, cuando menos me di cuenta, me enamoré de ti.


     De tus hermosos ojos azules, de tu cabello negro azabache, de tus lindos e irresistibles labios y de tu perfecta sonrisa. De cómo tus ojos se iluminan cuando miras a Samantha Figgings y de tu varonil voz.    Todo en ti acelera mi corazón y vuelve mis piernas débiles y temblorosas. Mi respiración se corta cuando tu suave risa inunda mis oídos como una hermosa melodía que me pone la piel de gallina, causando estragos en mi alma. Desearía no necesitar de esos patéticos aparatos para tener que escucharla.


     Pero, nunca me atreví a hablarte, siempre fui tímida y callada, hablando lo suficiente y cuando era necesario, además, siempre estabas con tus amigos o, para mi desgracia, hablando con la chica que te gustaba, la cual, muy a tu pesar, sólo te quiere como amigo. Pero sobretodo, ¿Cómo podría hablarte si cada vez que pasabas a mi lado me ponía tan nerviosa que sólo podía agachar mi cabeza?, ridículo, ¿cierto? 


     Y ¿sabes que es lo peor de todo? Que la vida es cruel, tanto, que acabó con mis esperanzas de estar juntos .Tan cruel que ahora sólo el amargo sabor de la sangre se encuentra en mi paladar, tan cruel que aún no escucho la sirena de la ambulancia que llamó mi madre, sólo sus sollozos y los murmullos de la gente a mi alrededor me mantienen despierta, trató de concentrarme en los sonidos, pero me es cada vez más difícil, la somnolencia se abre paso y fluye dentro de mi agarrotado cuerpo como el agua helada de un arroyo. El destino es tan cruel que a mis sólo 15 años mi vida va a terminar; pero sobretodo, tan cruel, que aún cuando he pasado por tantas cosas, no me permite tener una muerte rápida y me da el suficiente tiempo de pensar en todo esto mientras agonizo sobre el asiento del copiloto con el peor dolor que he sentido en toda mi vida.


    Mis pupilas, temerosas, viajan por lo que se les es permitido, acariciando con mi mirada la destrozada camioneta en la que me encuentro aprensada, puedo sentir el metal descubierto de la tela del asiento clavarse en mi espalda y perforar mi estómago, aunque lo intenten, no podrán sacarme de aquí con vida. Lo que alguna vez fue la ventana del lado del copiloto ahora se ha convertido en vidrios ensartados en mi cabeza y cuello. Mi madre dice que todo estará bien y que lo lograré, pero hasta las estrellas que iluminan la carretera saben que mi tiempo aquí se está agotando, escurriéndose como el aceite del automóvil que mancha el pavimento, o el humo que comienza a salir del cofre doblado como papel origami, haciendo una figura que por el momento me es imposible reconocer.


     Todos los momentos de mi vida, incluso los que alguna vez olvidé, regresan a mi mente arrasando con lo que me queda de cordura, ya no me importa que las lágrimas acaricien mis mejillas mezclándose con el líquido escarlata que mancha el auto, al mismo tiempo que empapa mi ropa y la pega a mi cuerpo. Miró con dificultad los brillantes y tintineantes astros que parecen burlarse de la situación en la que me encuentro. Por un momento desearía poder cambiar las cosas, poder regresar el tiempo y arrebatarle el celular a mi mamá por revisarlo mientras conducía, pero el accidente ya pasó, y no hay nada que pueda hacer.


     Entonces, unas luces rojas iluminan los pinos que están al lado de la carretera, al mismo tiempo que las sirenas irrumpen en mis oídos gracias a los aparatos auditivos que tanto odio; algunos podrían sentirse esperanzados al pensar que la ayuda había llegado, pero en cuanto vi los ceños fruncidos de las personas que debían de salvarme, supe que todo estaba perdido. 


     Mi madre corrió hacia ellos, rogándoles que salvaran a su única hija, pero al ver que era imposible mi rescate, hizo ademán de correr hacia mí, sin embargo, los hombres de la ambulancia la tomaron contra su propia voluntad de los hombros para que no se acercara a la camioneta, era evidente la razón, y prefería que así fuera, que ella sobreviviera y yo me fuera de el mundo que siempre me demostraba que no pertenecía a él. Los gritos de mi madre eran desgarradores, era obvio que se dañaba la garganta con cada uno. 


    Cierro mis ojos y puedo ver un nuevo mundo que espera por mí, al que puedo llamar de mi propiedad. Una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver que entre los troncos de los sauces y la luz que ilumina el lugar se encuentra mi hermana gemela, con los mismos rizos pelirrojos y las pecas decorando sus mejillas, tiene un vestido azul floreado, y su sonrisa radiante llena mi corazón de color, está igual que cuando la vi por última vez, sólo que ahora su piel no está tan pálida, ni se le notan los huesos, e incluso, debajo de sus ojos esmeralda no hay ojeras. No hay ningún rastro de la anemia que alguna vez acabó con su vida. Susan me extiende su mano, invitándome a seguirla por la eternidad a ese lugar tan tentador. Algo me hace abrir los ojos, y todo el dolor me llena de golpe, causándole un quejido y una tos que provoca el corte de mi garganta debido a los vidrios que entraron a mi boca sin mi consentimiento. Cuando miro al frente con el ojo que no tengo entrecerrado por el gesto de sufrimiento en mi rostro, puedo ver a mi hermana frente la camioneta, abriendo sus brazos para recibirme en ellos. 

     —Es hora de irnos.— es lo que me dice con su armoniosa voz que gracias a muchos años sin escucharla inconscientemente la olvidé.


     No comprendo sus palabras, podría jurar que aún me queda sangre que perder y minutos de agonía que vivir, pero comprendo todo al instante cuando el vehículo explota y las llamas me abrazan dándome la bienvenida a la muerte.


     Fue un gusto conocerte y ser tu admiradora fantasma, esa que no sabes que siquiera existe, Connor Brooks.


    Te quiere, aún más de lo que Samantha podría quererte:

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