Es mucho más fácil hacer la vista gorda ante los problemas que no te afectan directamente. Todos quieren casas para los desamparados o agua limpia para los niños africanos; pero la mayoría de la gente no tomaría un martillo un fin de semana, y mucho menos pasaría unos meses en Kenia construyendo un embalse. Por eso el mundo actual es tan fácil de distraer, esa doble moral en la que vivimos hace que nos puedan engañar con facilidad, todos podrían estar conscientes de ello, pero al parecer a nadie le importa...

Se decía bastante de la vida de Anthony Figueira. La mayoría no eran verdades; muchos se aprovechan de manchar la imagen de un hombre común atacado por la soledad, por eso las certezas hay que separarlas con las uñas cuando se vive en una ciudad como esta. Quizás sus vecinos hubieran podido asegurar que era un tipo admirable; tenía un trabajo, casa, inclusive una bonita familia. Pero como todo hombre...también tenía deudas que no se podían pagar con dinero. He ahí el motivo de su extraña desaparición.

Todo empezó el día que Figueira intento acabar con su problema de alcoholismo. Harold Estevez , un conocido del trabajo -el cual también tenia pesares parecidos-, estaba empeñado en solucionar la vida de Anthony; por lo tanto le recomendó un centro de ayuda cercano a su trabajo. Siempre estuvo escéptico desde un principio, pero de todas maneras se sintió tentado por la idea que le habían sembrado con tanto animo. Siempre compraba una botella de agua para justificarle a su cuerpo durante el día que no tenia sed, y al salir de su cubículo donde administraba una cuenta, ubicado en el centro empresarial "Johnson" dio una corta caminata y llego finalmente al sitio tan comentado por Harold.

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Lo recibió en plena acera un pequeño local pintado de azul celeste, este se levantaba junto a una panadería llamada “La Menita” con carteles señalando “Alcohonon”, “¿Problemas con la bebida?, ¡ÚNASE HOY!”; un "deslumbrante" nombre, que junto a un slogan bastante obvio lo incentivo dentro de todo su cinismo, generándole así ciertas expectativas para tantear que resultados sacaba de ello. Hizo un ademán levantando el labio inferior y frunciendo el ceño mientras leía un volante bastante utópico, saco una pluma y se inscribió utilizando un nombre falso.

Samuel Gil se auto-bautizo ante la carpeta de asistencia, la cual estaba algo llena por las personas que llegaban a beber café desde las "3PM". La primera reunión del grupo a la que se presentó supuso un ambiente bastante incómodo para el sujeto, había muchas personas como el que contaban sus historias al levantar la voz cuando llegaba su turno; suicidas, madres solteras, indigentes y jóvenes de todo tipo. Se limito a no ser mas que un oyente apoyando su quijada sobre su mano. Las charlas comenzaban con la típica presentación; un tipo con apariencia evangelistica abría la sesión con un breve sermón acerca de porque estábamos aquí en este preciso momento, desarrollando una trama confusa que iba desde el génesis, hasta el desayunar una mañana mientras se lee el periódico sin quitarle la mirada, para después indicar a los presentes que se presentaran bajo una plantilla bastante básica.

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Nombre, edad, datos misceláneos, etc; cosas que pudieran ayudar a entender quien es quien y después concluir con un “y soy alcohólico...” sumando la razón de porque decidieron cambiar todo el panorama, era lo que todos parloteaban cuando llegaba su turno, todos cabíamos en el mismo saco. Figueira no podía evitar beber un sorbo de su botella de agua cada vez que alguien bostezaba, la presión le causaba una violenta ansiedad que solo podía saciar con el líquido dorado del cual se necesitaba divorciar.

Todo esto no parecía nada alentador para este tipo tan cínico sumido en uno de los abismos más comunes en los que cae el hombre; pero decidió seguir hasta el final de la reunión a ver si sacaba provecho de ello. Todo esto fue contraproducente, Anthony salió del local cuando ya era de noche con un ánimo peor que el que tenía cuando entro; un fantasma -al que normalmente le hacia caso- susurraba en su oreja para que se acercara al abasto más cercano y comprara una botella de brandy, lo que efectivamente hizo un instante después de leer las letras pequeñas de la pancarta de “Alcohonon” a las que no logro ni siquiera entender por el apuro.

Llego el siguiente día. La misma rutina, el mismo trabajo, el mismo metro congestionado y ensordecedor por la hora pico, y el mismo Anthony sediento y angustiado por sentarse en la barra. Comenzó a preguntarse si de verdad valía la pena seguir asistiendo a esas reuniones donde se concentraban las falsas esperanzas de gente que no conocería en otras circunstancias. Desistió ante el ocio y asistió nuevamente. Esta vez le siguió el juego a un tipo llamado “Eduardo Morello”. Este hecho su cuento con las drogas y como sustituyo la heroína por el alcohol; lo cual no dejaba de ser malo, pero era más aceptable ante la sociedad y su balanza que lo convertia relativamente en un hombre mejor. Luego Figueira se levantó de su puesto en el círculo y sin soltar su botella de agua -a la cual le había arrebatado la etiqueta- hablo acerca de su matrimonio sin vida y a punto de quiebre, hijos perfectos que no existían y un trabajo de mierda que lo mantenía vivo y ayudaba a suplir sus vicios.

Tenía una vida relativamente buena a los ojos de los demás, mejor que cualquier otra, pero desde su ventanal solo era un esclavo del inconformismo. Todo esto era lo que hacia que Figueira se sintiera estancado, por lo que al salir esa noche de la reunion y encontrar una posibilidad inverosimil de elevarse no lo penso dos veces... pero cual era su precio.