Julio Cortázar, Convertido en Axolotl — Colección de Escritores Predilectos — 4/5

«Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma.»

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Relatar a través de letras experiencias vividas por el autor o terceros, experiencias de colores, sensaciones y ambientes cotidianos de la mujer o el hombre común, es un trabajo que quizá al momento de escribirse no se sienta la magnitud de lo importante y tan relevante en que se va a convertir ese relato para la historia de cada quien que tenga la dicha o la desdicha de leerlo. En un humilde “creo”, digo que el humano (en una posibilidad) busca expresarse en los diversos tipos de artes (siendo la escritura literaria uno de estos) porque siente o ilusamente cree que es el único experimentado de la pena, el dolor, el despecho, el drama, el arrepentimiento o incluso la repentina felicidad del amor o de las aventuras de la juventud.

Sentirse identificado, es una búsqueda inalcanzable que se alcanza de vez en cuando pero que no satisface luego de un breve o largo tiempo y que por ende termina como ya lo he dicho en la primera línea de este corto párrafo, inalcanzable.

Cortázar tomó estos dilemas y dramas existenciales para transformarlos en pequeñas mágicas e inolvidables historias llenas de anécdotas ficticias pero su mayoría inspiradas en la realidad, de él mismo o de otros personajes que rondaron por su vida. Su manera literaria de componer aquellos relatos ha sido relacionado con el realismo mágico e incluso con el surrealismo. Y es que con solo leer uno de ellos tu propia realidad se transforma en descripciones fantásticas para un recuerdo que en el futuro tal vez contarás con aquella pasión y particularidad que el gran Cortázar nos la contó a nosotros.

Aún recuerdo la primera vez en leer al maestro Julio, de niño ya había transitado por alguna de sus líneas debido a las insistencias de mi padre, pero en esas edades se hacía un poco complejo el interpretar tales cuentos debidamente. Las ménades fue el primer relato que me atrapó enseguida para zambullirme en las demás obras lo antes posible. Por suerte de las casualidades de la vida la muy pequeña y humilde biblioteca de mi casa guardaba algunos de esos tesoros Cortazianos, como entre muchos otros también que fui descubriendo con el pasar del tiempo. En Las ménades Cortázar cuenta la experiencia de un espectador de orquesta en un concierto el cual nunca llega a comprender el porqué de tanto elogio y pasión por músicos que solo interpretan repetitivamente piezas o canciones fuera de su autoría. Un cuento corto que me ayudó a interpretar el cómo interpretar las cosas desde un punto de vista que va por encima de la simple inercia que la sociedad o una multitud en particular te empuja a ser, creer o ver. Es aquí donde vuelvo a hacer énfasis en lo mágico de los relatos de Julio Cortázar, porque eran compuestos y pensados desde las vivencias más típicas y comunes de cualquier persona.

Nombrando otras de sus obras (de las cuales cada una amerita un análisis interpretativo para así desahogar los sentimientos encontrados en ellos) están, Casa tomada, Lejana, Bestiario, Las puertas del cielo, Continuidad de los parques (obra maestra), El ídolo de las cícladas, Relato con un fondo de agua, La noche boca arriba, Final del juego, y la gran obra Rayuela que nos dejó las peculiaridades de un personaje inolvidable, la maga. Estos entre otros muchos que para no extenderme dejo a usted si por estas letras aún transita para que investigue y descubra por sí mismo.

Cortázar convertido en Axolotl

Tiempo tenía yo ya leyendo algunas sus obras (o eso creía yo), hasta que un día un gran querido y estimado viejo amigo, que considero maestro de la lectura y del pensar lógico (dentro a su vez de una desquicies por la vida y la aventura), me comentó entre cervezas y cigarros sobre si de todos los cuentos las casualidades me habían llevado a leer el Axolotl, mi respuesta fue negativa y con vergüenza, enseguida sacó un volumen recopilatorio del mágico escritor, buscó el índice para ubicar la página y acto seguido me encontraba yo leyendo aquel increíble relato en plena reunión de amigos y conocidos una tarde de viernes.

Ese momento lo tengo vivo en mi memoria, ya que de tantos cuentos y novelas que he tenido el honor de poder leer, este en especial marcó y cambió mis pensamientos y criterios acerca de la literatura, de la ficción y de la genialidad del escribir cuentos cortos pero más relevante, cambió por completo mi apreciación hacía Cortázar.

Quien lo haya leído sabe a qué me refiero, estar ahí... verlos a través del cristal del acuario, ver sus branquias respirar con tanta delicadeza, verlos verme y sentir lo que piensan sin saber que piensan, colores mágicos, de expresiones más allá de la vida que conozco, sentir la tranquilidad del agua, los leves movimientos que se vuelven poéticos entre mis minúsculas extremidades, los veo a través del cristal, me miran poco pero como si supieran que pasa por mi mente, puedo pensar como piensan ellos ya que lo único que hago es pensar. Las letras son culpables, el escritor quizá no, pues ahora soy un Axolotl, y quien lea lo que yo leí lo será también, si de verdad así lo desean...

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Fragmento final inspirado en el cuento corto Axolotl, parte de la colección de escritos en el libro Final del juego por Julio Florencio Cortázar (Ixelles, Bruselas; 26 de agosto de 1914 - París; 12 de febrero de 1984).

— Gracias por tus relatos Julio.

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Fuentes investigadas:
https://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cortazar

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