La cordialidad, la cortesía, el buen trato son valores, quien tenga en su comportamiento habitual esa manera de ser posee el poder para lograr que el espacio donde se desempeñe sea agradable y provoque estar allí, quien no los tenga irradiará en su entorno actitudes y desplantes que harán la vida desagradable a los demás.

Esto último se ha convertido, lamentablemente, en un flagelo. Son muchos los hogares donde la pelea, las respuestas desagradables, groserías y maltratos son la manera frecuente de resolver los conflictos. Estas mismas se aplican en los sitios de trabajo, haciendo quedar al individuo que así se comporta como un patán y un maleducado.

Ser cortés con el ambiente, los animales, las personas es un deber que se enseña en los hogares; la amabilidad, el trato digno, permite establecer buenas relaciones con los demás, muy necesarias e importantes para tener una sociedad justa, apegada a valores.

Es frecuente recibir un trato descortés en instituciones tanto públicas como privadas, las personas acumulan dentro de sí, altos niveles de estrés por las situaciones que sean y luego vuelcan su mal humor sobre los usuarios o visitantes. Esto habla por la institución que el individuo representa.

Cuando alguien labora en una empresa debe comprender que sus acciones retratan también la del lugar donde se desempeña, no es solo su imagen la que se ve expuesta, sino que empaña la de la corporación o compañía que le paga un sueldo. Esto no parece entenderlo mucha gente.

Es increíble la proliferación que ha tenido este tipo de acciones en los últimos tiempos. La chabacanería, ordinariez, altanería, grosería, parecen ser los estandartes que muchos exponen hasta con orgullo. “Es que yo soy así” parece ser la afirmación que les sostiene su mala educación.

Es conveniente no caer en confrontación con este tipo de personas, en la medida que ellos se vayan quedando solos con su mal comportamiento tendrán que asumir que no es la vía para lograr ningún cometido. Si alguien intenta regalarnos un paquete de basura estamos en nuestro derecho de negarnos a recibirlo, igual sucede con el trato descortés, no estamos obligados a aceptarlo.

Las instituciones deben rescatar y formar a su personal convenientemente, tomando en cuenta que esto les afecta su reputación. Sería oportuno que estas recuperaran aquellos estándares de visión, misión y valores que alguna vez proyectaron y vuelvan a concienciar a sus empleados en la mejor manera de comportarse al atender público.

Y en el plano individual, familia y amistoso recordemos que las buenas relaciones interpersonales son importantes para todos, que así como solía decirse: “lo cortés no quita lo valiente” mantener la amabilidad y los buenos modales aún en tiempos donde se habla de pérdida de valores es necesario para establecer la diferencia.