Espantapájaros | Relato

La mirada de Thomás se encontraba enfrascada en la silueta del 'espantapájaros'. Dentro de su habitación, en el primer piso, al borde de la ventana, y con unas ojeras que desnudaban su insomnio, el joven parecía hipnotizado con el vaivén del adorno de la noche de Halloween. La ansiedad lo hacía moverse de atrás hacia adelante como una melodía perfecta, se mordía las uñas y revoloteaba su cabello. Estaba hecho un desastre.

La mente del chico lo trasladó a hace 10 años, cuando las noches en casa eran más ruidosas de lo común. El olor a alcohol inundaba la sala y los gritos recorrían los pasillos. El hombre que se impulsaba para golpear el rostro magullado de su madre era ni más ni menos que el humano que lo había traído a la vida. Un borracho. Todas las noches, es especial los domingos, ambos bailaban al sonar de los golpes y los insultos. Luego de golpear a su esposa, el hombre se acomodaba en el sillón frente al televisor como un 'espantapájaros'. Meciéndose, callado, asustando a todo el que se le atravesara. Era su faceta más terrorífica, pasar de lo incontrolablemente molesto a lo alarmantemente callado.

Una noche de Halloween, el 'espantapájaros' de su padre llegó subido de tono, subió a la habitación de su esposa, y la golpeó. Los gritos se escuchaban en el vecindario. ¿La excusa? La mujer había 'coqueteado' con uno de los comerciantes. ¿Cuál era su castigo? una aterradora tunda de golpes. El hombre no necesitaba ningún para la noche, ya era una de las terroríficas decoraciones de la casa. Mientras impactaba el fuerte agarre del golpe en la débil piel de la mujer, Thomás actuó por instinto. Tomó el arma guardada en el cajón, apuntó al 'espantapájaros' y lo calmó. El sonido del gatillo, el humo del cañón y la concha de bala chocando contra la cerámica. Listo. No más 'espantapájaros'.

En el presente, el miedo de Thomás no se calmó cuando acabó con su peor pesadilla, había comenzado. La noche era donde más miedo sentía. Si cerraba los ojos, lograba admirar la silueta acercándose a él. Las pastillas lo hacían dormir profundo, pero cuando dejaban de hacer efecto,¡BOOM!, el 'espantapájaros' estaba de vuelta. Pronunciando su nombre, clamando venganza, intentando atraparlo. ¿Así que cuál era la solución? No dormir. No cerrar los ojos. No pensar claro. Así fue como Thomás se convirtió en un 'zombie' de la realidad.

Sin embargo, no contaba con que el nuevo vecino del frente fuera un aficionado de la festividad. Adornó la residencia magistralmente con la temática de Halloween. Globos de brujas, recortes de esqueletos, fantasmas guindando, calabazas en el césped y la cereza en el pastel: Un maldito 'espantapájaros' en la entrada de la casa. Thomás llevaba una semana en velo observando el muñeco, cuidadoso, desde su ventana, esperando el momento en que tomara vida y viniera a por él. Una semana completa sin dormir. No quería tomar las pastillas porque lo dejaría indefenso, engañaba a su madre y luego se disponía a vigilar al muñeco.

Aquella noche donde todos salieron a pedir dulce, notó por fin cómo se movía. '¡Tenía razón!' pensó, Thomás. El 'espantapájaros' había tomado viva y se disponía a por él.

-'Voy por ti, Thomás'-gritó el muñeco desde el otro lado de la cera.-¡Por fin tomaré venganza por lo que me hiciste!-concluyó mientras unas horrorosas patas se desprendía del torso.

Thomás, asustado, se ocultó debajo de la cama. Pasaron unos minutos de tranquilidad, hasta que el sonido de las escaleras rechinando lo alertó. Se acercaba. Era él. Comenzó temblar al sonar de los pasos. Unos cuatro paso y estaría en su habitación. Tres. Dos. Uno. Con una fuerza increíble el muñeco lo sacó de bajo la cama, lo pegó contra la pared, la boca le ardía en llamas. Sentía cómo todo el cuerpo le quemaba, hasta un punto en que comenzó a llorar. Pero se calmó. Hubo silencio. Thomás pecó de abrir los ojos y vio el rostro que más le dio miedo: El de su padre. Era él. Con un hueco en la cabeza, una gota de sangre derramando del orifico. Abrió la boca, y siseó:

-¿Por qué lo hiciste, Thomás? ¿Por qué me disparaste? Yo te.... amaba.- Los ojos comenzaron a ponerse oscuros, como el cielo sin estrellas, hasta que un liquido desbordó de cada lado. Luego por la boca. Después por todo el cuerpo. Las paredes. El suelo. La habitación se había inundado y se estaba tragando a Thomás. Cerró los ojos, perdió la noción y todo se acabó para él.

El 'espantapájaros' había completado la venganza.

Fuera de la mente de Thomás, la madre subió para encontrar el cuerpo del chico en el suelo, temblando y expulsando espuma por la boca. Un ataque epiléptico lo estaba devorando.

No había ninguna alternativa.