EL RESPETO POR LAS IDEAS

Joelvin. R. Villarreal. V

Es usual escuchar de parte de los actuales, e intensos, actores del debate político moderno esa, en mi opinión, odiosa; incoherente, e irrespetuosa muletilla discursiva del “yo respeto tus ideas”, seguidamente de un “pero…”. Tal frase encierra una dosis letal de hipocresía con ignorancia, un cóctel malicioso de arrogancia argumentativa que desea pasar por diplomacia, o simple cortesía, con la cual los actuales pseudo políticos pretenden rellenar el vacío discursivo que va dejando su pobre formación académica. Lamentablemente, y siendo los medios de comunicación la principal referencia para el público en general, esta mala costumbre se ha popularizado entre el vulgo que, día y noche sin descanso aparente, la repite en cuanta conversación airada le parezca más conveniente.
Señores, por favor, ¿hasta cuándo con el relativismo postmodernista?

Los grandes actores de círculos intelectuales, y políticos, e incluso estrellas del arte, del cine, la televisión, y ahora de las llamadas redes sociales, entre otros… han sido dotados de un gran poder de influencia sobre las masas gracias a las modernas herramientas de la comunicación y la información lo que les ha permitido ser de alguna manera moldeadores o transformadores de la opinión de las sociedades modernas. Ahora bien, ¿es incuestionable todo aquello que expone en los medios? Definitivamente NO.

Así como en los grandes medios de comunicación, también existen en las universidades, centros culturales, y academias en general: una verdadera y modernísima inquisición que se lleva a cabo a través de la mal llamada “corrección política” y liderada por la agenda progre. Todos ellos verdaderos “deformadores” de la opinión pública en nombre de la tolerancia y la igualdad social. ¿Deben ser estas ideas objeto de debate? Definitivamente, SI.

Las bases de la sociedad moderna, al menos de la sociedad occidental, descansa sobre el cuestionamiento constante hacia las diversas opiniones y acciones del mundo político, de la ciencia y de todo el conjunto social. Las ideas surgen para el debate, porque esa es la manera en la cual las sociedades van cambiando y evolucionando. Las teorías constantemente se van construyendo y luego reemplazando a medida que se comprueban o refutan, a excepción de algunas leyes de la física o la matemática, en nuestro mundo existe un constante cuestionamiento del saber que lo induce a la renovación. Las ideas no son estáticas, sino todo lo contrario, obedecen a una dinámica del saber. La gasolina que mueve el motor de esa dinámica es precisamente la crítica y el debate.

El pensamiento más liberal asume como principio ético que toda persona debe ser objeto del más estricto respeto, más no así sus ideas. Argumentar de forma crítica contra las ideas o pensamientos de un individuo e iniciar un arduo debate donde se cuestionen dichas ideas no significa atentar contra la humanidad de esa persona. Todos los individuos son respetables, las ideas no.

Pero actualmente ocurre todo lo contrario, vivimos en un mundo donde se asume, de forma hipócrita, pero como principio ético; que toda idea es respetable más no así los individuos que las infieren. Digo hipócritas porque en el fondo, quienes argumentan de dicha manera, no tienen respeto alguno por las ideas y creencias contrarias a su parecer, al contrario; intentan de manera disfrazada imponer a todos los demás individuos su punto de vista. Además de ello, estos individuos se sienten ofendidos en lo personal cada vez que encuentran oposición a sus ideas por parte de otros individuos que las cuestionan y debaten.

Un ejemplo práctico de lo expuesto en el inciso anterior es como cuando un individuo cualquiera declara su oposición a los planes e ideas del gobierno socialista e inmediatamente recibe como respuesta, en lugar de argumentos: insultos, improperios, e incluso puede llegar a ser objeto de agresión física por parte de quienes son afectos a estas ideas. O cuando se trata de impulsar un supuesto plan de dialogo o debate dónde todo gira en base a los designios del gobierno y no se acepta nada diferente del marco conceptual o jurídico que este plantea. Los practicantes de la “tolerancia moderna” asumen todo cuestionamiento serio a sus ideas como agresión personal y es por ello que responden con violencia verbal o física contra quienes les debaten.

Si todas las ideas son buenas, y por tanto respetables, entonces: el genocidio nazi contra los judíos fue bueno, los campos de reeducación siberianos de la URSS fueron excelentes, la revolución cultural china de Mao es de admirar, y la limpieza racial de Uganda en tiempos de Amin fue esplendida.

Hay ideas malas, y estas deben ser objeto de debate sin que la persona “dueña” de la idea se sienta ofendida en lo personal. La sociedad “postmoderna” debe regresar a los límites de la razón y dejar a un lado ese fatal coqueteo con el sentimentalismo pseudo científico. Cuando el debate, y por tanto, la sociedad crítica ha muerto; todas las ideas se consideran respetables: De allí al totalitarismo solo hay un paso.

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